viernes, 15 de diciembre de 2017
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jueves, 14 de diciembre de 2017
Des…pa…ci…to…
Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe
Subrayo que las obsesiones
son difíciles de abandonar, pero quién quiere hacerlo si producen alegría. Al
final espero haber puesto un matiz serio a este artículo pero vuelven a mi
mente esas tortuosas melodías. Decía Nietzsche
que sin la música la vida sería un error.
Es obvio que no conoció algunos de los temazos
que he propuesto en el segundo párrafo y aún más nítido es no poder imaginar a
tan ilustre filósofo tarareando la barbacoa, mami que será lo que quiere el
negro, el chiringuito o cachete con cachete, pechito con pechito y
ombligo con ombligo (vaya tela) y
aún menos cantando des…pa…ci…to.
Pongámonos serios y que nadie piense que esto va
a consistir en un análisis del porqué de mejor tomarse las cosas con calma o
las virtudes de la prudencia y el pensar analítico en según qué (quizá la
mayoría) de las circunstancias. Lo cierto es que el ritmillo en cuestión ha podido llegar a suponer una fuente
elicitante de síntomas cercanos a lo postraumático que en este momento no
compartiré por respeto incluso a mí mismo. El caso es que utilizando como
excusa una “canción del verano” me propongo hablar de los pensamientos
obsesivoides.
He de señalar que en esta temática de la canción
del verano el auténtico genio es Georgie
Dann. Cuánta ideación obsesivoide puede haber generado este señor y siempre
con temáticas tan bisoñas (en su tiempo) y abordando temáticas tan necesarias
como las viandas que emergen del fuego purificador de la barbacoa, las dudas
existenciales que puede tener una persona de otra raza, el encuentro grupal que
supone ese local playero con bebidas heladas o la interacción que se puede dar
entre nuestras mejillas, torso y ombligo (algo he censurado). No creáis que hay
mucha más profundidad interpretativa en las composiciones de la última década.
De hecho, creo que he de negarme a hablar de Sofía, bicicletas o de que
alguien se atreva a volver. Mucho menos nombraré gozaderas y me niego a seguir bailando.
Tal riqueza y complejidad de temáticas me lleva a decir que no hay dos sin tres o que tengas cuidado
por se eu te pego (creo que no se
traduce como yo pienso). Como hay gente pa
tó os invito a poner la mano arriba,
cintura sola y dar media vuelta pero sin dejar de leer este artículo. Todo
sea que no acabes por no entender nada y te suene a waka waka. I gotta feeling
acerca de no saber ni yo hacia donde me dirijo. Quizá despacito me vayan viniendo ideas de por qué se nos quedan estos u
otros temas y se convierten en pensamientos
obesivoides que dominan nuestra mente agolpados al lado de la barbacoa (¡cómo me gusta!).
Lo malo de estas composiciones es que a veces se
nos quedan atascadas y no hay quien se libre de ellas. Esta viscosidad y lo pegajoso de la misma han
sido denominados en el ámbito anglosajón como gusano de oído y se consideran históricas en esto del gusaneo algunas letras como “We will rock you”, “The final countdown” o “Livin´
on a prayer”. Lo admito, selecciono las que me gustan de las que son (para
eso soy quien escribe). Bajando la temática a lo concreto, las canciones que pueden
colonizar nuestra mente lo hacen en virtud de su potencia melódica, por
conectarnos emocionalmente con su contenido o, qué narices, porque nos las
repiten (o nos las repetimos) hasta la saciedad. A nadie se le escapará que si
todo el rato nos están diciendo que va a llover acabaremos siendo auténticos
meteorólogos y prediciendo lluvias por doquier. Es lo que tienen los pensamientos obsesivoides que, en todo
caso, si son buenos, pues adelante y que campen a sus anchas por nuestra mente.
Lo malo es cuando interfieren con nuestra cotidianeidad y dificultan el obrar.
