Seguimos compartiendo las experiencias personales de nuestros alumnos que han obtenido plaza.
Javier Díaz Leiva.
Puesto nº 71 convocatoria 2012.
Año 2010: el que
esto escribe es un psicólogo de 32 años que trabaja de consultor de recursos
humanos en una buena empresa, con grandes clientes y un sueldo que cuadruplica
el salario mínimo de entonces. Un tipo que bien podría sentirse realizado y
dedicarse entonces a buscar un coche más grande, una hipoteca más grande o
cualquier otro de esos bienes tan “imprescindibles” en época de vacas gordas.
Sí, tenía en mi mano asentarme y acomodarme al fin, todo redondo... si no fuera
porque (para pasmo de familia y conocidos) yo tenía otros planes bastante más
retorcidos. Y es que hacía como dos años que compaginaba mi trabajo en la
empresa con la práctica de la psicoterapia, atendiendo gratuitamente a algunos
pacientes y a altas horas de la noche por lo general, con el gorgoteo de fondo
de las lechuzas y la perezosa vigilancia de algún gato callejero. Además, tras
un arduo proceso de selección, la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF) me propuso
salir expatriado hacia Haití, un pequeño país antillano devastado por un gran
terremoto y una mortífera epidemia de cólera, a realizar un proyecto de salud
mental con pacientes y comunidades locales víctimas de estas desgracias. Yo no
me lo pensé dos veces y, al tiempo que presentaba mi baja voluntaria en la
empresa de consultoría en Madrid, ya estaba haciendo las maletas para volar a
la capital de Haití, Puerto Príncipe.
Supongo que mi
círculo pudo haberse cerrado entonces, tras esta alocada pero bien meditada
decisión de dedicarme por entero a la psicología y la psicoterapia. Pero
sucedió que, mientras trabajaba en los hospitales y clínicas de campaña que MSF
había levantado en el desastrado y caótico país caribeño, recuerdo que pensé:
“Seamos realistas: yo no sé si de este trabajo que hacemos saldrá un servicio
de atención psicológica sostenible y que ayude a la gente; lo que sí sé es que
lo que necesitamos aquí son Clínicos, Clínicos con mayúsculas”. Comencé
entonces a dedicar las poquísimas horas libres que tenía a buscar información
sobre el programa de residencia PIR y sobre la preparación del examen con CEDE.
Y debo decir que, si muchos ya dudaban de mi cordura por encontrarme donde me
encontraba tras dejar la empresa, cuando anuncié en 2011 que me apuntaba a una
academia para compaginar todo esto con la preparación de una oposición como el
PIR (con compañeros de clase que podían ser hasta 10 años más jóvenes que yo en
algunos casos) creo que alguno debió valorar seriamente llevarme a consulta...
¡pero como paciente esta vez! Así pues, en estos dos últimos años compaginé mis
colaboraciones con MSF (incluyendo una salida más corta al terreno para
trabajar en Africa esta vez) con la preparación del examen en CEDE. Me presenté
en 2011 sin obtener plaza, y otra vez en 2012 tras haber continuado con la
preparación a distancia, pues esta modalidad me permitía trabajar al mismo
tiempo cuando me lo pidieran.
Y esta es mi
historia. Una historia que, conforme escribo estas líneas, dudo seriamente si
enviar para que otros la lean pues parece demasiado fantástica, casi irreal.
Evidentemente, la realidad del opositor es casi siempre más humilde y prosaica.
A veces una dedicación completa tampoco es suficiente para obtener plaza en una
prueba tan exigente, y hay que intentarlo una y otra vez, y dedicar varios años
a un solo propósito y a una sola tarea. Pero en mi caso hubo dos factores que
marcaron la diferencia. El primero y más importante, es que yo tenía unas ganas
enormes de hacer la residencia y eso me hizo empujar muy fuerte, posponer casi
todas las vacaciones y, sobre todo, no rendirme en ningún momento. Una
motivación alta es, desde luego, sine qua non;
no se trata de estudiar para tener cuatro añitos asegurados, sino de apostar
por una psicología de calidad y por la mejor formación posible en nuestra
profesión. Y se trata de saber (más aún, de sentir) que el esfuerzo que podemos
dedicar se verá al final recompensado, aunque para ello tengamos que
presentarnos dos, tres o más veces. Bien, dije que mi plaza se basó en dos
secretos y aquí va el segundo: planificación, planificación y planificación.
Planificación minuciosa, casi obsesiva, con su espacio para las 3 vueltas al
temario que recomiendan los profesores, para la realización de esquemas y para
entrenarse en simulacros y pruebas anteriores. En mi caso, yo hice los 18
exámenes (contando simulacros de CEDE y convocatorias previas) entre julio y
diciembre de 2012. Sin esto, y sin un detenido análisis de los comentarios que
el equipo docente elabora sobre cada pregunta, no creo que hubiese adquirido la
destreza necesaria para sacar el PIR, con su consabida colección de preguntas a
veces ambiguas y de difícil interpretación. No consideré necesario, eso sí,
ampliar temario fuera del material de CEDE: no hubiese abarcado tanto de todos
modos y lo que puede aportar, si no tienes todo el tiempo del mundo para
estudiar, se parece más bien a lo que aporta una gota de agua en mitad del
océano Pacífico...
Así es que ya veis:
ni más bonito, ni más meritorio que nadie; esto va de dedicar muchísimas horas
y esfuerzo personal y de creerse en todo momento digno y capaz de obtener una
recompensa que, cuando llega, es quizá la más valorada de todas las que se
pueden obtener en el sistema de oposición a la formación sanitaria especializada.
Así es que mucho ánimo... ¡y a perder un poco la cabeza con ello porque merece
la pena!
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