jueves, 30 de noviembre de 2017

Experiencias Residentes PIR 18. Mi primer paciente.


Y casi sin darme cuenta, llevo 5 meses y pico de rotación por mi CSM y, a medida que el tiempo va pasando, mi grado de responsabilidad va aumentando de forma progresiva.
Hace unas semanas os contaba cómo había sido mi primera evaluación, así que hoy vamos a subir un escalón más y voy a compartir con vosotr@s cómo fue mi primera experiencia con un paciente a partir de ese punto.

No sé si os acordaréis del guion que tenía para hacer la entrevista inicial del paciente (aunque luego no lo siguiera estrictamente), pues bien una vez acabado ese guion tocaba dar el siguiente paso y cualquiera podría decir “está claro, el siguiente paso es el tratamiento”, pero en mi cabeza más que claridad había un auténtico caos con preguntas del tipo: ¿qué tratamiento? ¿Por dónde empiezo? ¿Tengo información suficiente para empezar? Y la más importante, ¿cómo lo hago?

Mi primer paciente me llegó a partir de uno de los psiquiatras de mi centro, llevaba varios meses con él siguiendo un tratamiento farmacológico, que hasta el momento no estaba logrando una mejoría de la sintomatología basal del paciente. En mi centro, las historias clínicas se realizan en papel, lo cual en mi caso dificultó bastante la comprensión de las anotaciones previas, por lo que aún con más ahínco decidí recopilar de primera mano toda la información que pudiera ser relevante, para así poder hacer una formulación del caso lo más completa posible. Aún recuerdo el primer pensamiento que apareció en mi cabeza cuando vi a esta persona ANSIEDAD. Podía percibir su nerviosismo desde el temblor de sus manos hasta su sudoración o su respiración acelerada. En ese instante, el foco de mi atención se desplazó de mi misma y de todas las dudas previas a todos esos detalles y al imperante deseo que sentía por poder ayudar a esa persona a reducir su malestar. Intenté recoger toda la información acerca del problema actual, de sus síntomas (fundamentalmente ansioso-depresivos de alta gravedad y enormemente limitantes), de la evolución, de las posibles relaciones que establecía el paciente entre estos elementos y diferentes acontecimientos de su vida, de su profesión, su familia, su red social, sus apoyos, sus expectativas…

Seguro que algún@ de vosotr@s se estará preguntando “¿y cuándo empieza con la parte de la terapia?” Pues bien, en este caso, la propia evaluación constituía una intervención psicológica en sí misma, ya que el paciente siendo fiel a su patrón de funcionamiento habitual marcado por la evitación generalizada, incurría en ella cada vez que abordábamos temas nucleares durante las sesiones, lo cual dificultaba la obtención de ciertos datos. Sin embargo, poco a poco hemos ido consolidando una buena relación terapéutica y hemos podido ir superando algunas de estas barreras y profundizando en algunos de estos temas que le resultan tan ansiógenos, consiguiendo una exposición progresiva a los mismos, como un paso previo a una exposición in vivo a ciertas situaciones de su vida. Aunque el trabajo está siendo lento, seguimos esforzándonos por ir superando obstáculos que nos permitan ir consiguiendo pequeños objetivos.

Supongo que por ser el primero, lo viví de una forma especial. No tenía nada con lo que comparar y cada pequeño avance e incluso cualquier retroceso lo sentía como algo totalmente nuevo. No obstante, he de señalar que a lo largo de este proceso, he contado con la supervisión de mi adjunta, compartiendo impresiones e hipótesis del caso y resolviendo algunas de mis dudas e inquietudes no solo sobre el paciente, si no de mi rol durante la terapia (que os puedo asegurar que eran casi más).

Sin duda, si algo estoy aprendiendo en estos meses es que en este trabajo no existen el blanco y el negro si no que entre medias hay toda una escala de grises, al igual que no siempre hay una evaluación claramente diferenciada de una intervención.  

Os deseo muchísimo ánimo a tod@s en vuestro estudio. ¡Muchísimas gracias a tod@s!