Extrapolándolo a la relación con otros, si alguien nos afecta y es nocivo hemos
de apartarnos y en el caso de lo obsesivoide
más de lo mismo. Si un tema nos absorbe hemos de dejar de contactar con ello,
lo que implica que a una persona no la veríamos en tanto en cuanto nos
supusiera un problema. Volviendo a la música, para quitarnos un tema de la
cabeza no queda más remedio que elegir otro. Aquí no puedo más que
reírme con cierta consternación ya que lo que sirve para los pensamientos
espero que no tenga un paralelismo con las personas (si bien ya se sabe el
archiconocido a rey muerto… rey puesto).
Parece que el cambio de tema musical está para
combatir lo obsesivoide y,
poniéndome serio, las personas tenemos la capacidad de programar nuestro pensamiento.
Desechar angustias, tristezas, malos recuerdos o penurias puede realizarse a
través de una simple elección diaria. Hablamos de música, pero puede ser
cualquier cosa. Repitámonos aquello que nos hace crecer y conectemos con una
mentalidad constructiva. Puede que un tema armonioso y rítmico nos saque de una
situación que nos ha hecho daño. Al final la vida no deja de ser como una
canción en la que puede haber momentos que desafinen pero que si ensayamos lo
suficiente conseguimos generar una melodía acompasada y cadente.
miércoles, 6 de diciembre de 2017
Experiencias Residentes PIR 19. UN MOMENTO PARA UNA REFLEXIÓN
TRAS MUCHO CAMINO RECORRIDO, UN MOMENTO PARA UNA REFLEXIÓN
Esta vez me apetece
dedicaros unas palabras a todos los que estáis día tras día al pie del cañón
persistiendo en vuestro objetivo y alejarme por una ocasión, de mis rotaciones
y mi experiencia en el hospital.
Muchos de vosotros debéis llevar varios meses
de recorrido y a estas alturas, el cansancio y la motivación pueden tener
numerosos altibajos. Las fechas que se acercan ahora son algo críticas, a mí me
recuerdan al verano, sólo que las Navidades son más cortas y la fecha del examen
está bastante más próxima por lo que todo es mucho más intenso.
Recuerdo el año
pasado a estas fechas, estaba en otra ciudad, viviendo con mis padres, tenía
ganas de que llegaran las navidades, porque a mí personalmente me gustan pero
recuerdo que la sensación que tenía entonces era de indiferencia, quería que
llegasen y pasaran rápido a la vez. Ahora lo veo desde fuera (trabajando y con la
plaza) y al igual que muchas otras cosas que os he ido contando esta sensación
también ha cambiado respecto a la que tenía durante la preparación del PIR.
Incluso tratándose de las
mismas fechas, la sensación del primer año de preparación fue muy diferente a
la del segundo año. El primero lo viví con ganas de que pasarán, supongo que el
estrés me hacía pensar que no las iba a disfrutar como me gustaría y para eso,
mejor que pasaran rápido…en cambio, el segundo año de preparación la sensación
era muy diferente.
Cuando te presentas la primera vez y lo has dado todo, has
dejado muchas cosas de lado, has dicho que no a miles de planes y viajes, y
quedadas…y no consigues la plaza…la sensación es bastante desagradable pero a
medida que pasa el tiempo y te preparas de nuevo, al menos mi sensación era,
“esta vez no me lo tomaré de la manera que me lo tomé” (y ahora me explico).
Si
que es necesario ser constante en la preparación y saber “decir que no” pero
hasta cierto punto, somos personas, y como todo ser humano necesitamos
desconectar y todo es posible, únicamente es cuestión de establecer unos
límites (como la mayoría de cosas en esta vida). Es importante que lo estrictos
que somos en la organización del estudio también lo seamos para compaginar
nuestra vida personal durante la preparación.
Tan importante va a ser que cada
día te despiertes a la hora y no te quedes dormido, como que sepas escucharte a
ti mismo e intentes reconfortarte puesto que es una etapa prolongada y costosa
de sobrellevar.
Con esto me gustaría trasladaros que, puede haber tiempo para la serie, para las
reuniones familiares para cocinar, etc. sí es lo que a uno le gusta y le
reconforta, se trata de organizarse, adaptar un “poco el planning” para poder
satisfacer una necesidad que al fin y al cabo, si es lo que nos gusta es
suficiente razón como para cubrirla, poder disfrutar de esos “momentos de
escape” que muchas veces piensas que no tocan o que a veces ni nos los
permitimos por el mero hecho de pensar que “perdemos el tiempo” (error).
