Pongámonos serios y que nadie piense que esto va
a consistir en un análisis del porqué de mejor tomarse las cosas con calma o
las virtudes de la prudencia y el pensar analítico en según qué (quizá la
mayoría) de las circunstancias. Lo cierto es que el ritmillo en cuestión ha podido llegar a suponer una fuente
elicitante de síntomas cercanos a lo postraumático que en este momento no
compartiré por respeto incluso a mí mismo. El caso es que utilizando como
excusa una “canción del verano” me propongo hablar de los pensamientos
obsesivoides.
He de señalar que en esta temática de la canción
del verano el auténtico genio es Georgie
Dann. Cuánta ideación obsesivoide puede haber generado este señor y siempre
con temáticas tan bisoñas (en su tiempo) y abordando temáticas tan necesarias
como las viandas que emergen del fuego purificador de la barbacoa, las dudas
existenciales que puede tener una persona de otra raza, el encuentro grupal que
supone ese local playero con bebidas heladas o la interacción que se puede dar
entre nuestras mejillas, torso y ombligo (algo he censurado). No creáis que hay
mucha más profundidad interpretativa en las composiciones de la última década.
De hecho, creo que he de negarme a hablar de Sofía, bicicletas o de que
alguien se atreva a volver. Mucho menos nombraré gozaderas y me niego a seguir bailando.
Tal riqueza y complejidad de temáticas me lleva a decir que no hay dos sin tres o que tengas cuidado
por se eu te pego (creo que no se
traduce como yo pienso). Como hay gente pa
tó os invito a poner la mano arriba,
cintura sola y dar media vuelta pero sin dejar de leer este artículo. Todo
sea que no acabes por no entender nada y te suene a waka waka. I gotta feeling
acerca de no saber ni yo hacia donde me dirijo. Quizá despacito me vayan viniendo ideas de por qué se nos quedan estos u
otros temas y se convierten en pensamientos
obesivoides que dominan nuestra mente agolpados al lado de la barbacoa (¡cómo me gusta!).
Lo malo de estas composiciones es que a veces se
nos quedan atascadas y no hay quien se libre de ellas. Esta viscosidad y lo pegajoso de la misma han
sido denominados en el ámbito anglosajón como gusano de oído y se consideran históricas en esto del gusaneo algunas letras como “We will rock you”, “The final countdown” o “Livin´
on a prayer”. Lo admito, selecciono las que me gustan de las que son (para
eso soy quien escribe). Bajando la temática a lo concreto, las canciones que pueden
colonizar nuestra mente lo hacen en virtud de su potencia melódica, por
conectarnos emocionalmente con su contenido o, qué narices, porque nos las
repiten (o nos las repetimos) hasta la saciedad. A nadie se le escapará que si
todo el rato nos están diciendo que va a llover acabaremos siendo auténticos
meteorólogos y prediciendo lluvias por doquier. Es lo que tienen los pensamientos obsesivoides que, en todo
caso, si son buenos, pues adelante y que campen a sus anchas por nuestra mente.
Lo malo es cuando interfieren con nuestra cotidianeidad y dificultan el obrar.
Extrapolándolo a la relación con otros, si alguien nos afecta y es nocivo hemos
de apartarnos y en el caso de lo obsesivoide
más de lo mismo. Si un tema nos absorbe hemos de dejar de contactar con ello,
lo que implica que a una persona no la veríamos en tanto en cuanto nos
supusiera un problema. Volviendo a la música, para quitarnos un tema de la
cabeza no queda más remedio que elegir otro. Aquí no puedo más que
reírme con cierta consternación ya que lo que sirve para los pensamientos
espero que no tenga un paralelismo con las personas (si bien ya se sabe el
archiconocido a rey muerto… rey puesto).
Parece que el cambio de tema musical está para
combatir lo obsesivoide y,
poniéndome serio, las personas tenemos la capacidad de programar nuestro pensamiento.
Desechar angustias, tristezas, malos recuerdos o penurias puede realizarse a
través de una simple elección diaria. Hablamos de música, pero puede ser
cualquier cosa. Repitámonos aquello que nos hace crecer y conectemos con una
mentalidad constructiva. Puede que un tema armonioso y rítmico nos saque de una
situación que nos ha hecho daño. Al final la vida no deja de ser como una
canción en la que puede haber momentos que desafinen pero que si ensayamos lo
suficiente conseguimos generar una melodía acompasada y cadente.
Salento plaisir de amor
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