Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe
Introducción
Describir en pocas líneas algo tan aterrador como
cuáles son los rasgos y/o características de la personalidad o comportamentales
que caracterizan a un hombre que puede llegar a ejercer diferentes niveles de
violencia psicológica y/o física a su pareja, llegando incluso a provocar su
muerte, es una tarea compleja pese al volumen de investigación existente.
En primer lugar, y antes de proceder a una
introducción de la realidad sobre esta terrible situación que existe en torno
a la violencia contra la mujer –“violencia machista”- cabe señalar que, desde
la entrada en vigor de la Ley española contra la violencia de género (Ley
Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre) han muerto, a mano de sus
maridos/parejas/ex parejas, la angustiante cifra de 866 mujeres. En lo que
llevamos de 2016 han sido 40 y, desgraciadamente, en el día previo a escribir
estas líneas –realizadas en el Día Internacional de la Lucha Contra la
Violencia de Género (25 de noviembre: Asamblea General de las Naciones
Unidas/1999 a raíz del asesinato de las hermanas Mirabal en República
Dominicana por la policía del país)-, se produjo otra muerte más que incrementa
el nauseabundo e impersonal mundo de las cifras y desnuda la aparente
ineficacia de las medidas adoptadas.
Todos debemos concienciarnos de una realidad que
describe lo arcaico y desigual (en cuanto a género) de una sociedad. Sólo
huyendo de tópicos absurdos (“eso es de extranjeros”, “lo hacen los que no
tienen estudios”, “las mujeres que lo sufren pueden escapar cuando quieran”,
“a mí no me pasaría”, “no se puede hacer nada”, “ellas lo hacen igual pero no
se registran los datos”, etc.; se puede afrontar el problema desde una
perspectiva que trascienda a la triste realidad que nos dejan estas cifras
despersonalizadas pero que se traducen en un número exponencial de personas
que sufren de forma directa las consecuencias de esta lacra y en una sociedad
que corre el riesgo de inmunizarse y olvidarse de algo que, por diferentes
factores individuales, familiares y, sobre todo, sociales; deriva en que no
resulte extraño que, en nuestro país, todas las semanas haya un suceso de
violencia de género con final mortal para la una mujer. Debemos luchar con
todas nuestras armas porque esto no ocurra. Sirvan estas palabras para
introducir algo tan pequeño del problema como cuál es el perfil de los
maltratadores que, aunque huelgue decirlo, pueden maltratar a cualquier
mujer, sean cuales sean sus características.
Cómo son ellos
Tratando de evitar etiquetas holísticas pero
adoptando un enfoque pragmático, probablemente son personas que tienen una
escasa tolerancia a la frustración o al estrés (ante la mínima contrariedad
–p. e.: el mero hecho de no encontrar
algo- culpan y/o agreden psicológica –insultos, humillaciones, etc.-, en
forma de intimidaciones –amenazas, “portazos”, etc.- o incluso violencia
física directa a su pareja), celosos (muchas veces con rasgos paranoides de
la personalidad que generan situaciones como controlar las conversaciones de
su pareja, amistades, interacciones, etc.), dependientes en las relaciones
afectivas (dependencia emocional que deriva en que tiendan a humillar/reírse
de su pareja para sentirse superiores e idealizar que nunca serán
abandonados), seductores (habitualmente se muestran muy agradables con la
gente de la calle y son tiranos en el hogar –pueden hablar mal a su pareja de
alguien con quien luego ríen sólo con la finalidad de llevar a la mujer a la
soledad-), dicotómicos y ambivalentes en la expresión de emociones hacia su
pareja (tan pronto humillan como que idolatran creando un ciclo de
dependencia) y, eso sí, no tienen que estar circunscritos a ningún estrato
social concreto.
