Parece mentira
pero han pasado ya cuatro meses desde que comenzó la residencia, y con ello
llega el final de la primera rotación. Veo por ello conveniente echar la vista
atrás y hacer una pequeña reflexión. Puedo así situarme en aquel Octubre de
hace dos años, estudiando para el examen, yendo a clases los sábados y descansando
únicamente el domingo; cuando lo único que me movía para todo aquello eran las
ganas, ilusión, motivación y el “confiar en mí”, en que podría conseguirlo.
Aquellos días eran rutinarios, muy pesados, algunos sentía más esperanza que otros, a veces pensaba “¿valdrá la pena?”, otros me imaginaba con la bata blanca y la tarjeta identificativa de Residente de Psicología Clínica caminando por los pasillos de algún hospital de España, muchos otros tenía la sensación de que por muy duro que estaba siendo no quería quedarme con la duda de poderlo conseguir.
Esa duda fue la que día tras otro me hacía levantar, desayunar y emprender un nuevo tema, hacer un simulacro, repasar un área, ampliar otra, etc…. Fueron rutinas muy diferentes a las que hoy en día tengo, si ahora me paso todo el día con la bata blanca, entonces me pasaba la mayoría de las horas con unas mayas, una sudadera, las gafas y una moño mal hecho (Cuando soy consciente de lo que vivo ahora y recuerdo esos momentos, es paradójico pero sí, todavía a veces, tengo la sensación de estar soñándolo).
Aquellos días eran rutinarios, muy pesados, algunos sentía más esperanza que otros, a veces pensaba “¿valdrá la pena?”, otros me imaginaba con la bata blanca y la tarjeta identificativa de Residente de Psicología Clínica caminando por los pasillos de algún hospital de España, muchos otros tenía la sensación de que por muy duro que estaba siendo no quería quedarme con la duda de poderlo conseguir.
Esa duda fue la que día tras otro me hacía levantar, desayunar y emprender un nuevo tema, hacer un simulacro, repasar un área, ampliar otra, etc…. Fueron rutinas muy diferentes a las que hoy en día tengo, si ahora me paso todo el día con la bata blanca, entonces me pasaba la mayoría de las horas con unas mayas, una sudadera, las gafas y una moño mal hecho (Cuando soy consciente de lo que vivo ahora y recuerdo esos momentos, es paradójico pero sí, todavía a veces, tengo la sensación de estar soñándolo).
En estos cuatro
meses he visto en mi misma una gran evolución, eso no quiere decir que tenga
total dominio como psicóloga clínica pero sí, a nivel de confianza, destreza y
habilidad ante el paciente, he notado mucha diferencia.
Recuerdo la primera prueba de neuropsicología que pasé al primer paciente, estaba nerviosa con temor de no tener suficiente habilidad y que el paciente se sintiera incómodo. Cierto es que hasta la fecha no he tenido ninguna experiencia negativa o complicada, me refiero; a dificultad de gestionar una sesión o sentir cadencia en habilidades terapéuticas.
Finalizados estos cuatro meses que iniciaron con una transición en mi vida personal (cambio de ciudad, de trabajo, de casa, etc…), me expongo ahora a un nuevo cambio que supone otra transición, en este caso no tanto a nivel personal pero sí a nivel profesional. Recuerdo la primera prueba de neuropsicología que pasé al primer paciente, estaba nerviosa con temor de no tener suficiente habilidad y que el paciente se sintiera incómodo. Cierto es que hasta la fecha no he tenido ninguna experiencia negativa o complicada, me refiero; a dificultad de gestionar una sesión o sentir cadencia en habilidades terapéuticas.
El siguiente servicio en el que rotaré será la planta de agudos (durante los siguientes cuatro meses), siguiendo por las tardes en UEC durante las horas de atención continuada (las horas que son cómo guardias para un PIR). Me parece especialmente atractiva la rotación en agudos. No se cómo será pero tras la experiencia en UEC, que el tipo de paciente es similar al de agudos, creo que me gustará mucho y quiero aprovechar al máximo aprender en terapia, adquirir habilidades terapéuticas y gestionar correctamente cada caso en particular.