viernes, 10 de junio de 2016

Cuatro claves para afrontar una pérdida



A lo largo de la vida, son muchos los momentos en los que tenemos que hacer frente a pérdidas; pérdidas de seres queridos, pero también de ideales o expectativas. Es algo que  sin duda remueve los cimientos de cualquiera, por ello, la capacidad para gestionarlas y superarlas ponen de manifiesto el grado de madurez emocional de la persona. Pero, si tuviéramos que destacar cuatro puntos importantes y necesarios a la hora de elaborar una pérdida, ¿cuáles serían?

1.  Aceptación. Ser capaz de aceptar el malestar y el torrente emocional que conlleva una pérdida es el primer paso y, aunque pueda parecer algo que “se da por supuesto”, no lo es en absoluto. Son muchas las personas que, o bien no son capaces de detectar en sí mismas las emociones que ha producido esta pérdida, o bien no pueden tolerarlas. Por unos motivos u otros, algunas personas no pasan de este punto, cronificando el proceso de duelo. Y es que, etimológicamente, la palabra duelo proviene del latín dolos, que significa dolor o sufrimiento, algo que siempre está presente en una pérdida. Ante esta situación son muchas las personas que buscan “evadirse” de este dolor, con “distracciones” que van desde el uso de drogas hasta la sustitución inmediata de aquello que se ha perdido. Este último es el caso de aquellos que rápidamente sustituyen a la pareja perdida por otra. Todos estos movimientos no harán otra cosa que frenar el proceso natural de elaboración de una pérdida.


2. Dejar marchar. Una pérdida siempre nos pone ante la tesitura de aceptarla o no. Además de lo comentado en el punto anterior en relación a ser capaz de detectar y sostener el malestar generado, será necesario dejar marchar aquello que se ha perdido para poder elaborar la pérdida. Esta es la parte fundamental del proceso de duelo, ya que no sólo dejamos marchar aquello que se ha perdido, sino todo lo de uno mismo que se va con el objeto perdido; todos los planes, expectativas y partes de la identidad de uno que amenazan con desaparecer. Ante esto, la persona puede negarse a aceptar la pérdida de muy diversas maneras, como estando conectado al objeto perdido desde otra emoción, como la rabia o el rencor o también negando la realidad y construyendo una fantasía en la que sigue conectado a lo perdido. No obstante, el proceso de duelo implica necesariamente ser capaz de separarse de lo perdido, de lo contrario aparecerán toda una serie de complicaciones y síntomas en la vida de la persona, como ocurre en la depresión melancólica.


3. Tiempo. El proceso de elaborar una pérdida necesita de tiempo, es algo que no ocurre de un día para otro, sino que conlleva un proceso en el que la persona tiene que “digerir” toda una serie de cambios y en este periodo es completamente normal tener sentimientos de tristeza y malestar, que son necesarios para asumir la pérdida. Mucho se ha hablado sobre cuánto tiempo es lo normal y cuánto no y existe cierto consenso en hablar de un periodo que oscila entre los 6 meses y 2 años, según el autor. No obstante, el tiempo per se no es significativo, sino cómo la persona está afrontando la pérdida durante todo ese tiempo.
Por ello, puede haber reacciones que ya desde el cuarto mes podamos considerar patológicas. En cualquier caso, lo importante es que la persona sepa que es completamente normal y que, por tanto, se permita encontrarse mal durante el tiempo que precise.


4. Reconexión. Todo proceso de duelo acaba con la reconexión de los afectos vinculados al objeto perdido a un nuevo objeto. Como ejemplo de la no elaboración de la pérdida, vemos en algunas personas la incapacidad para enamorarse de una nueva pareja o de encontrar ilusión por el nuevo trabajo. La reconexión a veces implica que todos esos afectos se vuelcan hacia uno mismo y el individuo encuentra que tiende a realizar más actividades placenteras o es más productivo en su trabajo. Esto es algo que ocurre de forma natural y demuestra la capacidad de la persona de dotar de ilusión y significado a nuevas personas, proyectos o valores en los que investimos los afectos de los objetos perdidos.


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