A lo largo de la vida, son muchos los momentos en los que tenemos
que hacer frente a pérdidas; pérdidas de seres queridos, pero también de
ideales o expectativas. Es algo que sin
duda remueve los cimientos de cualquiera, por ello, la capacidad para gestionarlas
y superarlas ponen de manifiesto el grado de madurez emocional de la persona.
Pero, si tuviéramos que destacar cuatro puntos importantes y necesarios a la
hora de elaborar una pérdida, ¿cuáles serían?
1. Aceptación. Ser capaz de aceptar el malestar y el torrente
emocional que conlleva una pérdida es el primer paso y, aunque pueda parecer algo
que “se da por supuesto”, no lo es en absoluto. Son muchas las personas que, o
bien no son capaces de detectar en sí mismas las emociones que ha producido esta
pérdida, o bien no pueden tolerarlas. Por unos motivos u otros, algunas
personas no pasan de este punto, cronificando el proceso de duelo. Y es que,
etimológicamente, la palabra duelo proviene del latín dolos, que significa
dolor o sufrimiento, algo que siempre está presente en una pérdida. Ante esta
situación son muchas las personas que buscan “evadirse” de este dolor, con
“distracciones” que van desde el uso de drogas hasta la sustitución inmediata
de aquello que se ha perdido. Este último es el caso de aquellos que
rápidamente sustituyen a la pareja perdida por otra. Todos estos movimientos no
harán otra cosa que frenar el proceso natural de elaboración de una pérdida.
2. Dejar marchar. Una
pérdida siempre nos pone ante la tesitura de aceptarla o no. Además de lo
comentado en el punto anterior en relación a ser capaz de detectar y sostener
el malestar generado, será necesario dejar marchar aquello que se ha perdido
para poder elaborar la pérdida. Esta es la parte fundamental del proceso de
duelo, ya que no sólo dejamos marchar aquello que se ha perdido, sino todo lo
de uno mismo que se va con el objeto perdido; todos los planes, expectativas y
partes de la identidad de uno que amenazan con desaparecer. Ante esto, la
persona puede negarse a aceptar la pérdida de muy diversas maneras, como
estando conectado al objeto perdido desde otra emoción, como la rabia o el
rencor o también negando la realidad y construyendo una fantasía en la que
sigue conectado a lo perdido. No obstante, el proceso de duelo implica
necesariamente ser capaz de separarse de lo perdido, de lo contrario aparecerán
toda una serie de complicaciones y síntomas en la vida de la persona, como
ocurre en la depresión melancólica.
3. Tiempo. El proceso
de elaborar una pérdida necesita de tiempo, es algo que no ocurre de un día
para otro, sino que conlleva un proceso en el que la persona tiene que
“digerir” toda una serie de cambios y en este periodo es completamente normal
tener sentimientos de tristeza y malestar, que son necesarios para asumir la
pérdida. Mucho se ha hablado sobre cuánto tiempo es lo normal y cuánto no y
existe cierto consenso en hablar de un periodo que oscila entre los 6 meses y 2
años, según el autor. No obstante, el tiempo per se no es significativo, sino cómo la persona está afrontando la
pérdida durante todo ese tiempo.
Por ello, puede haber reacciones que ya desde el cuarto mes
podamos considerar patológicas. En cualquier caso, lo importante es que la
persona sepa que es completamente normal y que, por tanto, se permita
encontrarse mal durante el tiempo que precise.
4. Reconexión. Todo
proceso de duelo acaba con la reconexión de los afectos vinculados al objeto
perdido a un nuevo objeto. Como ejemplo de la no elaboración de la pérdida,
vemos en algunas personas la incapacidad para enamorarse de una nueva pareja o
de encontrar ilusión por el nuevo trabajo. La reconexión a veces implica que
todos esos afectos se vuelcan hacia uno mismo y el individuo encuentra que
tiende a realizar más actividades placenteras o es más productivo en su
trabajo. Esto es algo que ocurre de forma natural y demuestra la capacidad de
la persona de dotar de ilusión y significado a nuevas personas, proyectos o
valores en los que investimos los afectos de los objetos perdidos.
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