De forma más global, y aglutinando algunas de estas
características, es obvio que perfiles de personalidad narcisista, paranoide,
antisocial tienen, apriorísticamente, más probabilidades de ejercer violencia
machista que otras estructuras de la personalidad, si bien no podríamos
hablar de una asociación unívoca. En este sentido, un estudio español con
maltratadores (condenados por sentencia) señalaría la mayor presencia de
rasgos del trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad. De igual forma, son más probables las patologías
de celotipias (trastorno delirante), descontrol de impulsos
(explosivos-intermitentes) o personas con adicciones (alcoholismo y/u otras
drogas) que otras afecciones, pero vuelve a no darse una correspondencia
directa y clara. Con cierta consistencia se ha hallado que el mero hecho de
haber sufrido maltrato en la infancia supone un predictor mayor que alguno de
estos factores o bien que, en realidad, supone un predictor de estos que, a
su vez, lo son del maltrato. En todo caso se considera que intentar
circunscribir la violencia machista a
la búsqueda de psicopatología y/o trastornos de la personalidad es
innecesariamente reduccionista y no realista.
Es por esto que todos hemos de vigilar e incrementar
nuestros niveles de alerta. Es una tarea prioritaria que va desde las propias
mujeres posiblemente afectadas hasta su entorno más próximo y la sociedad en
general. Estas u otras claves pueden ayudar a que la persona afectada consiga
salir del maltrato con la respectiva denuncia y optando a una vida que de lo
cotidiano al miedo, desesperanza y sentimientos de culpa.
Links para
ampliar información
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lunes, 28 de noviembre de 2016
El Perfil Psicológico de un Maltratador en la Violencia de Género
jueves, 24 de noviembre de 2016
¿Qué hemos estado haciendo mal y cuál es el futuro de la salud mental?
Alejandro
Muriel Hermosilla
Residente
PIR HGU Gregorio Marañón
Visitante
en Yale University – CMHC (EEUU)
Si pensamos en la gran mayoría de campos de conocimiento dentro de
las ciencias de la salud, con relativa facilidad podemos imaginar, cuando no
directamente enumerar, algunas de las líneas de investigación más novedosas.
Sin embargo, si tenemos en cuenta las dos últimas décadas en salud mental, más
allá del uso de las nuevas tecnologías, es sorprendente que el panorama se
mantiene con pocos cambios. Tanto desde el punto de vista de tratamientos
farmacológicos como de las terapias psicológicas, no se han producido en
nuestro país avances cualitativos hacia nuevos horizontes. Por el contrario, en
otros lugares se están comenzando a plantear cuestiones que suponen ya una
ruptura del paradigma dominante, equivalente al que supuso en su día la salida
de los enfermos mentales de aquellos antiguos hospitales psiquiátricos, esos
donde ahora nos resulta tan chocante que muchas personas con enfermedad mental fueran
llevadas.
Este nuevo movimiento es la salud mental orientada hacia la
recuperación, la recuperación e integración real del cliente (se prefiere este
término al de paciente) a su vida en la
comunidad. Aunque discutir todos los cambios que se promueven desde este
enfoque superan con mucho el propósito de este artículo, hablaremos de algunos
de los más relevantes.
Pocas personas hoy en día cuestionarían que un psicólogo o
psiquiatra es la persona adecuadas para llevar a cabo una terapia, con aquellos
que presentan una enfermedad mental. Además, es igualmente cierto que pocas
veces se tiene en cuenta qué dicen los pacientes o sus familias sobre el tratamiento
que reciben y, cuándo se escucha lo que dicen, suele ser recibido con actitud
defensiva y de superioridad profesional. Pero, ¿no sería lógico que, si ellos
son tanto los que sufren la enfermedad mental como los receptores y potenciales
beneficiarios del tratamiento tuvieran un papel más activo en su tratamiento y
rehabilitación? ¿Qué ocurriría si los propios “pacientes” fueran quienes
dirigieran el tratamiento que reciben? Un problema añadido es que aún hoy se
suele hablar de los pacientes con etiquetas, “un bipolar” o “una límite” son
expresiones demasiado frecuentes que no permiten considerar el hecho de que,
tras esa etiqueta, existe una persona con toda una serie de peculiaridades que,
por supuesto, exceden las de una categoría diagnóstica.
Partiendo de esta situación se han desarrollado los “peer support”
o grupos de apoyo, en los que personas que han lidiado con una determinada
enfermedad mental y que se han podido recuperar ayudan a otras en el proceso.
