martes, 5 de julio de 2016

Los primeros pasos para intervenir en casos de trauma infantil y de adultos


El trauma es algo para lo que nadie viene preparado y, por desgracia, los psicólogos somos testigos de relatos de víctimas de atrocidades o de desastres que sobrevienen sin que nada lo pueda prever. Acompañar a la persona que ha sufrido un evento traumático no es tarea fácil, por mucha experiencia y formación que tenga el terapeuta. Intentaremos exponer cuáles son las primeras cuestiones que debemos tener en consideración cuando se trata de atender a alguien que ha sido víctima de un trauma.

Uno de los errores más frecuentes cuando se atiende a alguien que ha presenciado o sufrido una experiencia traumática de forma más o menos inmediata es pedirle que nos cuente con detalle todo lo ocurrido. Aunque esto, sin duda será una de las tareas que la persona deberá enfrentar en su proceso de recuperación de la experiencia traumática, tiene el peligro de re-traumatizar a la persona que debe contar una y otra vez lo sucedido. Esto ocurre al realizar declaraciones ante fuerzas de seguridad, jueces o médicos forenses y deja a la persona en una situación de vulnerabilidad. Además,  explicarle a la persona los síntomas que es posible que experimente o, peor aún, darle un listado con los síntomas que aparecen en la descripción del estrés postraumático de manuales como el DSM, lejos de normalizar las reacciones, puede favorecer que la persona acabe experimentando síntomas que de otro modo no aparecerían. En estos casos, lo recomendable es preguntar por cómo se está sintiendo la persona y normalizar las reacciones que esa persona en concreto está experimentando. Si se trata de niños o adolescentes que deben ser atendidos en la situación donde el evento traumático está teniendo lugar, como accidentes de coche u homicidios, debemos evitar que vean la escena y para ello es recomendable girar su cabeza hacia nosotros y trasladarlos a un lugar seguro.

Por todo ello, la primera parte de la intervención consistirá en proporcionar y favorecer un entorno seguro. En este sentido debemos ayudar a la víctima a asegurarse de que sus necesidades básicas están siendo atendidas y de que no se encuentra en situación de peligro, tomando las medidas necesarias antes de comenzar cualquier tipo de intervención de tipo más introspectivo. Por ejemplo, antes de cualquier otra intervención, si un niño ha sido víctima de abusos sexuales por su progenitor, deberemos asegurarnos de que se tomen las medidas adecuadas para que el menor no esté en una situación de riesgo donde se puedan volver a repetir los mismos acontecimientos. Esto implicará coordinarse con otros agentes sociales, como policías o servicios sociales, encargados de que su seguridad esté garantizada. En esta línea, igualmente importante será asegurarnos de que el espacio de la terapia supone un lugar seguro para el paciente y nuestro principal objetivo será fortalecer la alianza terapéutica y el vínculo, dándole al paciente el tiempo que necesite hasta sentirse confiado. De nuevo, esto adquiere especial relevancia cuando trabajamos con niños o adolescentes, donde el proceso es especialmente sensible.


Con estas líneas esperamos haber aclarado algunas cuestiones a tener en cuenta en el abordaje del trauma.  

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