jueves, 5 de enero de 2017

A los Reyes Magos les pido…




Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe


A quien madruga Dios le ayuda y cada uno recoge lo que siembra



Llega el día de los Reyes Magos, momento mágico donde los haya para los niños pero, para qué vamos a engañarnos, también para los adultos al permitirnos revivir nuestra infancia año tras año. Más allá de lo material, la llegada de tan divinos seres nos envuelve en un mar de ilusiones, proyectos y anhelos. El inicio de un nuevo año en nuestras vidas y el acicate de esta jornada celestial pueden suponer la génesis de una aguda e inusitada fuerza interior (ya veremos si continua) que guíe nuestros primeros pasos en estos días hacia aquello que nos resulta estimulante y/o supone una motivación en nuestra cotidianeidad.

Como por pedir que no quede y dicen que las claves de la felicidad son tres (salud, dinero y amor); no está de más rogar el cumplimiento de estos deseos (concretados a gusto del personal) a Melchor, Gaspar y Baltasar. A mí me surge pedir dinero a Melchor, que para eso es quien ofreció oro a Jesús; salud a Gaspar, ya que cuenta la tradición que tuvo una vida de 109 años y, por último; a Baltasar le pido amor confesando que es el Rey Mago que me ha generado siempre más apego. 

Sin embargo, ya se sabe que contra el vicio de pedir, hay la virtud de no dar y es que cuando pedimos mucho lo idóneo es que se nos oriente hacia el esfuerzo para conseguir aquello que necesitamos. Es innegable que resulta tentador dejarse llevar por lo azaroso. Supongo que nadie me negará que está bien conseguir las cosas  con nuestro trabajo, pero que también hemos pensado que la suerte debería cruzarse en nuestro camino y así sería un poquito más fácil. La suerte nos lleva a la fortuna, a lo inesperado, a aquello que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta. Para qué engañarse, lo casual, la mera coincidencia, el accidente y lo fortuito, es decir, la serendipia. Imbuidos por la creencia en el poder de la suerte, podemos obviar nuestro papel como principales motores y agentes responsables de aquello que nos suceda (no eludiendo el notable papel que juega el contexto en el que estamos inmersos).

Inmersos en este discurso, me permito una segunda confesión relacionada con lo fortuito. Siempre me maravilló el mundo de las casualidades y, por ello, era imposible que no terminase por leer a Eduardo Zancolli en El misterio de las coincidencias. Su obra plantea el principio de la sincronicidad, definido como la fuerza de la naturaleza que responde a la atracción del alma, cuando ha aumentado su energía, para ayudarnos a conectar el mundo de la materia y el espiritual.

Dicho de otra forma, habría mucha relación entre lo que sucede en nuestro interior y lo que recibimos del exterior, sin que podamos acudir al principio de causa-efecto pero con un claro sentido para nosotros. Partiendo de esto y para no ser farragosos, el planteamiento de base es que las personas somos  la principal causa (consciente o inconscientemente) de aquello que nos sucede, debemos alejarnos de ver sólo el final de las cosas y estar alerta (mejor que sea intuitiva) a las pequeñas señales que nos pueden orientar hacia un nuevo camino que nosotros mismos reorganizaremos. Si logramos esto, es posible que lo que antes parecía una casualidad, bien sea como algo positivo o como fatalidad, sea renombrado como una coincidencia con un nuevo significado que está contextualizado, ofreciéndonos la posibilidad de reestructurar nuestros actos o valores y, en síntesis, de evolucionar. Con todo, el planteamiento es que todas las personas tenemos una ingente fuerza interna que deberíamos expresar no apelando a la buena o mala suerte.
 
Y sí, no sé si se ha logrado explicar claramente que, al final, lo real es que habitualmente a quien madruga Dios le ayuda o que, como planteaba Buda, cada uno recoge lo que siembra. Por tanto, reformularé mi carta a los Reyes Magos y no les pediré salud, dinero y amor. Prefiero pedirles estar atento a lo que son hábitos saludables, esforzarme en los trabajos y/o motivaciones académicas o laborales percibiendo las claves que permitan mi desarrollo profesional, así como captar y reinterpretar los gestos de afecto que tengan lugar a mi alrededor. Sé que estoy resultando prosaico y muy pragmático por lo que me veo obligado a contrarrestar mínimamente para equilibrar la balanza, deseándoos y deseándome  algo en lo que lo fortuito tiene poco que decir y que es vitalidad (por salud), provecho (por dinero) junto con lealtad (por amor). No obstante, lo admito, tampoco rechazaré y sé que desearé una posible ayuda celestial.

   Felices Reyes Magos

   Bibliografía
   Zancolli, E. (2003). El misterio de las coincidencias. Ed.: Del nuevo estreno

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