Con
esto os quiero decir chicos, que intentéis cero agobios en el sentido de, disfrutar
de las cenas o los cafés de reencuentro con los amigos de toda la vida, de las
reuniones familiares, de una tarde de patines sobre hielo….estos momentos dan
mucha fuerza para la recta final y aunque la sensación de “perder el tiempo” y
estar intranquilo porque “debería haber terminado tal área” exista, os
recomiendo que podáis permitiros esos instantes de satisfacción.
Retomando
lo que he comentado al principio, y con esto ya termino, son ya muchos meses y
la fatiga mental está presente además de los nervios por el tiempo y la
cercanía del examen. Poderse dar algún respiro ayuda a que no “te sientas
ahogado”, literalmente, y que si no sale bien esa sensación tan desagradable de
la que os hablaba al principio, pueda sobrellevarse mejor.
BARBARA CITOLER NAVAL , Residente PIR
martes, 5 de diciembre de 2017
Asesinar en serie
Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe
NASH es el acrónimo formado con la primera letra de
los términos natural, accidente, suicidio y homicidio, a saber, las cuatro
formas de muerte existentes. Profundizando en estos conceptos me surge la
cuestión de los determinantes que llevan a una persona a matar a otra y, es
en ese momento, cuando otros conceptos copan mi pensamiento. Palabras como psicopatía,
mafias, sectas, conducta antisocial, maltrato, sadismo y un largo etcétera
están conectadas con la posibilidad de matar y aún más de matar en serie.
Profundizando más en los perfiles de los asesinos en
series tradicionalmente se han considerado cinco motivaciones principales que
definen subtipos de homicidas: videntes, misioneros, hedonistas,
instrumentales (beneficio) o poder/control. Los llamados motivos videntes se vinculan a la existencia
de algún tipo de afección mental que condicione el comportamiento del
individuo y, en este sentido, uno de los ejemplos históricos es Ed Gein,
apodado el Carnicero de Plainfield,
de profesión costurero. En su
domicilio se encontraron todo tipo de restos de seres humanos con los que en
una aparente necrofilia y presumible canibalismo decoraba su domicilio (sofá
con piel humana) o incluso llegó a hacerse complementos (cinturón con pezones
humanos). Este macabro personaje fue inspiración para la realización de la
película Psicosis. En España ha habido algún perfil relativamente similar
como es el mendigo asesino que
confesó haber degollado a 13 personas entre 1987 y 1993 en un contexto de
sintomatología paranoide y también de profanación de tumbas.
En el caso de los misioneros son asesinos que justifican sus acciones al
supuestamente ajusticiar a personas indeseables. Bajo este prisma entran
perfiles de homicidas que creen estar haciendo algún tipo de justicia social
cuando en realidad dan rienda suelta a su agresividad. En este sentido y como
ejemplo macabro cabría señalar la figura de Joaquín Ferrándiz, apodado el asesino de prostitutas por los tres
crímenes de esta índole que cometió. En el caso de los hedonistas matan por placer y, muy frecuentemente, hay un rasgo
sexual en sus crímenes. Si bien no había motivaciones sexuales, el asesino de la baraja (Alfredo Galán)
mató a seis personas entre los meses de enero y marzo de 2003 con una pistola
recabada en su pasado militar en Bosnia. Su firma con cartas de una baraja
pretendía ensalzar su sensación de poder y necesidad de ser notorio en un más
que claro complejo de inferioridad.
Respecto a los motivados por el beneficio, estarían los planteamientos de aquellos que quieren
lucrarse o tener algún tipo de lucro. El caso de Margarita Sánchez (la viuda negra) es un buen ejemplo.
Esta persona mataba a sus víctimas con un veneno que ponía en sus comidas y/o
bebidas. Consiguió asesinar a cuatro personas aunque señaló en su juicio que
no pretendía matar sino envenenar para robar. Por último, en cuanto al poder/control como motivación para el
asesinato está el ejemplo de Gilbert Chamba apodado el monstruo de Machala quien en su país de origen (Ecuador) violó y
mató a ocho mujeres y en España añadió una nueva víctima a su horrible historial.