LAURA PÉREZ

Psicóloga Interna Residente

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Oniomanía

                      Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe




Pasado el Black Friday, las rebajas después, no sé si alguna semana será fantástica y descuentos siempre habrá y, al final, todo me lleva al título de este artículo, referencia inequívoca de la necesidad patológica de comprar cosas, más allá de las verdaderas necesidades (quien esté libre de pecado que tire la primera piedra). Pero no hablaré en primera persona porque no me parece. Estoy pensando en un amigo que tiene paratereseomanía y es que está siempre buscando la novedad. Lo gracioso es que se pone a canturrear continuamente delante de un escaparate (vaya con su ritmomanía).

Hace tiempo que no veo a esta persona y lo cierto es que dicen que tiene una necesidad mórbida de estar continuamente activo. Uno que trabaja en el gremio del diagnóstico anticipó su ergasiomanía pero no me hizo ni caso y optó por no descansar. Ahí se alejó del perfil de otro amigo mío que exhibía orgulloso su clinomanía. Bueno, la verdad es que no la exhibía porque consiste en una afición exagerada a permanecer en la cama y no precisamente por un ejercicio de satiromanía (esta asumo se sabe lo que significa). Total que volviendo a mi primer colega era un poco grotesco y, qué nadie se asquee, continuamente escupía (sialomanía) y su habitación no invitaba al descanso dada su silogomanía (obsesión por acumular basura). Al menos era una persona habladora que nunca escondía su logomanía si bien me ponía nervioso por su tricotilomanía, titilomanía y simetromanía. Su mera visión generaba intranquilidad en mí al estar arrancándose cabello, rascándose continuamente y efectuar movimientos simétricos con los brazos o con los pies.

Seguro que estáis pensando en las extrañas amistades que tengo. A mí me pilla lo de la onicotilomanía no radical… Vamos, en castizo, que me muerdo las uñas pero no me las arranco. Aunque viendo esto de las manías me pilla alguna más confesable como la aritmomanía (compulsión a realizar operaciones aritméticas) o la… mejor no sigo y hablo de mi amigo. Recuerdo su nosomanía y derivada de la misma su acaromanía (sarna imaginaria), tiroidomanía (creencia de padecer una enfermedad tiroidea), bricomanía (nada que ver con lo que estáis pensando sino con rechinar los dientes) o tuberculomanía (creencia en padecer tuberculosis), oreximanía (temor infundado a enflaquecer y a raíz de ello comer como si no hubiese un mañana) o su sifilomanía (creo que no hace falta aclarar). Incluso un día me llegó a decir que creía estar siendo envenenado por estricnina (estricninomanía). Permitidme un matiz macabro y de escueto humor negro, pero lo raro que no se haya planteado a la autofonomanía (manía suicida), ojalá que no.

En mi afán por ofrecer ayuda comenté que me encantaría fuera invadido por una impulsión irrefrenable de huir de la casa paterna (drapetomanía) aunque sin caer en la poriomanía y/o vagabundeo. Pero era una persona demasiado orgullosa y henchida en un narcisismo que no ocultaba hablando de su belleza continuamente (calomanía), de su sapiencia (sofomanía) y, en definitiva,  exhibiendo su megalomanía.

Desde hace dos años no sé nada más de esta persona ya que terminó haciéndome caso en lo de absandonar de la casa familiar. Algunos cuentan que en su afán de estar ocupado optó por la búsqueda de sensaciones y se dedicó al arte de robar. Comenzó sin objetivos específicos llevado por una cleptomanía incontrolable, pero luego acabó robando libros sin parar (bibliocleptomanía) y queriendo tener una vida errante (dromomanía), viviendo en soledad y al aire libre (agromanía).