Ahora bien, no se trata de un grupo informal en el que un voluntario se limita
a dar consejos desde su propia experiencia. Todo lo contrario, se trata de que
estos “peer”, como se les conoce, reciben una formación exhaustiva (de uno o
dos años, por lo general) en salud mental que les prepara para poder desempeñar
este papel y, como cualquier otro trabajo, son remunerados por ello. Como uno
puede imaginar, este movimiento no está exento de críticas entre la psiquiatría
tradicional, pues supone un cambio radical en muchos sentidos. No obstante, el
cambio de postura es mucho más profundo que determinar quién es el que realiza
el tratamiento, supone una verdadera transformación del paradigma actual.
Otro de los aspectos de mayor importancia es cómo se evalúan los
resultados de un tratamiento para afirmar que es o no exitoso. Si habitualmente
se tenían en cuenta parámetros como la reducción de los síntomas, desde este
movimiento se encuentra que dichos factores son tremendamente insuficientes
para hablar de éxito. En su lugar, se evalúa la efectividad de una intervención
considerando, además de los síntomas, otros aspectos como la situación laboral
-¿tiene trabajo?¿lo busca?¿por qué no lo hace?-, las relaciones con las
personas de su entorno, el grado en que está involucrado en aquellos valores
que esta persona considera importantes para él o ella. Se rechaza la postura de
que las personas con enfermedad mental grave sólo pueden optar –y con suerte- a
puestos de trabajo no cualificados, instándoles a pensar que todo lo demás
quizá sea “apuntar demasiado alto”. En su lugar, se dispone de personas que les
pueden guiar a que sean autónomos en todas las esferas de su vida, no sólo con
unas técnicas para manejar los síntomas dictadas por personas completamente
ajenas a sus vivencias.
Como se ha mencionado antes, este movimiento es y ha sido recibido
con gran escepticismo y, a veces, con un rechazo frontal. No obstante, tanto los
datos que se obtienen, basados más en metodología cualitativa que cuantitativa,
y las experiencias de estos clientes, progresivamente se hacen hueco y está
ganando una mayor aceptación. Cabe preguntarnos ¿cómo será su llegada al
sistema sanitario español?
lunes, 21 de noviembre de 2016
Hablas como un psicópata
Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe
Concepto de Psicopatía
Robert D. Hare (doctor en psicología) es quizá el
autor más prolífico en la publicación científica acerca de la psicopatía.
Entre sus innumerables trabajos, cuyas conclusiones abordaremos en otro
momento, destaca todo lo relacionado con los aspectos neurofisiológicos y neuropsicológicos
de la psicopatía (adjuntamos link a
artículo para ampliar información). Hare partió de la obra de Cleckley
titulada The mask of sanity (La
máscara de la cordura, 1941).
Una de sus principales aportaciones de Hare es la PCL
–Psychopathy Check List- o Lista de
Chequeo de Psicopatía, que supone un procedimiento clínico-actuarial de 20
ítems y de amplia utilización en el campo clínico-forense para valorar el
riesgo de violencia en general. La prueba nos indica las principales
características de un psicópata. Entre ellas está su encanto (son grandes
conquistadores con un ego desmedido), su promiscuidad (habitualmente infieles
en pareja), su historial (no atienden a las leyes que nos rigen, ni su
sistema de valores está basado en una moral “autónoma”), son crueles (su
ausencia de empatía lleva a que infravaloren el daño que hacen a los demás),
mienten (la manipulación es su arma para aprovecharse de los demás), no
tienen metas realistas a largo plazo (alta impulsividad /falta de
planificación que les hace dejarse llevar por lo momentáneo), etc. Sin
embargo, se profundizará en algo más concreto y es en cuáles son los aspectos
lingüísticos de los psicópatas y/o su perfil comunicacional.
La comunicación en la psicopatía
El primer aspecto clave en la descripción del
lenguaje de un psicópata es la desconexión existente entre las palabras y su
sistema emocional. Cualquiera de nosotros (que no sea un psicópata) al leer una
palabra como alegría, ira, miedo, tristeza o asco… experimentará un
sentimiento ligado a esa emoción en mayor o menor medida; algo que el
psicópata no realizará (si bien sabe simularlo). Pero quizá a través de sus
palabras podamos ver aspectos que nos revelen su verdadera personalidad y así
sean descubiertos. Al fin y al cabo,
nuestro lenguaje suele provenir de una operación inconsciente (automatismo).
