martes, 24 de octubre de 2017

Carabirubí…

 Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe


Carabirubá, yo no sé qué tienes que cada día me gustas más… Cuidado, las personas lectoras de este artículo que estén tentadas a huir por desavenencias con el intérprete de esta canción deben de conceder el margen de la duda al redactor. De la misma forma, los fieles al Fary no deberán dejarse llevar por tan melódico ritmo y sí estar atentos a lo “profundo” de la pieza. No dando un matiz filosófico al asunto pero intentando ir más allá (admito que es un poco forzado), el epíteto subyacente a este tema musical es la duda (entiendo que puede adquirir un carácter cuasi-existencialista) de por qué a una persona le puede gustar más otra. Y sí, hay personas que nos resultan extremadamente atractivas y quizá cada día nos gusten más, mientras que otras perfectamente podrían generar un tema musical antagonista cambiando el me gustas más por un me horrorizas más.

En un esfuerzo de positivismo optaré por lo de gustar y, en ese sentido, puede ser útil dar unas pautas acerca de lo verdaderamente atractivo. Eso sí, que nadie obvie que para gustos los colores y que siempre para un roto hay un descosido, por lo que no desfallezcamos si nos cuesta resultar atractivos. Me vienen a la cabeza frases de cuestionable calado filosófico como “dientes, dientes…” y pienso en que unos susodichos bien proporcionados y con separaciones óptimas entre sí aderezados con un color que tienda al blanco marfil son más atractivos que los que se acerquen al amarillo limonero. Dicen por ahí, que a las mujeres les atraen (resultan más atractivos) los varones con emociones negativas en su rostro (inquietud y/o melancolía) mientras que a ellos les gustan mujeres instauradas en la alegría (al menos facial). De poco servirían unos piños blancos aderezando las respectivas expresiones faciales mencionadas si no se apuntara con el mentón hacia arriba dejando que el mayor peso de uno de nuestros hemisferios cerebrales inclinase, por inercia, levemente la cabeza (adornada con unos ojos grandes y azules) hacia un lado.

Pensando en otras cualidades, quien puede negar que nos gusta más alguien que transmite calma y relajación frente a una persona que nos inquieta, aturde, genera ansiedad, infringe miedo…Está bien, voy a parar de desarrollar esta última idea, porque me doy cuenta que muchas veces no nos dejamos llevar por lo atractivo y somos fagocitados por personas que generan estas emociones negativas. Hecho el inciso, parece ser que hay que vestir de rojo, seas hombre o mujer. Reconozco que mi vestidor sólo reserva tan hermoso color para la equipación deportiva del club de fútbol de mis amores. Al fin y al cabo, todos hemos oído lo de rojo pasión o simbolizamos el amor con un corazón rojo. Lo dicho, a comprarnos ropa roja para resultar más atractivos. Por cierto, en los chicos la barba se asocia a madurez, salud e incluso mayor estatus y autoridad, por lo que si se considera que esto puede resultar atractivo… ya sabéis. Ahora bien, hay resultados contradictorios que orientan hacia el mayor atractivo de un buen rasurado facial. Añadamos a esto características como un aspecto saludable, personalidad adaptada a la vida en pareja y un nivel cultural similar. Todos estos aspectos pueden verse aderezados por un buen efecto halo y entonces ya sí que seremos atractivosde verdad”. Por favor, seamos personas honestas, leales, sinceras, compresivas y en quienes se pueda confiar. Ahí ya sí que sí, nuestro atractivo puede ser irresistible.

Quien le iba a decir al Fary que la respuesta a su Carabirubí era una mujer vestida de rojo con la cabeza ligeramente inclinada hacia un lado, mentón erguido y dientes blancos. Pero aún hay más si uno se pone biologicista (evidentemente aquí hay que tener ciertas e importantes reservas derivadas de nuestra socialización). En principio, serían más atractivos hombres musculados y con un peso equilibrado y/o proporcional a su altura. Ese hombre grande y fuerte podría sentirse más atraído por mujeres con un peso equilibrado también (aunque menor la proporción que en hombres), caderas anchas y senos grandes. Tanto biologicismo me aburre porque el ser humano es más complejo que todo esto tan básico y, al fin y al cabo, afortunadamente tenemos muchos matices. Sin embargo, no puedo evitar señalar que cualquier declaración de amor resultará más certera si se realiza hablando delicadamente al oído derecho de la persona objeto de tal panegírico. Total, las emociones positivas se vinculan más al hemisferio izquierdo y con esta declaración contralateral hay más posibilidades de evocarlas.


Decía Nietzsche que a menudo la sensualidad apresura el crecimiento del amor, de modo que la raíz queda débil y es fácil de arrancar. Me resisto a tal pesimismo y prefiero no luchar contra unos ojos rayos de estrellas que deslumbran al mirar… Tranquilos, no estoy siendo poseído por Lope de Vega, sino por la música del Fary… y es que el perturbador estribillo de esta canción retumba en mi cabeza. Carabirubí

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