jueves, 21 de marzo de 2013

La fuerza de la vocación



Seguimos compartiendo las experiencias personales de nuestros alumnos que han obtenido plaza.


Javier Díaz Leiva. 
Puesto nº 71 convocatoria 2012.

Año 2010: el que esto escribe es un psicólogo de 32 años que trabaja de consultor de recursos humanos en una buena empresa, con grandes clientes y un sueldo que cuadruplica el salario mínimo de entonces. Un tipo que bien podría sentirse realizado y dedicarse entonces a buscar un coche más grande, una hipoteca más grande o cualquier otro de esos bienes tan “imprescindibles” en época de vacas gordas. Sí, tenía en mi mano asentarme y acomodarme al fin, todo redondo... si no fuera porque (para pasmo de familia y conocidos) yo tenía otros planes bastante más retorcidos. Y es que hacía como dos años que compaginaba mi trabajo en la empresa con la práctica de la psicoterapia, atendiendo gratuitamente a algunos pacientes y a altas horas de la noche por lo general, con el gorgoteo de fondo de las lechuzas y la perezosa vigilancia de algún gato callejero. Además, tras un arduo proceso de selección, la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF) me propuso salir expatriado hacia Haití, un pequeño país antillano devastado por un gran terremoto y una mortífera epidemia de cólera, a realizar un proyecto de salud mental con pacientes y comunidades locales víctimas de estas desgracias. Yo no me lo pensé dos veces y, al tiempo que presentaba mi baja voluntaria en la empresa de consultoría en Madrid, ya estaba haciendo las maletas para volar a la capital de Haití, Puerto Príncipe.

Supongo que mi círculo pudo haberse cerrado entonces, tras esta alocada pero bien meditada decisión de dedicarme por entero a la psicología y la psicoterapia. Pero sucedió que, mientras trabajaba en los hospitales y clínicas de campaña que MSF había levantado en el desastrado y caótico país caribeño, recuerdo que pensé: “Seamos realistas: yo no sé si de este trabajo que hacemos saldrá un servicio de atención psicológica sostenible y que ayude a la gente; lo que sí sé es que lo que necesitamos aquí son Clínicos, Clínicos con mayúsculas”. Comencé entonces a dedicar las poquísimas horas libres que tenía a buscar información sobre el programa de residencia PIR y sobre la preparación del examen con CEDE. Y debo decir que, si muchos ya dudaban de mi cordura por encontrarme donde me encontraba tras dejar la empresa, cuando anuncié en 2011 que me apuntaba a una academia para compaginar todo esto con la preparación de una oposición como el PIR (con compañeros de clase que podían ser hasta 10 años más jóvenes que yo en algunos casos) creo que alguno debió valorar seriamente llevarme a consulta... ¡pero como paciente esta vez! Así pues, en estos dos últimos años compaginé mis colaboraciones con MSF (incluyendo una salida más corta al terreno para trabajar en Africa esta vez) con la preparación del examen en CEDE. Me presenté en 2011 sin obtener plaza, y otra vez en 2012 tras haber continuado con la preparación a distancia, pues esta modalidad me permitía trabajar al mismo tiempo cuando me lo pidieran.

Y esta es mi historia. Una historia que, conforme escribo estas líneas, dudo seriamente si enviar para que otros la lean pues parece demasiado fantástica, casi irreal. Evidentemente, la realidad del opositor es casi siempre más humilde y prosaica. A veces una dedicación completa tampoco es suficiente para obtener plaza en una prueba tan exigente, y hay que intentarlo una y otra vez, y dedicar varios años a un solo propósito y a una sola tarea. Pero en mi caso hubo dos factores que marcaron la diferencia. El primero y más importante, es que yo tenía unas ganas enormes de hacer la residencia y eso me hizo empujar muy fuerte, posponer casi todas las vacaciones y, sobre todo, no rendirme en ningún momento. Una motivación alta es, desde luego, sine qua non; no se trata de estudiar para tener cuatro añitos asegurados, sino de apostar por una psicología de calidad y por la mejor formación posible en nuestra profesión. Y se trata de saber (más aún, de sentir) que el esfuerzo que podemos dedicar se verá al final recompensado, aunque para ello tengamos que presentarnos dos, tres o más veces. Bien, dije que mi plaza se basó en dos secretos y aquí va el segundo: planificación, planificación y planificación. Planificación minuciosa, casi obsesiva, con su espacio para las 3 vueltas al temario que recomiendan los profesores, para la realización de esquemas y para entrenarse en simulacros y pruebas anteriores. En mi caso, yo hice los 18 exámenes (contando simulacros de CEDE y convocatorias previas) entre julio y diciembre de 2012. Sin esto, y sin un detenido análisis de los comentarios que el equipo docente elabora sobre cada pregunta, no creo que hubiese adquirido la destreza necesaria para sacar el PIR, con su consabida colección de preguntas a veces ambiguas y de difícil interpretación. No consideré necesario, eso sí, ampliar temario fuera del material de CEDE: no hubiese abarcado tanto de todos modos y lo que puede aportar, si no tienes todo el tiempo del mundo para estudiar, se parece más bien a lo que aporta una gota de agua en mitad del océano Pacífico...

Así es que ya veis: ni más bonito, ni más meritorio que nadie; esto va de dedicar muchísimas horas y esfuerzo personal y de creerse en todo momento digno y capaz de obtener una recompensa que, cuando llega, es quizá la más valorada de todas las que se pueden obtener en el sistema de oposición a la formación sanitaria especializada. Así es que mucho ánimo... ¡y a perder un poco la cabeza con ello porque merece la pena!      

No hay comentarios:

Publicar un comentario