miércoles, 22 de febrero de 2017

Lo pulcro de la esencia



Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe


La autenticidad define aquello que es verdadero, legítimo, verificado y contrastable, algo irremediablemente opuesto a la falsedad e hipocresía. Ser auténtico equivale a genuinidad. Conocer alguien auténtico implica estar ante una persona cuyo comportamiento atiende a su verdadero yo (su esencia) y lo que debería ser (la expectativa social). Si el auténtico es aquel que se comporta con honradez y es fiel a sus principios, ojalá podamos alcanzar ceñirnos al cumplimiento de este valor, ya que nos llevará a la expresión de nuestra verdadera esencia. Probablemente no es fácil llegar a la autenticidad. Como auténticos hemos de ser capaces de obrar conforme a nuestro propio ser. Pero aunque pudiera parecer sencillo, ¡qué complejo es ser auténticos!. Para la consecución de la autenticidad hay que conformar una identidad propia, es decir, encontrar un yo esencial independiente, que nos aporte unicidad, especificidad, individualidad  y una carismática diferenciación de los demás. Ardua tarea pues la de la búsqueda de la autenticidad y antagónica al hedonismo que cautivó a Dorian Gray, quien sólo se dedicaba a su satisfacción individual, ajeno a la moralidad y respeto a los demás.

En El Retrato de Dorian Gray se presenta un individuo egoísta y esclavizado respecto al hedonismo inculcado por Lord Henry. El innegable atractivo derivado de la inteligencia de Henry, atrapa a Dorian en una seducción cegadora. Basil Hallward pintó un retrato del hermoso Dorian y este cuadro se impregnaba de su pecaminosa vida, expresión grotesca de una identidad narcisista dedicada a un hedonismo homicida y lujurioso. Conforme Dorian se entrega a la maldad, el retrato envejece y se demacra, mientras que nuestro protagonista se apega a la inmortalidad y eterna juventud  Más allá de la posible catarsis de Oscar Wilde con esta obra, Dorian Gray se muestra como una persona obsesionada con su sí mismo, obcecado en su grial de eternidad y abnegado enemigo de la autenticidad. Maltratar a los demás no es más que un reflejo del desdén hacia el amor de Sibyl Vane, actriz que  fue rechazada por Dorian Gray en el momento en que éste dejó de admirar sus cualidades interpretativas. Cuanto vacío hay en alguien que abandona a otro por desprecio de lo previamente admirado. Otrora, merecería reflexión aparte el comportamiento de Sibyl, subyugando su pulcritud a la corrupta esencia identitaria de Dorian Gray. Considero que alguien que no ama a los otros, que no se interesa por ellos y desdeña su humanidad; pierde la cualidad humana, magníficamente escenificada en la autenticidad.  Dorian, ensimismado en el sí mismo, idolatra y venera el discurso de Henry. La relación que establecen revela la imposibilidad de ser auténticos si una identidad se conforma respecto a la influencia acrítica de los principios de otro. El propio Oscar Wilde decía mi gran error, aquel por el cual no puedo perdonarme, es el día en que dejé mi obstinada búsqueda de mi individualidad. Vayamos pues a por la búsqueda de la autenticidad.

Para buscar y encontrar la autenticidad hemos de singularizarnos a partir de los valores sociales inculcados en nuestra infancia, es decir, debemos actuar respetando nuestros principios que han de evadir las acciones desagradables buscadoras de una gratuita atención falsamente individualizadora. Imitar sin criticar racionalmente junto con introyectar pensamientos y acciones alejadas del respeto a los demás y, por tanto, la convivencia social; supone una amenaza a lo auténtico, derivando en comportarnos ególatras buscadores del fugaz y pobre beneficio propio, ligado al egoísmo y reforzado por un pobre yo narcisista, falso en la expresión emocional, carente de afectos positivos y antagonista eterno del amor. Heidegger habló de la existencia auténtica, aquella en la que hay que limpiar todo lo oculto y oscuro, para descubrir el mundo de modo propio. Atendiendo al existencialismo de Sartre, quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es.  No entender la genuinidad expresada en autenticidad nos convierte en un  Dorian Gray cualquiera y carente de principios, o tan permeable a cambiarlos como preconizaba Groucho Marx en su célebre estos son mis principios, si a usted no le gustan, tengo otros. Preferible es recomendar autenticidad,  ya que si encontramos nuestro camino, no plagiando el de otros, lograremos alcanzar nuestro yo verdadero, lo pulcro de la esencia.

Lectura recomendada
Wilde, O. (1890, ed. 2000). El retrato de Dorian Gray.  Madrid: Espasa Libros.

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