Esta clasificación de motivos implica que algunos
homicidas puedan presentar varias motivaciones y, en todo caso, puede
quedarse corta. Detrás de las motivaciones están personas que pueden tener
predisposición a la violencia en parte heredada pero, sobre todo, aprendida.
Reflexionando acerca de cómo se puede llegar a estas
situaciones, aquellos niños que tienen
predisposición a la violencia han de tener límites precisos desde pequeños ya
que cuanto más mayores se hagan más probable es que no puedan modular su comportamiento.
Alcanzar la adolescencia sin un adecuado desarrollo moral es un notable
factor de riesgo para la posibilidad de exhibir conductas antisociales y
violentas. Satisfacer continuamente los deseos de un niño en aras de aportar
una aparente felicidad no es más que educar en una baja tolerancia a la
frustración, no dar valor al esfuerzo para resolver problemas e ir
construyendo una personalidad basada en el descontrol, ingrediente inequívoco
de la violencia. Ahora bien, no todo es “psicológico” sino que hay que
atender también a otros procesos de índole sociológica que justificarían
también otros homicidios (p. e.: violencia machista, radicalismos políticos o
religiosos, etc.).
No puedo terminar este escrito sin hacer una
reflexión en torno a determinadas circunstancias de actualidad. Nuestra sociedad del siglo XXI tiende a
normalizar y banalizar la exposición a la violencia. Menores con mayor psicoticismo
(dureza emocional), más impulsividad y con un mínimo miedo son los perfiles habituales que pueden
ejercer violencia. Como muestra de lo señalado en estos días en los que
se presenta un caso muy mediático (el
asesino de la catana) nos encontramos con una persona que no estudiaba en
el momento de la comisión de los homicidios y con la “soga” de ponerse a
trabajar –por indicación paterna- (no podía estudiar y no quería trabajar).
Los determinantes de sus homicidios eran librarse de sus padres (para no ser
controlado) y no dejar sola a su hermana ante la muerte de los mismos. Por
cierto, se justificaron los crímenes por una “epilepsia” y, en todo caso, los
rasgos psicopáticos también siempre fueron evidentes. Otra cosa, y dejaremos
esto para otro escrito, son las posibilidades de rehabilitación de estos
perfiles y/o de interiorización de determinados límites infranqueables... pero esa es otra historia y debe ser
contada en otra ocasión.
|
jueves, 30 de noviembre de 2017
Experiencias Residentes PIR 18. Mi primer paciente.
Y casi sin darme cuenta, llevo 5 meses y pico de
rotación por mi CSM y, a medida que el tiempo va pasando, mi grado de responsabilidad va
aumentando de forma progresiva.
Hace
unas semanas os contaba cómo había sido mi primera evaluación, así que hoy
vamos a subir un escalón más y voy a compartir con vosotr@s cómo fue mi primera
experiencia con un paciente a partir de ese punto.
No sé si os acordaréis del guion que tenía para hacer
la entrevista inicial del paciente (aunque luego no lo siguiera estrictamente),
pues bien una vez acabado ese guion tocaba dar el siguiente paso y cualquiera
podría decir “está claro, el siguiente paso es el tratamiento”, pero en mi
cabeza más que claridad había un auténtico caos con preguntas del tipo: ¿qué tratamiento? ¿Por dónde empiezo? ¿Tengo
información suficiente para empezar? Y la más importante, ¿cómo lo hago?
