jueves, 26 de mayo de 2016

Descubre qué hacen las relaciones de pareja sanas y duraderas


Sin duda, son muchos los factores que pueden contribuir a que tengamos una mejor relación de pareja, pero, sobre todos ellos, destaca uno fundamental: la aceptación.

La aceptación del otro es quizá el factor más importante en cualquier relación íntima, como lo es una pareja, pero no es nada fácil de conseguir.  Poder llegar a aceptar a la pareja que hemos elegido, con sus diferencias y singularidades, es un proceso costoso y que conlleva un gran trabajo personal. Todos valoramos el mundo desde nuestra propia perspectiva y, en mayor o menor grado, nos cuesta acercarnos a la visión que otro tiene de las cosas.  Por otra parte, aceptar al otro miembro de la pareja supone rechazar al control al que nos sentimos tentados al entrar en una relación de pareja. Tener la ilusión de saber lo que el otro piensa y siente en otro momento nos hace sentir más seguros, cuando en realidad le estamos negando su propia identidad, relacionándonos con la imagen del otro que deseamos.  Por tanto, la aceptación implica dejar lugar a cierta incertidumbre, la de no conocer todos los deseos del otro y de poder convivir con esta sensación, sabiendo que esto implica amar verdaderamente.

Poder aceptar al otro no implica renunciar a nuestra identidad o fusionarnos con nuestra pareja, sino buscar constantemente un punto de encuentro entre las ilusiones y proyectos de cada uno, algo que, como si de un baile se tratara, se hace poco a poco. Al fin y al cabo, la felicidad de un miembro de la pareja dependerá en gran medida de que el otro también viva la relación con el mismo entusiasmo. Se plantea también el reto de tolerar la ambivalencia hacia la pareja, ya que, como no puede ser de otro modo, las relaciones están formadas por momentos negativos y positivos. El objetivo será ser capaz de sostener y relacionarnos con una imagen del otro global, con aspectos positivos y negativos. Cuando esto no ocurre vemos relaciones de pareja que constantemente están discutiendo, se reconcilian para después volver a discutir, como si estuvieran en una montaña rusa pasando de un extremo al otro.  


En última instancia, poder aceptar al otro nos devuelve nuestras propios miedos e inseguridades y por ello, el funcionar bien en una relación depende con frecuencia de nuestra capacidad de relacionarnos con nosotros mismos.

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