lunes, 24 de abril de 2017

Mimando el deber

Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe



Obra conforme a tus valores y lo harás con responsabilidad. Sabias palabras que, aunque no siempre ciertas ni extensibles a todo el género humano, ensalzan el enérgico poder de la responsabilidad, un valor  cocinado a fuego lento y condimentado con otras actitudes a las que modula (sin ir más lejos el esfuerzo). Qué serían la libertad, el poder, el compromiso, la sensatez o la seriedad sin la mirada vigilante de la formalidad, del deber, del compromiso o de la solvente responsabilidad. Aún en estos días sigo escuchado el famoso nunca dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, si bien admito que, como en mi niñez, intento aplicar este principio con mesura, habida cuenta de intentar obrar con la omnipresente inteligencia práctica y encontrar el mejor momento para actuar con frescura. Al fin y al cabo, cuando tenemos algo entre manos, es mejor iniciar su realización si sentimos una intensa voluntad en nuestro interior. Considero que no hay tiempo perdido en ninguna empresa siempre que se emprenda desde el corazón. Estas palabras tienen un inequívoco paralelo con las escuchadas por ese niño príncipe que llegó del Asteroide B 612.

En mi niñez, el Principito me parecía un cuento maravilloso (pese a su trágico final) y quería imaginar el constante quehacer diario de ese niño acicalando su planeta (eliminando cualquier atisbo de semillas de baobab y cuidando sus tres volcanes) y, sobre todo, mimando su rosa, bien parapetada bajo una cúpula de cristal. Ingente tarea la de cuidar una rosa que, dada su egolatría, progresivamente fue transformándose en posesiva y vanidosa, lo que derivó en que el Principito abandonase el asteroide pese a una última reconciliación con su amada flor. En su viaje, visitó numerosos planetas y en el recuerdo está el descubrimiento de la aparente no exclusividad de su rosa y el mágico encuentro con un zorro que quería ser domesticado. Imposible no mencionar este animal y sus dos frases más profundas. Aludiendo a lo verdaderamente importante señaló sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos y mitigando la confusión de nuestro protagonista respecto a su amor floral, le calmó señalando el tiempo que perdiste con tu rosa hace que tu rosa sea tan importante. Pienso que en la vida hemos de realizar acciones incluso desagradables para nosotros para que todo marche bien respetando, eso sí, a los demás; y también hemos de solucionar nuestros problemas no alentando su crecimiento con la pasividad. El zorro orienta hacia la esencia de las cosas y dirige al valor que desempeña la disciplinada responsabilidad en nuestras vidas siempre que se ejerza desde nuestro epicentro emocional.

La responsabilidad supone la asunción de las consecuencias de nuestros actos y es nuclear en la interacción y convivencia social. Ser responsables nos hace libres e independientes. Cuando actuamos responsablemente, se objetiva sensatez y compromiso. Decía Sartre que somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros eliminando la influencia de la responsabilidad en nuestras vidas. Como antaño, los valores recibidos e inculcados me llevan a Kant recomendando la idoneidad de actuar de forma que desearas que tu actuación fuera una ley universal o, en otras palabras, el trata a los demás cómo te gustaría que te traten a ti. La responsabilidad nos hace evolucionar, supone compromiso con los demás y nuestros valores e implica poder responder ante la sociedad.

El Principito cuidó responsablemente a su rosa imbuido en una activadora disciplina que facilita diferenciar lo bueno de lo malo, el compromiso del desdén o la solvencia de la insolvente inacción. Quizá el Principito llegó a pensar por momentos que su rosa no era única, pero único es todo aquello en lo que ponemos nuestro responsable empeño si lo hacemos mimando el deber.

Lectura recomendada
De Saint-Exupéry, A. (1943, ed. 2008). El Principito.  Madrid: Editorial de Bolsillo

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