Mi primer paciente me llegó a partir de uno de los
psiquiatras de mi centro, llevaba varios meses con él siguiendo un tratamiento
farmacológico, que hasta el momento no estaba logrando una mejoría de la
sintomatología basal del paciente. En mi centro, las historias clínicas se
realizan en papel, lo cual en mi caso dificultó bastante la comprensión de las
anotaciones previas, por lo que aún con más ahínco decidí recopilar de primera
mano toda la información que pudiera ser relevante, para así poder hacer una
formulación del caso lo más completa posible. Aún recuerdo el primer pensamiento
que apareció en mi cabeza cuando vi a esta persona “ANSIEDAD”. Podía percibir su nerviosismo desde el temblor de sus manos hasta su sudoración o su respiración acelerada. En ese instante, el foco de mi atención se
desplazó de mi misma y de todas las dudas previas a todos esos detalles y al
imperante deseo que sentía por poder ayudar
a esa persona a reducir su malestar. Intenté recoger toda la información
acerca del problema actual, de sus síntomas (fundamentalmente
ansioso-depresivos de alta gravedad y enormemente limitantes), de la evolución,
de las posibles relaciones que establecía el paciente entre estos elementos y
diferentes acontecimientos de su vida, de su profesión, su familia, su red
social, sus apoyos, sus expectativas…
Seguro que algún@ de vosotr@s se estará preguntando
“¿y cuándo empieza con la parte de la terapia?” Pues bien, en este caso, la propia evaluación constituía una
intervención psicológica en sí misma, ya que el paciente siendo fiel a su
patrón de funcionamiento habitual marcado por la evitación generalizada, incurría
en ella cada vez que abordábamos temas nucleares durante las sesiones, lo cual
dificultaba la obtención de ciertos datos. Sin embargo, poco a poco hemos ido
consolidando una buena relación terapéutica y hemos podido ir superando
algunas de estas barreras y profundizando en algunos de estos temas que le
resultan tan ansiógenos, consiguiendo una exposición progresiva a los mismos, como un paso previo a una exposición
in vivo a ciertas situaciones de su vida. Aunque el trabajo está siendo lento,
seguimos esforzándonos por ir superando obstáculos que nos permitan ir
consiguiendo pequeños objetivos.
Supongo que por
ser el primero, lo viví de una forma especial. No tenía nada con lo que
comparar y cada pequeño avance e incluso cualquier retroceso lo sentía como
algo totalmente nuevo. No obstante, he de señalar que a lo largo de este
proceso, he contado con la supervisión de mi adjunta, compartiendo impresiones
e hipótesis del caso y resolviendo algunas de mis dudas e inquietudes no solo
sobre el paciente, si no de mi rol
durante la terapia (que os puedo asegurar que eran casi más).
Sin duda, si algo estoy aprendiendo en estos meses es
que en este trabajo no existen el blanco y el negro si no que entre medias hay
toda una escala de grises, al igual que no
siempre hay una evaluación claramente diferenciada de una intervención.
Os deseo
muchísimo ánimo a tod@s en vuestro estudio. ¡Muchísimas gracias a tod@s!
LAURA PÉREZ
Psicóloga Interna Residente
miércoles, 29 de noviembre de 2017
Oniomanía
Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe
En fin, que se fue dando rienda suelta a su eleuteromanía (pasión excesiva por la
libertad) y sumergiéndome en cierta melancolía ante su marcha (no llegué a la
melancolía extrema o lipemanía). Espero
que algún día quiera volver a su hogar de forma irrefrenable (nostomanía) y así podamos irnos juntos
de compras y experimentar la oniomanía.
Pasado el Black
Friday, las rebajas después, no sé si alguna semana será fantástica
y descuentos siempre habrá y, al final, todo me lleva al título de este
artículo, referencia inequívoca de la necesidad patológica de comprar cosas,
más allá de las verdaderas necesidades (quien
esté libre de pecado que tire la primera piedra). Pero no hablaré en
primera persona porque no me parece. Estoy pensando en un amigo que tiene paratereseomanía y es que está siempre
buscando la novedad. Lo gracioso es que se pone a canturrear continuamente
delante de un escaparate (vaya con su ritmomanía).
Hace tiempo que no veo a esta persona y lo cierto
es que dicen que tiene una necesidad mórbida de estar continuamente activo. Uno
que trabaja en el gremio del diagnóstico anticipó su ergasiomanía pero no me hizo ni caso y optó por no descansar. Ahí
se alejó del perfil de otro amigo mío que exhibía orgulloso su clinomanía. Bueno, la verdad es que no
la exhibía porque consiste en una afición exagerada a permanecer en la cama y
no precisamente por un ejercicio de satiromanía
(esta asumo se sabe lo que significa). Total que volviendo a mi primer colega
era un poco grotesco y, qué nadie se asquee, continuamente escupía (sialomanía) y su habitación no invitaba
al descanso dada su silogomanía
(obsesión por acumular basura). Al menos era una persona habladora que nunca
escondía su logomanía si bien me
ponía nervioso por su tricotilomanía,
titilomanía y simetromanía. Su mera visión generaba intranquilidad en mí al estar
arrancándose cabello, rascándose continuamente y efectuar movimientos
simétricos con los brazos o con los pies.