Al analizar el lenguaje de los psicópatas se ha visto que es menos coherente
y accesorio (poco concreto). En sus
palabras veremos que al referirse a los demás lo harán de forma instrumental
(p. e.: “es muy “maja”, me regala muchas cosas”). Tienden a justificarse
continuamente, por lo que impera la utilización de conjunciones subordinadas
como “porque”, “por lo que”, “ya que”. Su frialdad afectiva ante la comisión
de un acto violento tiene un fiel reflejo en su tendencia a conjugar los
verbos en pasado y la utilización de
nombres concretos (en vez de describir la relación con las personas con
palabras como “amigo/enemigo” o adjetivos que designen alguna relación
–“simpático/desagradable”-); algo que es una manifestación de su tendencia al
distanciamiento psicológico de los demás. Cuando un psicópata describa un
acto violento que ha realizado podremos tener la sensación de que lo hizo
hace años, cuando en realidad puede no llegar a unas semanas.
Otras características son la tendencia a aclarar
todo (a veces de forma innecesaria) pero siempre en la línea de autoprotegerse
así como la utilización de un lenguaje emocionalmente poco agradable cuando
describen sus actos antisociales. Por añadidura, si tienen que describir un
suceso cargado de afectividad, tendrán más pausas e interrupciones en su
lenguaje. Al fin y al cabo, tienen que pensar lo que dicen ya que sus
emociones no son experimentadas de forma “natural”, habiendo un mayor peso de
lo cognitivo. Quizá si sintieran no pensarían
tanto lo que dicen.
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Artículo para ampliar información
http://www.revneurol.com/sec/resumen.php?id=2003551
Link para consulta bibliografía acerca de la psicopatía
miércoles, 16 de noviembre de 2016
¡Cambiemos el foco! ¿Sabemos realmente por qué enfermamos?
Alejandro
Muriel Hermosilla
Residente
PIR HGU Gregorio Marañón
Visitante
en Yale University – CMHC (EEUU)
En los últimos años la obesidad se ha convertido en una
preocupación creciente en nuestra sociedad. Sin embargo, los esfuerzos
destinados tanto a prevenirla como a tratarla continúan sin producir los
efectos deseados. Parece que tanto la educación en una nutrición saludable como
el énfasis en la importancia del ejercicio físico no acaban de reflejarse en
una menor prevalencia de esta enfermedad. ¿Qué está ocurriendo para que
continúe pasando? ¿Dónde estamos equivocándonos?
Para poder tomar distancia y comprender la imagen global, lo
ilustraremos con una viñeta médica. Imaginemos que una mujer lleva a su hijo de
10 años al médico porque presenta síntomas de asma. Este, tras realizar una
exploración completa, le receta un tratamiento que consiste en un inhalador con
corticoides. Inicialmente, el niño experimenta una mejoría de sus síntomas,
pero, al cabo de unos meses, la madre vuelve al médico explicándole que su hijo
ha vuelto a empeorar, a pesar de utilizar el tratamiento indicado. El médico,
tras volverle a evaluar, decide prescribir un nuevo inhalador con una dosis más
potente, pero, nuevamente, la escena se repite y, pasado un tiempo, los
síntomas de asma de este niño vuelven a empeorar hasta el punto en que requiere
ser hospitalizado durante una noche. ¿Qué ocurre en este ejemplo para que
empeoren estos síntomas de asma del chico? Bien, no se trata tanto de que el
médico no esté haciendo correctamente su trabajo, sino de que, como sociedad,
no estamos acostumbrados a mirar qué está causando el problema y aplicamos un
tratamiento a los síntomas, en lugar de plantearnos cuál es su causa. Si el
médico tuviera un momento y analizara, más allá de los síntomas, la situación en
que este niño vive, descubriría que, dado que su familia tiene graves problemas
económicos, reside en una casa cerca de una carretera muy concurrida con altos
índices de contaminación. La casa en la que viven, dado que es muy antigua,
tiene constantes problemas de humedad y resulta que el niño es alérgico a los
hongos que aparecen. Además, su padre recientemente ha perdido el ya precario
trabajo que tenía y la situación en su casa es cada vez más estresante, lo que
afecta aún más a sus síntomas respiratorios. Ahora bien, si el médico realmente
tomara el tiempo para analizar toda esta situación sería ciertamente frustrante
para él, ya que poco o nada podrá hacer para cambiar su situación. Esto implica
que, para poder abordarla adecuadamente, se deberían incluir otros actores
–sociales y legales- en juego que trabajen con la causa del problema.
