miércoles, 29 de noviembre de 2017

Oniomanía

                      Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe




Pasado el Black Friday, las rebajas después, no sé si alguna semana será fantástica y descuentos siempre habrá y, al final, todo me lleva al título de este artículo, referencia inequívoca de la necesidad patológica de comprar cosas, más allá de las verdaderas necesidades (quien esté libre de pecado que tire la primera piedra). Pero no hablaré en primera persona porque no me parece. Estoy pensando en un amigo que tiene paratereseomanía y es que está siempre buscando la novedad. Lo gracioso es que se pone a canturrear continuamente delante de un escaparate (vaya con su ritmomanía).

Hace tiempo que no veo a esta persona y lo cierto es que dicen que tiene una necesidad mórbida de estar continuamente activo. Uno que trabaja en el gremio del diagnóstico anticipó su ergasiomanía pero no me hizo ni caso y optó por no descansar. Ahí se alejó del perfil de otro amigo mío que exhibía orgulloso su clinomanía. Bueno, la verdad es que no la exhibía porque consiste en una afición exagerada a permanecer en la cama y no precisamente por un ejercicio de satiromanía (esta asumo se sabe lo que significa). Total que volviendo a mi primer colega era un poco grotesco y, qué nadie se asquee, continuamente escupía (sialomanía) y su habitación no invitaba al descanso dada su silogomanía (obsesión por acumular basura). Al menos era una persona habladora que nunca escondía su logomanía si bien me ponía nervioso por su tricotilomanía, titilomanía y simetromanía. Su mera visión generaba intranquilidad en mí al estar arrancándose cabello, rascándose continuamente y efectuar movimientos simétricos con los brazos o con los pies.

Seguro que estáis pensando en las extrañas amistades que tengo. A mí me pilla lo de la onicotilomanía no radical… Vamos, en castizo, que me muerdo las uñas pero no me las arranco. Aunque viendo esto de las manías me pilla alguna más confesable como la aritmomanía (compulsión a realizar operaciones aritméticas) o la… mejor no sigo y hablo de mi amigo. Recuerdo su nosomanía y derivada de la misma su acaromanía (sarna imaginaria), tiroidomanía (creencia de padecer una enfermedad tiroidea), bricomanía (nada que ver con lo que estáis pensando sino con rechinar los dientes) o tuberculomanía (creencia en padecer tuberculosis), oreximanía (temor infundado a enflaquecer y a raíz de ello comer como si no hubiese un mañana) o su sifilomanía (creo que no hace falta aclarar). Incluso un día me llegó a decir que creía estar siendo envenenado por estricnina (estricninomanía). Permitidme un matiz macabro y de escueto humor negro, pero lo raro que no se haya planteado a la autofonomanía (manía suicida), ojalá que no.

En mi afán por ofrecer ayuda comenté que me encantaría fuera invadido por una impulsión irrefrenable de huir de la casa paterna (drapetomanía) aunque sin caer en la poriomanía y/o vagabundeo. Pero era una persona demasiado orgullosa y henchida en un narcisismo que no ocultaba hablando de su belleza continuamente (calomanía), de su sapiencia (sofomanía) y, en definitiva,  exhibiendo su megalomanía.

Desde hace dos años no sé nada más de esta persona ya que terminó haciéndome caso en lo de absandonar de la casa familiar. Algunos cuentan que en su afán de estar ocupado optó por la búsqueda de sensaciones y se dedicó al arte de robar. Comenzó sin objetivos específicos llevado por una cleptomanía incontrolable, pero luego acabó robando libros sin parar (bibliocleptomanía) y queriendo tener una vida errante (dromomanía), viviendo en soledad y al aire libre (agromanía).

En fin, que se fue dando rienda suelta a su eleuteromanía (pasión excesiva por la libertad) y sumergiéndome en cierta melancolía ante su marcha (no llegué a la melancolía extrema o lipemanía). Espero que algún día quiera volver a su hogar de forma irrefrenable (nostomanía) y así podamos irnos juntos de compras y experimentar la oniomanía.

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