Seguro que estáis pensando en las extrañas
amistades que tengo. A mí me pilla lo de la onicotilomanía no radical… Vamos, en castizo, que me muerdo las
uñas pero no me las arranco. Aunque viendo esto de las manías me pilla alguna más confesable como la aritmomanía (compulsión a realizar operaciones aritméticas) o la…
mejor no sigo y hablo de mi amigo. Recuerdo su nosomanía y derivada de la misma su acaromanía (sarna imaginaria), tiroidomanía
(creencia de padecer una enfermedad tiroidea), bricomanía (nada que ver con lo que estáis pensando sino con
rechinar los dientes) o tuberculomanía
(creencia en padecer tuberculosis), oreximanía
(temor infundado a enflaquecer y a raíz de ello comer como si no hubiese un
mañana) o su sifilomanía (creo que
no hace falta aclarar). Incluso un día me llegó a decir que creía estar siendo
envenenado por estricnina (estricninomanía).
Permitidme un matiz macabro y de escueto humor negro, pero lo raro que no se
haya planteado a la autofonomanía
(manía suicida), ojalá que no.
En mi afán por ofrecer ayuda comenté que me
encantaría fuera invadido por una impulsión irrefrenable de huir de la casa
paterna (drapetomanía) aunque sin
caer en la poriomanía y/o vagabundeo. Pero era una persona
demasiado orgullosa y henchida en un narcisismo que no ocultaba hablando de su
belleza continuamente (calomanía),
de su sapiencia (sofomanía) y, en
definitiva, exhibiendo su megalomanía.
Desde hace dos años no sé nada más de esta
persona ya que terminó haciéndome caso en lo de absandonar de la casa familiar.
Algunos cuentan que en su afán de estar ocupado optó por la búsqueda de
sensaciones y se dedicó al arte de robar. Comenzó sin objetivos específicos
llevado por una cleptomanía
incontrolable, pero luego acabó robando libros sin parar (bibliocleptomanía) y queriendo tener una vida errante (dromomanía), viviendo en soledad y al
aire libre (agromanía).
sábado, 25 de noviembre de 2017
Machismo
Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe
Los llamados micromachismos
viven inmersos en nuestra cotidianeidad y todos participamos de ellos en mayor
o menor medida. Me cuesta pensar que llamemos a alguien señorito pero, sin embargo, perfectamente distinguimos señorita de señora. Os invito a probar a
pedir en un bar dos bebidas si estáis una mujer y un hombre. Por favor, que
esas bebidas sean una alcohólica y otra sin alcohol (por ejemplo, una cerveza y
un zumo). Estoy bastante convencido que en la mayoría de las ocasiones, si no
hay una pregunta o aclaración, la cerveza
será colocada delante del hombre y, asimismo, la cuenta será de su propiedad. Sé que no hay que sacar
las cosas de quicio, pero no pasa nada por intentar hacernos conscientes de
todas estas situaciones. Cuando vamos a un centro comercial es curiosa la
oportunidad que se da a la mujer de ser ella quien cambie los pañales de un
bebé. Perdonadme la ironía previa, pero más que posibilidad se obliga a que sea
ella ya que sólo existe la posibilidad en su baño. Pensando en política, aunque
me apetezca poco, si hablamos de los hombres nos sale el nombre e incluso el
apellido aunque habitualmente predomina el apellido (Rajoy, Sánchez, etc…). En
el caso de las mujeres nadie dice Santamaría o Díaz por señalar ejemplos.