En fin, que se fue dando rienda suelta a su eleuteromanía (pasión excesiva por la libertad) y sumergiéndome en cierta melancolía ante su marcha (no llegué a la melancolía extrema o lipemanía). Espero que algún día quiera volver a su hogar de forma irrefrenable (nostomanía) y así podamos irnos juntos de compras y experimentar la oniomanía.

sábado, 25 de noviembre de 2017

Machismo

                           Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe

Hoy es el día internacional de la no violencia contra la mujer y, hasta el día 10 de noviembre de este año estaban confirmadas cuarenta y cuatro mujeres asesinadas en el contexto de la también llamada violencia machista en España. Lamentablemente, esta mañana cuando me he levantado y he ido presto a leer la prensa he visto consternado como había un nuevo crimen que posiblemente se sumaba a alguna otra mujer fallecida durante estos días que median entre el dato oficial que aporto con fecha y el presente día 25 de noviembre. Este abominable dato se une a las cuarenta y cuatro mujeres del año pasado y a otras tantas personas fallecidas cada año que, lejos de ser una fría y sórdida cifra reveladora de una lacra social, encierran detrás un sinfín de proyectos de vida destruidos así como familias y familiares destrozados. Detrás de esta sórdida realidad que en algunos entornos se empeñan en cuestionar, está un conjunto de factores y variables que condicionan y modulan esta realidad. Unas u otras culturas tienen mayores posibilidades y predictores de la violencia de género y, en este sentido, en nuestra cultura supongo que nadie podrá cuestionar el valor predictor del machismo. Aludiendo a una estricta y mesurada opinión personal, considero que el machismo no sólo es un factor predisponente de la violencia de género sino que, de alguna manera, constituye una expresión (más o menos marcada) de la misma o, cuanto menos, una manifestación de una inercia social predisponente a considerar que el varón es por naturaleza superior a la mujer subyugándola al poder del hombre.

El machismo implica actitudes, conductas y prácticas sociales que minimizan y soslayan el papel de la mujer en áreas relevantes de la vida como son la familiar, sexual, económica, legislativa, intelectual, anatómica, lingüística, histórica, cultural, académica y un largo etcétera. Cuesta poco poner ejemplos de algunas de estas situaciones. En este sentido, a nivel familiar nos encontramos con unos sistemas familiares muchas veces tendentes al patriarcado y/u orientados en torno a la figura del varón como elemento tomador de decisiones que se anteponen a las que pueda tomar la mujer. Me viene a la mente una frase muchas veces escuchada y probablemente dicha también consistente en señalar esa es la mujer de…; ¡qué paradoja! supone no escuchar nunca ese es el hombre de…. Puestos a entrar en otras áreas en las que se revela el machismo, nadie me negará que el sexismo y sus connotaciones se extienden a nuestro lenguaje cotidiano. Perdonadme las palabras soeces, pero qué terrible es que algo aburrido sea denominado coñazo y algo divertido sea la poya. Siguiendo esta retórica cuando hay un caos percibido hablamos del coño de la Bernarda pero cuando algo está muy bien hecho es “cojonudo”. Pienso en el mundo animal y no es lo mismo señalar que alguien es un zorro que una zorra o un gallo que una gallina. De la misma forma y tirando de refranero llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre o mujer sin hijos, jardín sin flores u otro más zafio aún, a la mujer casada y casta, el marido le basta. No busquéis su homólogo en masculino, simplemente no existe.

 Los llamados micromachismos viven inmersos en nuestra cotidianeidad y todos participamos de ellos en mayor o menor medida. Me cuesta pensar que llamemos a alguien señorito pero, sin embargo, perfectamente distinguimos señorita de señora. Os invito a probar a pedir en un bar dos bebidas si estáis una mujer y un hombre. Por favor, que esas bebidas sean una alcohólica y otra sin alcohol (por ejemplo, una cerveza y un zumo). Estoy bastante convencido que en la mayoría de las ocasiones, si no hay una pregunta o aclaración, la cerveza será colocada delante del hombre y, asimismo, la cuenta será de su propiedad. Sé que no hay que sacar las cosas de quicio, pero no pasa nada por intentar hacernos conscientes de todas estas situaciones. Cuando vamos a un centro comercial es curiosa la oportunidad que se da a la mujer de ser ella quien cambie los pañales de un bebé. Perdonadme la ironía previa, pero más que posibilidad se obliga a que sea ella ya que sólo existe la posibilidad en su baño. Pensando en política, aunque me apetezca poco, si hablamos de los hombres nos sale el nombre e incluso el apellido aunque habitualmente predomina el apellido (Rajoy, Sánchez, etc…). En el caso de las mujeres nadie dice Santamaría o Díaz por señalar ejemplos. 