Este ejemplo no es en absoluto una excepción y no sólo ocurre en
las enfermedades médicas, sino que también en las enfermedades mentales, es aplicable
a la salud en su conjunto. El problema es que lo que comienzan siendo unos
síntomas, acaban produciendo un cuadro cada vez más grave por no estar
abordando aquello que lo produce, lo que lleva a intervenciones gradualmente
más costosas. En definitiva, supone un coste sanitario mayor tanto para el
paciente como para el sistema.
Lo que esta viñeta representa es algo que se ha demostrado
repetidamente en todos los estudios: el nivel económico está directamente
relacionado con el grado de salud. Se sabe que, incluso teniendo en cuenta los
llamados “factores de riesgo”, las personas con un nivel adquisitivo mayor
enferman menos. Y esto no tiene que ver con cuestiones biológicas directamente,
sino con los sistemas de protección que se asocian a este estatus. Si pensamos
en el caso anterior, posiblemente ese niño no habría desarrollado síntomas de
asma si no hubiera vivido en un ambiente contaminado, en una casa que no estaba
revestida adecuadamente y sufriendo un ambiente familiar estresante. Esto no significa
que aquellas personas con mayor nivel adquisitivo no enferman, pero sí que lo
hacen en menor grado, con cuadros de menor gravedad y, cuando lo hacen, su
recuperación es mucho más rápida y exitosa en el largo plazo.
Esto nos debería llevar a plantearnos si estamos poniendo el foco
en algo demasiado específico y perdiendo la imagen completa. Como antes
mencionábamos, está fuera del alcance y de las funciones del médico atender a
todas las complejidades del caso presentado. Pero es común pensar que hacerlo
implicaría un coste desproporcionado. La realidad es que cuando se analizan los
costes derivados de no considerar la atención en el origen del problema y de un
sistema basado en la atención sanitaria en crisis, se confirma que son mucho
más altos que aquellos sistemas más holísticos. No obstante y, pese a que se
está generando un debate cada vez mayor sobre este asunto, la realidad parece
indicar que queda mucho camino por recorrer.
martes, 15 de noviembre de 2016
¡No me mientas! Sabes que me daré cuenta
Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe
¿Qué nos dice la investigación?
Detectar mentiras o, mejor dicho, estudiar la
credibilidad, en un área de la psicología experimental en la que se han
señalado en tres tipos de marcadores: psicofisiológicos, no-verbales y
verbales (ver artículo para ampliar información).
Hoy nos centraremos en los llamados indicadores
conductuales y, de forma más concreta, en todos los aspectos gestuales que
orientan hacia la posibilidad de que alguien esté mintiendo. Titubeos,
desasosiego, inquietud, incomodidad, temblores son, aparentemente, reacciones
que podríamos asociar a la posibilidad de que alguien nos esté intentando
engañar. De la misma manera, la incongruencia entre palabras, acciones y
lenguaje corporal; el manejo de los tiempos a la hora de expresar emociones
(p. e.: aglutinar un grito de sorpresa con una sonrisa ante un regalo que no
nos gusta indicaría mentira, frente a gritar primero y sonreír después);
expresiones, gestos y acciones no concordantes; o una expresión emocional
parcial y no global (p. e.: no implicando a todos los grupos musculares de la
cara sino sólo a unos pocos).
Son mucho más específicos los microgestos como las
asimetrías en el posicionamiento de músculos faciales que han sido
investigadas, entre otros aspectos, por sistemas como el Facial Action Coding System (FACS) diseñado por Paul Ekman y
utilizado como forma de clasificación de las expresiones faciales; si bien,
en el ámbito forense tiene una indudable aplicabilidad en el campo de la
detección de mentiras. Pero el FACS es algo muy específico y complejo que
quizá merezca otro espacio en este blog.
