jueves, 11 de mayo de 2017

Cuando la Mente Sufre: Explicando la Esquizofrenia (parte IV)

Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe





La esquizofrenia se engloba dentro de los denominados trastornos psicóticos. Como se ha dicho previamente, supone una ruptura de la persona con la realidad. Se trata de un trastorno mental grave y generalmente crónico que se caracteriza, sobre todo, por alteraciones en el sistema perceptivo y, por consecuencia, en la comprensión de la realidad. Esta sintomatología va a condicionar la relación del individuo con su entorno derivando en una dificultad sostenida para mantener conductas motivadas y dirigidas a metas, así como una significativa disfunción social. Bien es cierto que, aunque esta enfermedad aparece típicamente al final de la adolescencia y principios de la etapa adulta, puede haber determinadas variables temperamentales y de carácter en la infancia y niñez que determinen la sospecha de la posibilidad de aparición del trastorno en el futuro. En todo caso, el curso de la enfermedad, por su cronicidad, suele producir importantes y desastrosas consecuencias para quien la padece en las esferas fundamentales de la vida.

Sin la pretensión de un análisis histórico exhaustivo del concepto de esquizofrenia, sí conviene señalar los autores clásicos más importantes en el abordaje de la misma. En este sentido, en el año 1898 aparece la figura de Kraepelin, quien habló de una patología llamada “demencia precoz” que, en la práctica, no dejaba de ser un subtipo de lo que hoy llamamos esquizofrenia. Posteriormente hubo autores más precisos y con un abordaje más profundo de esta temática. Destaca, sobre todos, la figura de Bleuler, quien acuñó el propio término de esquizofrenia.
La esquizofrenia se caracteriza por una serie de síntomas que, habitualmente, son: delirios –creencias irracionales-, alucinaciones –generalmente auditivas-, trastornos afectivos –habitualmente sufrimiento-, problemas de conducta –p. e.: comportamientos disruptivos- así como lenguaje y pensamiento desorganizado. Con el tiempo, estas personas pueden terminar presentando otros síntomas como las ya mencionadas apatía, abulia o anhedonia.

Pese a la multitud de investigaciones que hay en torno a esta enfermedad, no se ha logrado descubrir una causa concreta y, en la actualidad, se considera que hay un conjunto de factores biológicos (p. e.: herencia) y ambientales (p. e.: consumo de drogas) que pueden contribuir a la aparición y mantenimiento de la enfermedad. Aunque pueda parecer un simplismo existen teorías de toda índole que no dejan de suponer exiguos acercamientos al fenómeno. Desde los haplotipos de la genética a las disfunciones dopaminérgicas cerebrales pasando por la emoción expresada y confluyendo en los modelos de diátesis-estrés todo condimentado con la vulnerabilidad derivada del abuso de cannabis. Al final pueden aparecer unas u otras causas y expresarse la patología siguiendo la máxima de a mayor número de factores más probable es que aparezca esquizofrenia, si bien en ocasiones no necesariamente ni fácilmente concurren circunstancias de este tipo.  

Por otro lado, uno de los datos más sorprendentes es que esta enfermedad afecta, aproximadamente, al 1% de la población mundial lo cual avalaría la idea de que, al menos, unos 70 millones de personas pueden estar afectados por la misma con diferentes niveles de gravedad. Añadido a esto, los trastornos del espectro psicótico suponen el consumo de la mitad de los recursos asignados a la salud mental en países desarrollados.

La presentación de la figurada de la historia de Pedro pretende servir de ejemplo paradigmático de lo que sería un posible proceso rehabilitador para una persona con una enfermedad mental grave, circunstancia que provoca un enorme sufrimiento a quien la padece y su entorno.
La aportación de cuidados óptimos en un entorno residencial adecuadamente diseñado puede ser una estrategia fundamental de cara a la reintegración de las personas que ven cercenada su vida por enfermedades de esta gravedad; ya que sólo comprendiendo el sufrimiento de los otros y poniéndonos en su lugar, podremos ser una fuente de apoyo y, al menos, una tentativa de solución a sus problemas.

Continuará




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