Pasado el Black
Friday, las rebajas después, no sé si alguna semana será fantástica
y descuentos siempre habrá y, al final, todo me lleva al título de este
artículo, referencia inequívoca de la necesidad patológica de comprar cosas,
más allá de las verdaderas necesidades (quien
esté libre de pecado que tire la primera piedra). Pero no hablaré en
primera persona porque no me parece. Estoy pensando en un amigo que tiene paratereseomanía y es que está siempre
buscando la novedad. Lo gracioso es que se pone a canturrear continuamente
delante de un escaparate (vaya con su ritmomanía).
Hace tiempo que no veo a esta persona y lo cierto
es que dicen que tiene una necesidad mórbida de estar continuamente activo. Uno
que trabaja en el gremio del diagnóstico anticipó su ergasiomanía pero no me hizo ni caso y optó por no descansar. Ahí
se alejó del perfil de otro amigo mío que exhibía orgulloso su clinomanía. Bueno, la verdad es que no
la exhibía porque consiste en una afición exagerada a permanecer en la cama y
no precisamente por un ejercicio de satiromanía
(esta asumo se sabe lo que significa). Total que volviendo a mi primer colega
era un poco grotesco y, qué nadie se asquee, continuamente escupía (sialomanía) y su habitación no invitaba
al descanso dada su silogomanía
(obsesión por acumular basura). Al menos era una persona habladora que nunca
escondía su logomanía si bien me
ponía nervioso por su tricotilomanía,
titilomanía y simetromanía. Su mera visión generaba intranquilidad en mí al estar
arrancándose cabello, rascándose continuamente y efectuar movimientos
simétricos con los brazos o con los pies.
Seguro que estáis pensando en las extrañas
amistades que tengo. A mí me pilla lo de la onicotilomanía no radical… Vamos, en castizo, que me muerdo las
uñas pero no me las arranco. Aunque viendo esto de las manías me pilla alguna más confesable como la aritmomanía (compulsión a realizar operaciones aritméticas) o la…
mejor no sigo y hablo de mi amigo. Recuerdo su nosomanía y derivada de la misma su acaromanía (sarna imaginaria), tiroidomanía
(creencia de padecer una enfermedad tiroidea), bricomanía (nada que ver con lo que estáis pensando sino con
rechinar los dientes) o tuberculomanía
(creencia en padecer tuberculosis), oreximanía
(temor infundado a enflaquecer y a raíz de ello comer como si no hubiese un
mañana) o su sifilomanía (creo que
no hace falta aclarar). Incluso un día me llegó a decir que creía estar siendo
envenenado por estricnina (estricninomanía).
Permitidme un matiz macabro y de escueto humor negro, pero lo raro que no se
haya planteado a la autofonomanía
(manía suicida), ojalá que no.
En mi afán por ofrecer ayuda comenté que me
encantaría fuera invadido por una impulsión irrefrenable de huir de la casa
paterna (drapetomanía) aunque sin
caer en la poriomanía y/o vagabundeo. Pero era una persona
demasiado orgullosa y henchida en un narcisismo que no ocultaba hablando de su
belleza continuamente (calomanía),
de su sapiencia (sofomanía) y, en
definitiva, exhibiendo su megalomanía.
Desde hace dos años no sé nada más de esta
persona ya que terminó haciéndome caso en lo de absandonar de la casa familiar.
Algunos cuentan que en su afán de estar ocupado optó por la búsqueda de
sensaciones y se dedicó al arte de robar. Comenzó sin objetivos específicos
llevado por una cleptomanía
incontrolable, pero luego acabó robando libros sin parar (bibliocleptomanía) y queriendo tener una vida errante (dromomanía), viviendo en soledad y al
aire libre (agromanía).
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