Otras expresiones como nenaza, comportarse como una señorita o aún más tétricas como comentarios del tipo “habrá igualdad cuando pongan un día internacional del hombre y no sólo de la mujer son normalizadas en una cultura androcéntrica en la que la testosterona parece ser la variable que determina y condiciona una imaginaria superioridad en todas las esferas relevantes. Bien es cierto que esta hormona condiciona la identidad de género pero no menos cierto que la correlación positiva entre altos niveles de testosterona y conducta agresiva en humanos está más que demostrada. 

No quiero cerrar este escrito sin retomar las escalofriantes cifras que lo abrían. Sólo una sociedad que promueva una igualdad verdadera en todos los ámbitos puede considerarse madura y garante de la libertad y, para llegar a ese punto, guste o no, hay que promover medidas encaminadas a la protección de aquellas personas que están, sin ser así, en una posición de inferioridad. La llamada discriminación positiva (no me gusta la denominación) supone un elemento necesario en tanto en cuanto siga habiendo manifestaciones sexistas que son subyacentes a una cultura en la que muchas veces sólo recordamos la existencia del machismo y sus posibles correlatos violentos cuando hay una víctima. Permitidme exclamar ¡NI UNA MENOS!

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Experiencias Residentes PIR 17 .Después de las vacaciones toca volver a la rutina…


Como ya sabéis  ahora estoy en el servicio de agudos. Inicié la rotación a principios de este mes pero a los 10 días cogí las vacaciones puesto que todavía no las había hecho. Los primeros días fueron bastante intensos, el tipo de paciente y la dinámica de la planta eran muy diferentes a los del anterior servicio en el que hice la rotación (neuropsicología).

Después de las vacaciones y de un magnifico viaje al país del baile, Cuba, ha tocado volver adaptarse a los madrugones, al aguante de estar todo el día en el hospital, a la bata blanca, los ascensores y bueno también al reencuentro con las compañeras que eso es lo mejor.

Os contaré como es la dinámica de la planta para que os podáis hacer una idea del funcionamiento del servicio de agudos.  Por las mañanas entramos a las 8:00, a primera hora, mientras los pacientes de levantan y desayunan, se revisan los ingresos que hay en planta por si hay alguna alta, poder hacer el informe. A las 9:30 inicia “el pase”, una reunión interdisciplinar (enfermería, psiquiatría, jefe de la planta, residentes, psicología, estudiantes etc.), en este espacio, enfermería se encarga de traspasar  información actualizada de cada uno de los pacientes; esto se realiza cada día, en esta reunión también de habla de los nuevos ingresos, de las altas previstas, de la derivación a otras unidades, de los pacientes que se derivan a psicología para seguimiento individual o terapia grupal, etc. Seguidamente, organizamos la mañana con mi adjunta de psicología y el alumno del master de psicólogo general sanitario.

En esta ocasión os describiré una de las secciones que más me gustan de la planta, la terapia grupal.

Mi adjunta es especialista en psicoterapia grupal para psicóticos. Estas terapias grupales tienen una duración de 45 minutos y se realizan los miércoles y los viernes. Cada paciente derivado de psiquiatría para hacer la terapia grupal tiene que hacer la entrevista pre-grupo muy breve, en la que se le preguntan aspectos como: consumo de sustancias tóxicas, contacto con red de salud mental, si es conocedor de su diagnóstico y al final de la entrevista se le exponen las tres normas para asistir al grupo, que son; puntualidad (se especifica la hora y los días de realización de la terapia), confidencialidad (aclarando que lo que se dice en el grupo se queda en el grupo) y respeto (hacía los demás compañeros). Una vez hecho el pre-grupo el paciente pasa a formar parte del grupo y en la misma entrevista se le da la bienvenida. Después del grupo se realiza el post-grupo y la transcripción de la sesión. Por un lado, el post-grupo consiste en realizar una especie de “análisis”  en que adjunta, residente y alumno de master (presentes en la sesión grupal) ponemos en común las opiniones de cada uno y así damos significado a lo sucedido durante la sesión. Por otro lado, la transcripción consiste en, justamente esto, transcribir literalmente lo que ha sucedido en el grupo, y se hace de manera objetiva sin realizar ningún tipo de crítica ni juicio de valor.

