viernes, 15 de diciembre de 2017
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jueves, 14 de diciembre de 2017
Des…pa…ci…to…
Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe
Subrayo que las obsesiones
son difíciles de abandonar, pero quién quiere hacerlo si producen alegría. Al
final espero haber puesto un matiz serio a este artículo pero vuelven a mi
mente esas tortuosas melodías. Decía Nietzsche
que sin la música la vida sería un error.
Es obvio que no conoció algunos de los temazos
que he propuesto en el segundo párrafo y aún más nítido es no poder imaginar a
tan ilustre filósofo tarareando la barbacoa, mami que será lo que quiere el
negro, el chiringuito o cachete con cachete, pechito con pechito y
ombligo con ombligo (vaya tela) y
aún menos cantando des…pa…ci…to.
Pongámonos serios y que nadie piense que esto va
a consistir en un análisis del porqué de mejor tomarse las cosas con calma o
las virtudes de la prudencia y el pensar analítico en según qué (quizá la
mayoría) de las circunstancias. Lo cierto es que el ritmillo en cuestión ha podido llegar a suponer una fuente
elicitante de síntomas cercanos a lo postraumático que en este momento no
compartiré por respeto incluso a mí mismo. El caso es que utilizando como
excusa una “canción del verano” me propongo hablar de los pensamientos
obsesivoides.
He de señalar que en esta temática de la canción
del verano el auténtico genio es Georgie
Dann. Cuánta ideación obsesivoide puede haber generado este señor y siempre
con temáticas tan bisoñas (en su tiempo) y abordando temáticas tan necesarias
como las viandas que emergen del fuego purificador de la barbacoa, las dudas
existenciales que puede tener una persona de otra raza, el encuentro grupal que
supone ese local playero con bebidas heladas o la interacción que se puede dar
entre nuestras mejillas, torso y ombligo (algo he censurado). No creáis que hay
mucha más profundidad interpretativa en las composiciones de la última década.
De hecho, creo que he de negarme a hablar de Sofía, bicicletas o de que
alguien se atreva a volver. Mucho menos nombraré gozaderas y me niego a seguir bailando.
Tal riqueza y complejidad de temáticas me lleva a decir que no hay dos sin tres o que tengas cuidado
por se eu te pego (creo que no se
traduce como yo pienso). Como hay gente pa
tó os invito a poner la mano arriba,
cintura sola y dar media vuelta pero sin dejar de leer este artículo. Todo
sea que no acabes por no entender nada y te suene a waka waka. I gotta feeling
acerca de no saber ni yo hacia donde me dirijo. Quizá despacito me vayan viniendo ideas de por qué se nos quedan estos u
otros temas y se convierten en pensamientos
obesivoides que dominan nuestra mente agolpados al lado de la barbacoa (¡cómo me gusta!).
Lo malo de estas composiciones es que a veces se
nos quedan atascadas y no hay quien se libre de ellas. Esta viscosidad y lo pegajoso de la misma han
sido denominados en el ámbito anglosajón como gusano de oído y se consideran históricas en esto del gusaneo algunas letras como “We will rock you”, “The final countdown” o “Livin´
on a prayer”. Lo admito, selecciono las que me gustan de las que son (para
eso soy quien escribe). Bajando la temática a lo concreto, las canciones que pueden
colonizar nuestra mente lo hacen en virtud de su potencia melódica, por
conectarnos emocionalmente con su contenido o, qué narices, porque nos las
repiten (o nos las repetimos) hasta la saciedad. A nadie se le escapará que si
todo el rato nos están diciendo que va a llover acabaremos siendo auténticos
meteorólogos y prediciendo lluvias por doquier. Es lo que tienen los pensamientos obsesivoides que, en todo
caso, si son buenos, pues adelante y que campen a sus anchas por nuestra mente.
Lo malo es cuando interfieren con nuestra cotidianeidad y dificultan el obrar.
Extrapolándolo a la relación con otros, si alguien nos afecta y es nocivo hemos
de apartarnos y en el caso de lo obsesivoide
más de lo mismo. Si un tema nos absorbe hemos de dejar de contactar con ello,
lo que implica que a una persona no la veríamos en tanto en cuanto nos
supusiera un problema. Volviendo a la música, para quitarnos un tema de la
cabeza no queda más remedio que elegir otro. Aquí no puedo más que
reírme con cierta consternación ya que lo que sirve para los pensamientos
espero que no tenga un paralelismo con las personas (si bien ya se sabe el
archiconocido a rey muerto… rey puesto).
Parece que el cambio de tema musical está para
combatir lo obsesivoide y,
poniéndome serio, las personas tenemos la capacidad de programar nuestro pensamiento.
