Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe
Obra conforme a tus valores y lo harás con
responsabilidad. Sabias palabras que, aunque no siempre ciertas ni
extensibles a todo el género humano, ensalzan el enérgico poder de la responsabilidad, un valor cocinado
a fuego lento y condimentado con
otras actitudes a las que modula (sin ir más lejos el esfuerzo). Qué serían la libertad, el poder, el compromiso, la
sensatez o la seriedad sin la mirada vigilante de la formalidad, del deber, del
compromiso o de la solvente responsabilidad.
Aún en estos días sigo escuchado el famoso
nunca
dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, si bien admito que, como en
mi niñez, intento aplicar este principio con mesura, habida cuenta de intentar obrar
con la omnipresente inteligencia
práctica y encontrar el mejor momento para actuar con frescura. Al fin y al
cabo, cuando tenemos algo entre manos, es mejor iniciar su realización si
sentimos una intensa voluntad en nuestro interior. Considero que no hay tiempo
perdido en ninguna empresa siempre que se emprenda desde el corazón. Estas
palabras tienen un inequívoco paralelo con las escuchadas por ese niño
príncipe que llegó del Asteroide B 612.
En mi niñez, el Principito me parecía un cuento maravilloso (pese a su trágico
final) y quería imaginar el constante quehacer diario de ese niño acicalando su
planeta (eliminando cualquier atisbo de semillas de baobab y cuidando sus tres volcanes)
y, sobre todo, mimando su rosa, bien
parapetada bajo una cúpula de cristal. Ingente tarea la de cuidar una rosa que, dada su egolatría,
progresivamente fue transformándose en posesiva y vanidosa, lo que derivó en
que el Principito abandonase el
asteroide pese a una última reconciliación con su amada flor. En su viaje,
visitó numerosos planetas y en el recuerdo está el descubrimiento de la
aparente no exclusividad de su rosa
y el mágico encuentro con un zorro
que quería ser domesticado. Imposible no mencionar este animal y sus dos frases
más profundas. Aludiendo a lo verdaderamente importante señaló sólo
se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos y
mitigando la confusión de nuestro protagonista respecto a su amor
floral, le calmó señalando el tiempo que perdiste con tu rosa hace que
tu rosa sea tan importante. Pienso que en la vida hemos de realizar acciones incluso desagradables para
nosotros para que todo marche bien respetando, eso sí, a los demás; y
también hemos de solucionar nuestros
problemas no alentando su crecimiento con la pasividad. El zorro orienta hacia la esencia de las cosas y dirige al valor
que desempeña la disciplinada
responsabilidad en nuestras vidas siempre que se ejerza desde nuestro
epicentro emocional.
La responsabilidad
supone la asunción de las consecuencias de nuestros actos y es nuclear en la
interacción y convivencia social. Ser responsables nos hace libres e
independientes. Cuando actuamos responsablemente, se objetiva sensatez y
compromiso. Decía Sartre que somos
lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros eliminando la influencia
de la responsabilidad en nuestras vidas.
Como antaño, los valores recibidos e inculcados me llevan a Kant recomendando la idoneidad de actuar
de forma que desearas que tu actuación fuera una ley universal o, en
otras palabras, el trata a los demás cómo te gustaría que te traten a ti. La responsabilidad nos hace evolucionar,
supone compromiso con los demás y nuestros valores e implica poder responder
ante la sociedad.
El Principito
cuidó responsablemente a su rosa
imbuido en una activadora disciplina que facilita
diferenciar lo bueno de lo malo, el compromiso del desdén o la solvencia de la
insolvente inacción. Quizá el Principito
llegó a pensar por momentos que su rosa
no era única, pero único es todo aquello
en lo que ponemos nuestro responsable empeño si lo hacemos mimando el deber.
Lectura
recomendada
De Saint-Exupéry, A. (1943, ed. 2008). El Principito. Madrid: Editorial de Bolsillo
No hay comentarios:
Publicar un comentario