Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe
A partir de estos
hechos, volvió al domicilio de sus padres
quienes no acabaron de entender lo que había sucedido. De repente, les habían
transmitido que su hijo tenía una enfermedad llamada esquizofrenia paranoide y
que, con mucha probabilidad, seguiría un proceso crónico. En la mente de Luis daba vueltas la idea de si su hijo
era normal y quería pensar en la
posibilidad de que sólo se comportase así
por librarse de realizar el Servicio Militar. Lucía, por su parte, se volcó en una aparente protección de su
hijo, que derivó en que volviera a tratarle como un niño en el sentido de no dejarle
realizar ninguna tarea del hogar e impedir
que nada ni nadie pudiese perturbar una calma que ya nunca estaría presente
en la mente de Pedro. Añadido a
esto, sus hermanas, que ya estaban
fuera del hogar de los padres, se
alejaron aún más de ese hermano que, a sus ojos, siempre había sido
problemático. A partir de ahí, comenzó una
espiral de dificultades en el hogar, de recaídas en el consumo, en la propia esquizofrenia y de, en definitiva,
aumento de los problemas en todos los niveles de la vida de Pedro quien, progresivamente, y a lo
largo de los años, fue tomando contacto
con diversos dispositivos socio-sanitarios y, aunque no consciente del
todo, adentrándose en una vorágine de
acontecimientos que le llevarían a cotas insospechadas de malestar.
Pensar en personas con
historias equiparables a esta ficción sobre Pedro y adentrarse en estas historias de vida supone un antes y un
después en la vida de cualquier profesional dedicado a la salud mental.
Siguiendo con el relato, el análisis de su
historial psiquiátrico revelaba la existencia de un trastorno esquizofrénico
paranoide crónico que fue menoscabando sus facultades desde principios
de la juventud y por el que precisó reiteradas hospitalizaciones, tratamiento
psiquiátrico ambulatorio mantenido y rehabilitación psicosocial en varios
dispositivos. En algunos informes previos se adoptaba el término genérico de
psicosis, mientras que otros eran más precisos y repetían constantemente los
términos esquizofrenia paranoide crónica.
Pedro ingresaba continuamente en instituciones
psiquiátricas debido a que mostraba muchos problemas de conducta en el hogar
(fundamentalmente agresividad verbal). A esto se añadían otros síntomas de la
esquizofrenia como las alucinaciones
auditivas, consistentes en insultos hacia su persona, que le ponían muy
nervioso amén de alterar su relación con los demás. Los ingresos hospitalarios
se fueron sucediendo en el tiempo y todo acabó derivando en su incapacitación civil y laboral. Cuando
ingresaba en un hospital, Pedro
manifestaba que sentía “voces insultantes
que me preocupan y me hacen pensar que provienen de familiares, vecinos, etc.”,
“pinchazos en el pene…” y que le “hartaban y por eso empezaba a romper cosas
en casa…”. Todo esto le iba mermando anímicamente y adentrando en una
atmósfera delirante de la que cada vez era más difícil escapar. Progresivamente
se fueron incorporando fenómenos como
sentir que sus acciones eran controladas, actividad obsesivo-compulsiva y
cambios bruscos del humor. Las diferentes medidas terapéuticas implementadas en el caso de Pedro no producían los efectos deseados. Ni los fármacos lograban mitigar su sufrimiento ni las diferentes
terapias o ingresos en dispositivos eran capaces de reorientar el curso de los
acontecimientos.
Su proceso de
enfermar fue como el de tantos otros en esta patología tan grave. Se inició en la juventud y ha sido
persistente, con brotes paranoides (delirios y alucinaciones) y progresivo
deterioro conductual, todo ello en el contexto de un ambiente de sobreprotección
familiar. Las dificultades de contención de los problemas de Pedro en el medio familiar motivaron reiterados ingresos psiquiátricos que,
toda vez fueron tornándose como inefectivos, supusieron que ingresase en un dispositivo dedicado a la atención
a largo plazo de esta patología y orientado a los casos con peor pronóstico,
lo que supone un intento más de abordar
la enfermedad una vez agotados los recursos ambulatorios de tipo más
comunitario.
