Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe
Carabirubá, yo no sé qué tienes que cada día
me gustas más… Cuidado, las personas lectoras de este artículo que
estén tentadas a huir por desavenencias con el intérprete de esta canción deben
de conceder el margen de la duda al redactor. De la misma forma, los fieles al Fary no deberán dejarse llevar por tan
melódico ritmo y sí estar atentos a lo “profundo”
de la pieza. No dando un matiz filosófico al asunto pero intentando ir más allá
(admito que es un poco forzado), el epíteto subyacente a este tema musical es
la duda (entiendo que puede adquirir un carácter cuasi-existencialista) de
por qué a una persona le puede gustar más otra. Y sí, hay personas que nos
resultan extremadamente atractivas y
quizá cada día nos gusten más, mientras que otras perfectamente podrían generar
un tema musical antagonista cambiando el me
gustas más por un me horrorizas más.
En un esfuerzo de positivismo optaré por lo de gustar y, en ese sentido, puede ser
útil dar unas pautas acerca de lo verdaderamente atractivo. Eso sí, que nadie obvie que para gustos los colores y
que siempre
para un roto hay un descosido, por lo que no desfallezcamos si nos
cuesta resultar atractivos. Me vienen
a la cabeza frases de cuestionable calado filosófico como “dientes, dientes…” y pienso en que unos susodichos bien
proporcionados y con separaciones óptimas entre sí aderezados con un color que
tienda al blanco marfil son más atractivos que los que se acerquen al amarillo limonero. Dicen por ahí, que a
las mujeres les atraen (resultan más atractivos) los varones con emociones negativas en su rostro
(inquietud y/o melancolía) mientras que a ellos les gustan mujeres instauradas
en la alegría (al menos facial). De
poco servirían unos piños blancos aderezando las respectivas expresiones
faciales mencionadas si no se apuntara con el mentón hacia arriba dejando que el mayor peso de uno de nuestros hemisferios cerebrales inclinase, por inercia, levemente la cabeza (adornada con unos ojos grandes y azules) hacia un lado.
Pensando en otras cualidades, quien puede negar
que nos gusta más alguien que transmite calma
y relajación frente a una persona que nos inquieta, aturde, genera
ansiedad, infringe miedo…Está bien, voy a parar de desarrollar esta última idea,
porque me doy cuenta que muchas veces no nos dejamos llevar por lo atractivo y
somos fagocitados por personas que generan estas emociones negativas. Hecho el
inciso, parece ser que hay que vestir de
rojo, seas hombre o mujer. Reconozco que mi vestidor sólo reserva tan
hermoso color para la equipación deportiva del club de fútbol de mis amores. Al
fin y al cabo, todos hemos oído lo de rojo pasión o simbolizamos el amor
con un corazón rojo. Lo dicho, a comprarnos ropa roja para resultar más atractivos. Por cierto, en los chicos
la barba se asocia a madurez, salud e incluso mayor estatus y
autoridad, por lo que si se considera que esto puede resultar atractivo… ya sabéis. Ahora bien, hay
resultados contradictorios que orientan hacia el mayor atractivo de un buen rasurado facial. Añadamos a esto
características como un aspecto
saludable, personalidad adaptada a la vida en pareja y un nivel cultural
similar. Todos estos aspectos pueden verse aderezados por un buen efecto
halo y entonces ya sí que seremos atractivos
“de verdad”. Por favor, seamos personas honestas, leales, sinceras,
compresivas y en quienes se pueda confiar. Ahí ya sí que sí, nuestro atractivo puede ser irresistible.
Quien le iba a decir al Fary que la respuesta a su Carabirubí
era una mujer vestida de rojo con la cabeza ligeramente inclinada hacia un
lado, mentón erguido y dientes blancos. Pero aún hay más si uno se pone
biologicista (evidentemente aquí hay
que tener ciertas e importantes reservas derivadas de nuestra socialización).
En principio, serían más atractivos
hombres musculados y con un peso equilibrado y/o proporcional a su altura.
Ese hombre grande y fuerte podría
sentirse más atraído por mujeres con un
peso equilibrado también (aunque menor la proporción que en hombres), caderas anchas y senos grandes. Tanto biologicismo me aburre porque el ser
humano es más complejo que todo esto tan básico y, al fin y al cabo,
afortunadamente tenemos muchos matices. Sin embargo, no puedo evitar señalar
que cualquier declaración de amor
resultará más certera si se realiza hablando delicadamente al oído derecho de la
persona objeto de tal panegírico. Total, las emociones positivas se
vinculan más al hemisferio izquierdo y con esta declaración contralateral hay más posibilidades de
evocarlas.
Decía Nietzsche
que a menudo la sensualidad apresura el
crecimiento del amor, de modo que la raíz queda débil y es fácil de arrancar.
Me resisto a tal pesimismo y prefiero no luchar contra unos ojos rayos de estrellas que deslumbran al mirar… Tranquilos,
no estoy siendo poseído por Lope de Vega,
sino por la música del Fary… y es
que el perturbador estribillo de esta canción retumba en mi cabeza. Carabirubí…
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