Hoy es el día
internacional de la no violencia contra la mujer y, hasta el día 10 de
noviembre de este año estaban confirmadas cuarenta y cuatro mujeres asesinadas
en el contexto de la también llamada violencia machista en España. Lamentablemente,
esta mañana cuando me he levantado y he ido presto a leer la prensa he visto
consternado como había un nuevo crimen que posiblemente se sumaba a alguna otra
mujer fallecida durante estos días que median entre el dato oficial que aporto
con fecha y el presente día 25 de
noviembre. Este abominable dato se une a las cuarenta y cuatro mujeres del
año pasado y a otras tantas personas fallecidas cada año que, lejos de ser una
fría y sórdida cifra reveladora de una lacra social, encierran detrás un sinfín
de proyectos de vida destruidos así como familias y familiares destrozados.
Detrás de esta sórdida realidad que en algunos entornos se empeñan en
cuestionar, está un conjunto de factores y variables que condicionan y modulan
esta realidad. Unas u otras culturas tienen mayores posibilidades y predictores
de la violencia de género y, en este sentido, en nuestra cultura supongo que
nadie podrá cuestionar el valor predictor del machismo. Aludiendo a una estricta y mesurada opinión personal,
considero que el machismo no sólo es
un factor predisponente de la violencia de género sino que, de alguna manera,
constituye una expresión (más o menos marcada) de la misma o, cuanto menos, una
manifestación de una inercia social predisponente a considerar que el varón es
por naturaleza superior a la mujer subyugándola al poder del hombre.
El machismo
implica actitudes, conductas y prácticas sociales que minimizan y soslayan el
papel de la mujer en áreas relevantes de la vida como son la familiar, sexual,
económica, legislativa, intelectual, anatómica, lingüística, histórica,
cultural, académica y un largo etcétera. Cuesta poco poner ejemplos de algunas
de estas situaciones. En este sentido, a nivel familiar nos encontramos con
unos sistemas familiares muchas veces tendentes al patriarcado y/u orientados
en torno a la figura del varón como elemento tomador de decisiones que se
anteponen a las que pueda tomar la mujer. Me viene a la mente una frase muchas
veces escuchada y probablemente dicha también consistente en señalar esa es la mujer de…; ¡qué paradoja! supone
no escuchar nunca ese es el hombre de…. Puestos a entrar en otras áreas en
las que se revela el machismo, nadie
me negará que el sexismo y sus connotaciones se extienden a nuestro lenguaje
cotidiano. Perdonadme las palabras soeces, pero qué terrible es que algo
aburrido sea denominado coñazo y algo
divertido sea la poya. Siguiendo esta
retórica cuando hay un caos percibido hablamos del coño de la Bernarda pero cuando algo está muy bien hecho es “cojonudo”. Pienso en el mundo animal y
no es lo mismo señalar que alguien es un zorro
que una zorra o un gallo que una gallina. De la misma forma y tirando de refranero llora como mujer lo que no has sabido
defender como hombre o mujer sin
hijos, jardín sin flores u otro más zafio aún, a la mujer casada y casta, el marido le basta. No busquéis su homólogo en masculino, simplemente no existe.
Otras expresiones como nenaza, comportarse como una
señorita o aún más tétricas como comentarios del tipo “habrá igualdad cuando pongan un día internacional del hombre y no sólo
de la mujer son normalizadas en una cultura androcéntrica en la que la testosterona parece ser la variable que
determina y condiciona una imaginaria superioridad en todas las esferas
relevantes. Bien es cierto que esta hormona condiciona la identidad de género pero no menos
cierto que la correlación positiva entre
altos niveles de testosterona y conducta agresiva en humanos está más que
demostrada.
No quiero cerrar este escrito sin retomar las escalofriantes
cifras que lo abrían. Sólo una sociedad que promueva una igualdad verdadera en
todos los ámbitos puede considerarse madura y garante de la libertad y, para
llegar a ese punto, guste o no, hay que promover medidas encaminadas a la
protección de aquellas personas que están, sin ser así, en una posición de
inferioridad. La llamada discriminación
positiva (no me gusta la denominación) supone un elemento necesario en
tanto en cuanto siga habiendo manifestaciones sexistas que son subyacentes a
una cultura en la que muchas veces sólo recordamos la existencia del machismo y sus posibles correlatos
violentos cuando hay una víctima. Permitidme exclamar ¡NI UNA MENOS!
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