En el momento de su evaluación
de ingreso en este dispositivo se mostró calmado, abordable y colaborador.
Aparentaba su edad, venía bien aseado y vestido variando adecuadamente su ropa.
Su aspecto siempre era impecable. Presentaba una conciencia de enfermedad de carácter oscilante, en el sentido de
que a veces parecía comprender que lo que le pasaba era fruto de su mente pero,
posteriormente, terminaba señalando que eran otros los culpables de que tuviese
esas sensaciones extrañas. Pero lo que más llamaba la atención de su rostro
eran las arrugas faciales que convertían
su frente en algo que atraía las miradas de quien hablaba con él.
Pedro no mostraba
alteraciones motoras evidentes, aunque andaba enlentecido, lo que llamamos hipocinesia. Presentaba también
alteraciones de la conducta intencional en forma de comportamientos compulsivos de llamadas a líneas eróticas que eran
vividos con intensa culpa y reforzaban pensamientos
obsesivos en torno al sexo. También presentaba intrusiones obsesivas relacionadas con una banda terrorista, que se
manifestaban como pensamientos simples de alabanza a la misma que el paciente
intentaba atenuar y calificaba como autogenerados.
Referente a sus
sistema perceptivo e imaginación, Pedro
no relataba la existencia de ninguna
sintomatología nítida alucinatoria, si bien se había constatado que
experimentó alucinaciones visuales
(p. e.: ver a Dios), auditivas (p.
e.: básicamente voces que le insultan) y táctiles
(pinchazos en su cuerpo).
Su lenguaje era óptimo, utilizando
correctamente las reglas gramaticales básicas. No había afectación en la
comprensión y presentaba una buena cualidad del habla con pequeña afectación de la prosodia. Mostraba trastornos formales del pensamiento que aumentan su intensidad
cuando experimentaba ansiedad. Así,
no era raro que en su discurso apareciese una pérdida de asociaciones, pobreza del contenido del habla, habla distraída
y circunstancialidad ocasional. Eran evidentes las ideas delirantes en el pasado de carácter básicamente referencial (p. e.: consideración de que
la conducta de los otros –gente que asocia a políticas de izquierdas o contra
la derecha- iba dirigida hacia su persona), extraño
(p. e.: inserción de chips en su cuerpo o posibles envenenamientos por parte de
sus tíos) y, en mayor medida, de persecución
(p. e.: referencias a “ataques” de los vecinos hacia él realizando ruidos
voluntariamente). En el momento en que
se evaluó a Pedro había percepciones
delirantes (p. e.: ver a gente leyendo un periódico de izquierdas en el tren
era interpretado como la posibilidad de estar siendo perseguido u observado o;
movimientos de muebles casuales de los vecinos eran interpretados como intentos
de molestar y fastidiar su descanso); así como recuerdos delirantes (p. e.: reconstruía delirantemente recuerdos
reales como, por ejemplo, buscar explicaciones irracionales a hechos reales que
le sucedían).
Pese a todo, Pedro no se caracterizaba por manifestar ideación violenta hacia sí mismo
aunque sí hacia los demás, evidenciando agresividad de carácter verbal y,
presumiblemente, sin aparente intención de realizar una agresión física. Su estado de ánimo era tendente a la depresión,
aunque no de forma intensa y sí era clara la alexitimia. No presentaba
problemas relacionados con el sueño con la única salvedad de tendencia a la
hipersomnolencia. Pedro se había
descuidado respecto a sus hábitos alimenticios y era clara cierta hiperfagia que había determinado mayor
control y/o supervisión en las comidas por su sobrepeso. Añadir la valoración negativa que realizaba de su vida
sexual y que, entre otras cosas, era parte de alguna de las tramas delirantes que provocaban
malestar en su mente.
Las relaciones sociales que contaba estaban disminuidas en su cantidad y calidad,
tendiendo a una evitación social activa
y/o a la soledad. Con sus padres
había una intensa ambivalencia,
apareciendo intensos sentimientos positivos (proteccionistas) hacia el padre
quien, paradójicamente, solía ser el blanco de la mayor parte de las agresiones
verbales.
Continuará…