Desechar angustias, tristezas, malos recuerdos o penurias puede realizarse a
través de una simple elección diaria. Hablamos de música, pero puede ser
cualquier cosa. Repitámonos aquello que nos hace crecer y conectemos con una
mentalidad constructiva. Puede que un tema armonioso y rítmico nos saque de una
situación que nos ha hecho daño. Al final la vida no deja de ser como una
canción en la que puede haber momentos que desafinen pero que si ensayamos lo
suficiente conseguimos generar una melodía acompasada y cadente.
miércoles, 6 de diciembre de 2017
Experiencias Residentes PIR 19. UN MOMENTO PARA UNA REFLEXIÓN
TRAS MUCHO CAMINO RECORRIDO, UN MOMENTO PARA UNA REFLEXIÓN
Esta vez me apetece
dedicaros unas palabras a todos los que estáis día tras día al pie del cañón
persistiendo en vuestro objetivo y alejarme por una ocasión, de mis rotaciones
y mi experiencia en el hospital.
Muchos de vosotros debéis llevar varios meses
de recorrido y a estas alturas, el cansancio y la motivación pueden tener
numerosos altibajos. Las fechas que se acercan ahora son algo críticas, a mí me
recuerdan al verano, sólo que las Navidades son más cortas y la fecha del examen
está bastante más próxima por lo que todo es mucho más intenso.
Recuerdo el año
pasado a estas fechas, estaba en otra ciudad, viviendo con mis padres, tenía
ganas de que llegaran las navidades, porque a mí personalmente me gustan pero
recuerdo que la sensación que tenía entonces era de indiferencia, quería que
llegasen y pasaran rápido a la vez. Ahora lo veo desde fuera (trabajando y con la
plaza) y al igual que muchas otras cosas que os he ido contando esta sensación
también ha cambiado respecto a la que tenía durante la preparación del PIR.
Incluso tratándose de las
mismas fechas, la sensación del primer año de preparación fue muy diferente a
la del segundo año. El primero lo viví con ganas de que pasarán, supongo que el
estrés me hacía pensar que no las iba a disfrutar como me gustaría y para eso,
mejor que pasaran rápido…en cambio, el segundo año de preparación la sensación
era muy diferente.
Cuando te presentas la primera vez y lo has dado todo, has
dejado muchas cosas de lado, has dicho que no a miles de planes y viajes, y
quedadas…y no consigues la plaza…la sensación es bastante desagradable pero a
medida que pasa el tiempo y te preparas de nuevo, al menos mi sensación era,
“esta vez no me lo tomaré de la manera que me lo tomé” (y ahora me explico).
Si
que es necesario ser constante en la preparación y saber “decir que no” pero
hasta cierto punto, somos personas, y como todo ser humano necesitamos
desconectar y todo es posible, únicamente es cuestión de establecer unos
límites (como la mayoría de cosas en esta vida). Es importante que lo estrictos
que somos en la organización del estudio también lo seamos para compaginar
nuestra vida personal durante la preparación.
Tan importante va a ser que cada
día te despiertes a la hora y no te quedes dormido, como que sepas escucharte a
ti mismo e intentes reconfortarte puesto que es una etapa prolongada y costosa
de sobrellevar.
Con esto me gustaría trasladaros que, puede haber tiempo para la serie, para las
reuniones familiares para cocinar, etc. sí es lo que a uno le gusta y le
reconforta, se trata de organizarse, adaptar un “poco el planning” para poder
satisfacer una necesidad que al fin y al cabo, si es lo que nos gusta es
suficiente razón como para cubrirla, poder disfrutar de esos “momentos de
escape” que muchas veces piensas que no tocan o que a veces ni nos los
permitimos por el mero hecho de pensar que “perdemos el tiempo” (error).
Con
esto os quiero decir chicos, que intentéis cero agobios en el sentido de, disfrutar
de las cenas o los cafés de reencuentro con los amigos de toda la vida, de las
reuniones familiares, de una tarde de patines sobre hielo….estos momentos dan
mucha fuerza para la recta final y aunque la sensación de “perder el tiempo” y
estar intranquilo porque “debería haber terminado tal área” exista, os
recomiendo que podáis permitiros esos instantes de satisfacción.
Retomando
lo que he comentado al principio, y con esto ya termino, son ya muchos meses y
la fatiga mental está presente además de los nervios por el tiempo y la
cercanía del examen. Poderse dar algún respiro ayuda a que no “te sientas
ahogado”, literalmente, y que si no sale bien esa sensación tan desagradable de
la que os hablaba al principio, pueda sobrellevarse mejor.
BARBARA CITOLER NAVAL , Residente PIR
martes, 5 de diciembre de 2017
Asesinar en serie
Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe
NASH es el acrónimo formado con la primera letra de
los términos natural, accidente, suicidio y homicidio, a saber, las cuatro
formas de muerte existentes. Profundizando en estos conceptos me surge la
cuestión de los determinantes que llevan a una persona a matar a otra y, es
en ese momento, cuando otros conceptos copan mi pensamiento. Palabras como psicopatía,
mafias, sectas, conducta antisocial, maltrato, sadismo y un largo etcétera
están conectadas con la posibilidad de matar y aún más de matar en serie.