En lo que se refiere al seguimiento individual, se realiza una vez el paciente es derivado por parte de su médico de referencia.

BARBARA CITOLER NAVAL , Residente PIR

jueves, 2 de noviembre de 2017

Experiencias Residentes PIR 16 . RICHARD BENTALL



Unas cuantas semanas atrás, tuve el placer de poner cara a uno de esos cientos de nombres que estudiamos durante el PIR y que para mi, hasta entonces, no era más que uno más: Richard Bentall.

Esta experiencia fue de lo más gratificante, el poder escuchar de su propia boca eso que había tratado de memorizar tantas veces, entender su visión particular de la psicosis y ver de una forma más pormenorizada cuál es su línea de tratamiento y en qué se fundamenta…

El encuentro tuvo lugar en el aula del hospital en el que habitualmente damos docencia y dedicamos al mismo varias horas de la mañana. La exposición se realizó íntegramente en inglés. He de reconocer que en principio esta era mi mayor preocupación, ya que llevo un tiempo sin practicar este idioma y temía perder el hilo de la ponencia; sin embargo, tuvo la deferencia de hablar de una forma más pausada para que todos pudiéramos impresionarnos con sus conocimientos… así que sorprendentemente (y gracias también a que usó diapositivas) me enteré de la práctica totalidad de la charla.

La verdad es que su discurso estaba teñido por el característico humor británico, del que curiosamente nos hizo partícipes a todos, por lo que el encuentro con él más allá de lo profesional, resultó sumamente interesante.

Nos habló precisamente de aquello por lo que es conocido, la psicosis, pero además explicó cómo la paranoia podía resultar algo adaptativo en ciertos contextos y de cómo no ha sido posible encontrar un punto claro que permita diferenciar la paranoia normal de la clínica.

Nos presentó diferentes modelos y lo que varios de ellos tienen en común (una autoestima negativa, la anticipación y sobreestimación de la amenaza social…) y también expuso cómo en el procesamiento psicológico en la psicosis los componentes cognitivos y afectivos influyen de modo independiente, de la importancia del componente afectivo y, sobre todo, se refirió a la relación entre la psicosis y otro término que seguro que a estas alturas os suena muchísimo a la mayoría de vosotr@s: el apego.

Asimismo, nos enseñó los resultados de varios estudios bastante llamativos, como algunos realizados en vecindades, para plasmar el impacto que pueden tener ciertos factores, como la necesidad de pertenencia, en el desarrollo de las enfermedades del espectro psicótico.

En un contexto menos formal, una vez acabada la presentación, el propio Bentall decidió ir a tomar un café con los residentes en la cafetería del hospital y compartir una charla más distendida sobre diversos temas (no sólo psicológicos), lo que nos permitió la oportunidad de conocerlo un poquito más allá de su trabajo.

Tengo que reconocer que la docencia en mi hospital, sobre todo en el aspecto más teórico, es uno de sus puntos fuertes.

Y si bien esto ocurrió varias semanas atrás, os cuento que en este momento estamos disfrutando de un curso de “Terapia basada en la mentalización” que está siendo tremendamente formativo y que en mi caso, me está ayudando a poner el foco en consulta en aspectos de la relación terapéutica que hasta ahora no habían captado suficientemente mi atención.


Sin duda, una de las mayores ventajas del PIR es el acceso a este tipo de formación y de personas, a las que de otro modo sería muy complicado poder acceder… Así que si aún seguís buscando motivos que os impulsen a continuar esforzándoos día tras día, espero que esto os ayude a seguir con ánimo e ilusión, porque lo mejor para todos vosotr@s, está aún por llegar.


LAURA PÉREZ

Psicóloga Interna Residente