Detectemos mentiras mediante microgestos
y/o microexpresiones
Se podría partir de un supuesto. Imagina que quieres
ver si alguien te está intentando engañar. Simplemente podrías preguntar qué
tal lo ha pasado la otra persona en una obra de teatro. Vamos a partir del
supuesto que la persona ni tan siquiera ha estado en la obra de teatro y que,
a lo sumo, ha leído la sinopsis en alguna revista o incluso comentarios y/u
opiniones en una web, lo que permite que asuma como propia alguna opinión.
Sin embargo, nosotros no sabemos si ha ido o no, pero tenemos sospecha que
puede no haberlo hecho dado que, en otras ocasiones, se ha mostrado reacio a
ir al teatro.
En primer lugar, el interrogatorio/análisis de para
la credibilidad tiene que ir “piano-piano”,
si bien habrá momentos en que quien interroga será más incisivo. Así, si
realizamos varias preguntas seguidas, la persona interrogada se irá poniendo
algo nerviosa, aunque no hay que promover que se irrite ya que sería una
excusa para cambiar de tema. Muy probablemente habrá tensión muscular en
forma de “arrugas” en el corrugador (músculo de la frente) y encogimiento de
hombros. En este punto haremos una pausa pero mirando a los ojos y no
retrocediendo ni un ápice (mostramos autenticidad). Tras unos instantes relajamos
la mirada y hacemos un ademán de apartarnos. Esto derivará en que, si está
mintiendo, muestre alivio y se relaja (incluso puede resoplar). Además de esto, la persona que miente se
justifica innecesariamente, argumenta demasiado sus justificaciones, tiende a
hacer inflexiones de voz en su discurso seguidas de “tragar saliva”, elude
mirar fijamente a los ojos o se lleva las manos a la boca. Lo cierto es que
hay muchas claves que orientan hacia la posibilidad de que nos estén
engañando.
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¿Te gustaría profundizar más en esta temática?
Cuéntanos tus áreas de interés en el estudio de la credibilidad mediante los
tres tipos de indicadores
Artículo
para ampliar información
Link
para ampliar información
jueves, 10 de noviembre de 2016
Listas provisionales de admitidos Convocatoria PIR 2016
El viernes 11 de Noviembre estará
disponible (a partir de las 00:01) la información de las listas provisionales de
admitidos en el apartado, Situación personal en la convocatoria actual,
dentro del menú principal de la Página Web del Ministerio de
Sanidad .
El acceso para que cada
partícipe acceda a su ficha de datos personal, se habilita a través del nº
identificador con el que se haya inscrito en la prueba (DNI, Pasaporte, NIE). Puede comprobar sus datos personales y si ha
sido admitido provisionalmente o no, y caso de que no lo haya sido conocer la
causa de no admisión.
También pueden consultarse las relaciones provisionales de admitidos,
admitidos condicionales y no admitidos a las pruebas
selectivas 2016 en el Ministerio de Sanidad y Consumo (Paseo
del Prado, 18-20; 28071 - MADRID) y en las Delegaciones y
Subdelegaciones de Gobierno.
Los
aspirantes deben comprobar la exactitud de los datos que
contienen las relaciones y, en caso necesario, presentar en
el plazo de diez días naturales (contados a partir del
siguiente al de la exhibición de las listas - 21 de Noviembre), la oportuna
reclamación.
En la siguiente página (hacer clic en el texto subrayado) estará disponible (a partir del viernes) la Información específica, sobre las listas provisionales de admitidos y el modelo de reclamación.
Se aconseja
el correo certificado urgente para el envío de las
reclamaciones.
martes, 8 de noviembre de 2016
¿Qué nos dice la psicología sobre Donald Trump?
Por Alejandro Muriel Hermosilla, Residente PIR, colaborador de CeDe
En
los últimos meses se ha hecho notar en las noticias de todo el mundo una
persona que ha protagonizado comentarios inoportunos cuando no directamente
desagradables contra los inmigrantes, las mujeres y contra todo aquel que no
estaba de acuerdo con sus ideas. El motivo por el que se ha dado a conocer a
esta persona no es por los comentarios, sino porque se trata de un candidato a
la casa blanca, hablamos del republicano Donald Trump.