Profundizando más en los perfiles de los asesinos en
series tradicionalmente se han considerado cinco motivaciones principales que
definen subtipos de homicidas: videntes, misioneros, hedonistas,
instrumentales (beneficio) o poder/control. Los llamados motivos videntes se vinculan a la existencia
de algún tipo de afección mental que condicione el comportamiento del
individuo y, en este sentido, uno de los ejemplos históricos es Ed Gein,
apodado el Carnicero de Plainfield,
de profesión costurero. En su
domicilio se encontraron todo tipo de restos de seres humanos con los que en
una aparente necrofilia y presumible canibalismo decoraba su domicilio (sofá
con piel humana) o incluso llegó a hacerse complementos (cinturón con pezones
humanos). Este macabro personaje fue inspiración para la realización de la
película Psicosis. En España ha habido algún perfil relativamente similar
como es el mendigo asesino que
confesó haber degollado a 13 personas entre 1987 y 1993 en un contexto de
sintomatología paranoide y también de profanación de tumbas.
En el caso de los misioneros son asesinos que justifican sus acciones al
supuestamente ajusticiar a personas indeseables. Bajo este prisma entran
perfiles de homicidas que creen estar haciendo algún tipo de justicia social
cuando en realidad dan rienda suelta a su agresividad. En este sentido y como
ejemplo macabro cabría señalar la figura de Joaquín Ferrándiz, apodado el asesino de prostitutas por los tres
crímenes de esta índole que cometió. En el caso de los hedonistas matan por placer y, muy frecuentemente, hay un rasgo
sexual en sus crímenes. Si bien no había motivaciones sexuales, el asesino de la baraja (Alfredo Galán)
mató a seis personas entre los meses de enero y marzo de 2003 con una pistola
recabada en su pasado militar en Bosnia. Su firma con cartas de una baraja
pretendía ensalzar su sensación de poder y necesidad de ser notorio en un más
que claro complejo de inferioridad.
Respecto a los motivados por el beneficio, estarían los planteamientos de aquellos que quieren
lucrarse o tener algún tipo de lucro. El caso de Margarita Sánchez (la viuda negra) es un buen ejemplo.
Esta persona mataba a sus víctimas con un veneno que ponía en sus comidas y/o
bebidas. Consiguió asesinar a cuatro personas aunque señaló en su juicio que
no pretendía matar sino envenenar para robar. Por último, en cuanto al poder/control como motivación para el
asesinato está el ejemplo de Gilbert Chamba apodado el monstruo de Machala quien en su país de origen (Ecuador) violó y
mató a ocho mujeres y en España añadió una nueva víctima a su horrible historial.
Esta clasificación de motivos implica que algunos
homicidas puedan presentar varias motivaciones y, en todo caso, puede
quedarse corta. Detrás de las motivaciones están personas que pueden tener
predisposición a la violencia en parte heredada pero, sobre todo, aprendida.
Reflexionando acerca de cómo se puede llegar a estas
situaciones, aquellos niños que tienen
predisposición a la violencia han de tener límites precisos desde pequeños ya
que cuanto más mayores se hagan más probable es que no puedan modular su comportamiento.
Alcanzar la adolescencia sin un adecuado desarrollo moral es un notable
factor de riesgo para la posibilidad de exhibir conductas antisociales y
violentas. Satisfacer continuamente los deseos de un niño en aras de aportar
una aparente felicidad no es más que educar en una baja tolerancia a la
frustración, no dar valor al esfuerzo para resolver problemas e ir
construyendo una personalidad basada en el descontrol, ingrediente inequívoco
de la violencia. Ahora bien, no todo es “psicológico” sino que hay que
atender también a otros procesos de índole sociológica que justificarían
también otros homicidios (p. e.: violencia machista, radicalismos políticos o
religiosos, etc.).
No puedo terminar este escrito sin hacer una
reflexión en torno a determinadas circunstancias de actualidad. Nuestra sociedad del siglo XXI tiende a
normalizar y banalizar la exposición a la violencia. Menores con mayor psicoticismo
(dureza emocional), más impulsividad y con un mínimo miedo son los perfiles habituales que pueden
ejercer violencia. Como muestra de lo señalado en estos días en los que
se presenta un caso muy mediático (el
asesino de la catana) nos encontramos con una persona que no estudiaba en
el momento de la comisión de los homicidios y con la “soga” de ponerse a
trabajar –por indicación paterna- (no podía estudiar y no quería trabajar).
Los determinantes de sus homicidios eran librarse de sus padres (para no ser
controlado) y no dejar sola a su hermana ante la muerte de los mismos. Por
cierto, se justificaron los crímenes por una “epilepsia” y, en todo caso, los
rasgos psicopáticos también siempre fueron evidentes. Otra cosa, y dejaremos
esto para otro escrito, son las posibilidades de rehabilitación de estos
perfiles y/o de interiorización de determinados límites infranqueables... pero esa es otra historia y debe ser
contada en otra ocasión.
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