Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe
La autenticidad
define aquello que es verdadero, legítimo, verificado y contrastable, algo
irremediablemente opuesto a la falsedad e hipocresía. Ser auténtico equivale a
genuinidad. Conocer alguien auténtico implica estar ante una persona cuyo
comportamiento atiende a su verdadero yo (su esencia) y lo que debería ser (la
expectativa social). Si el auténtico es aquel que se comporta con honradez y es
fiel a sus principios, ojalá podamos alcanzar ceñirnos al cumplimiento de este
valor, ya que nos llevará a la expresión de nuestra verdadera esencia. Probablemente no es fácil llegar a la
autenticidad. Como auténticos hemos de ser capaces de obrar conforme a nuestro
propio ser. Pero aunque pudiera parecer sencillo, ¡qué complejo es ser
auténticos!. Para la consecución de la autenticidad hay que conformar una
identidad propia, es decir, encontrar un yo esencial independiente, que nos
aporte unicidad, especificidad, individualidad
y una carismática diferenciación de los demás. Ardua tarea pues la de la
búsqueda de la autenticidad y
antagónica al hedonismo que cautivó a Dorian Gray, quien sólo se dedicaba
a su satisfacción individual, ajeno a la moralidad y respeto a los demás.
En El Retrato de Dorian Gray se
presenta un individuo egoísta y esclavizado respecto al hedonismo inculcado por
Lord
Henry. El innegable atractivo derivado de la inteligencia de Henry,
atrapa a Dorian en una seducción cegadora. Basil Hallward pintó un
retrato del hermoso Dorian y este cuadro se impregnaba de su pecaminosa vida,
expresión grotesca de una identidad narcisista dedicada a un hedonismo homicida
y lujurioso. Conforme Dorian se entrega a la maldad, el
retrato envejece y se demacra, mientras que nuestro protagonista se apega a la
inmortalidad y eterna juventud Más allá
de la posible catarsis de Oscar Wilde con esta obra, Dorian
Gray
se muestra como una persona obsesionada con su sí mismo, obcecado en su grial
de eternidad y abnegado enemigo de la autenticidad. Maltratar a los demás no es
más que un reflejo del desdén hacia el amor de Sibyl Vane, actriz que fue rechazada por Dorian Gray en el momento
en que éste dejó de admirar sus cualidades interpretativas. Cuanto vacío hay en
alguien que abandona a otro por desprecio de lo previamente admirado. Otrora,
merecería reflexión aparte el comportamiento de Sibyl, subyugando su
pulcritud a la corrupta esencia identitaria de Dorian Gray. Considero
que alguien que no ama a los otros, que no se interesa por ellos y desdeña su
humanidad; pierde la cualidad humana, magníficamente escenificada en la autenticidad.
Dorian, ensimismado en el sí mismo, idolatra
y venera el discurso de Henry. La relación que establecen
revela la imposibilidad de ser auténticos si una identidad se conforma respecto
a la influencia acrítica de los principios de otro. El propio Oscar Wilde decía mi gran error, aquel por el cual
no puedo perdonarme, es el día en que dejé mi obstinada búsqueda de mi
individualidad. Vayamos pues
a por la búsqueda de la autenticidad.
Lectura recomendada
Wilde, O. (1890, ed. 2000). El retrato de Dorian Gray. Madrid: Espasa Libros.
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