Pero,
aunque sin una intención clínica directa, sino como algo meramente de
entretenimiento, ¿podemos decir que este candidato tiene algún trastorno mental?
Son muchas las personas que hablan de que Trump muestra rasgos del conocido
como Trastorno narcisista de la personalidad. Veamos qué dice el DSM-IV-TR
sobre los criterios para este trastorno de personalidad y si son aplicables o
no al candidato en función de algunos de sus más conocidos comentarios:
1. Tiene un grandioso sentido de
autoimportancia. “He ganado a mucha gente y a muchas empresas, saliendo
victorioso de diversas batallas”. “He ganado de forma justa e inteligente
muchos billones de dólares, por lo que todo ello es una muestra de mi habilidad”.
2. Está preocupado por fantasías de éxito
ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios. “Si le gusto a Putin
y si piensa que soy una gran persona e inteligente, cosa que espero que piense
porque…bueno, en realidad soy alguien brillante, ustedes saben eso”.
3. Cree que es "especial" y
único y que sólo puede ser comprendido por, o sólo puede relacionarse con otras
personas (o instituciones) que son especiales o de alto status. “Quizá la gente
no quiere mi mensaje, tal vez deseen quedarse siendo mediocres, entonces
deberán elegir otro político para la presidencia”.
4. Exige una admiración excesiva. “Mis
empleados me adoran, creo que todo el mundo en realidad de admira.”
5. Es muy pretencioso, por ejemplo,
expectativas irrazonables de recibir un trato de favor especial o de que se
cumplan automáticamente sus expectativas. La tristemente conocida frase de
“cuando eres una estrella las mujeres te dejan hacer lo que quieras con ellas.”
lunes, 7 de noviembre de 2016
Análisis Psicodinámico de la película Seven (David Fincher, 1995)
Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe
Sinopsis
Gula, ira, pereza,
envidia, soberbia, avaricia y lujuria constituyen los 7 pecados capitales.
Templanza, mansedumbre, diligencia, caridad, humildad, generosidad y castidad
son las siete virtudes. El mal o el bien, lo prohibido o lo virtuoso y si
adoptamos una postura psicoanalítica, el Tánatos y el Eros.
Una semana antes de
alejarse definitivamente de su empleo de toda la vida, el teniente William Somerset (Freeman) se une a David
Mills (Pitt), joven detective
recién incorporado, para encontrar al responsable de una serie de asesinatos
que se han desencadenado siguiendo un peculiar patrón: cada crimen representa
a uno de los Siete Pecados Capitales: gula, ira, pereza, envidia, soberbia,
avaricia y lujuria. Para ello, simplemente
cuentan con la ayuda de la obra de La Divina Comedia.
Los asesinatos no se
ven, pero sí los resultados o los instrumentos. Eso es suficiente para
imaginar la violencia gráfica con la que se cometieron y, a la vez, pone en
marcha nuestra psique en su intento
por imaginar vívidamente el cómo de la materialización del castigo a cada
pecado. Mills, al parecer iluminado en este sombrío y anónimo ambiente (no se
sabe nunca dónde están), participa activamente en la satisfacción de los
deseos del asesino.
La brutalidad de las
imágenes con la lluvia, el uso de la oscuridad y el toque macabro que da la
música; la escenografía y el vestuario, nos inundan en la depresión y
conforman el macabro paisaje gótico y bizarro en el que se muestra la
potencial destructividad del ser humano y que alcanza el cénit en el
catártico final.
Interpretación
El análisis de las
películas implica adentrarse el psiquismo tanto de los personajes como del
creador de la trama. Evidentemente hay filmes
con mayor y menor profundidad en los personajes pero, en muchas ocasiones,
los paradigmas teóricos de la psicología nos permiten descubrir y/o
comprender el porqué de determinados desenlaces.
Fincher escenifica la
miseria humana, el sufrimiento psíquico y la expresión del sentimiento de
inferioridad/culpa, aspectos primordiales en la comprensión de la filosofía
existencialista.
En La Divina Comedia,
Dante se va encontrando con
personajes mitológicos, históricos o contemporáneos suyos. Los castigos o
recompensas que reciben estos individuos simbolizan cada uno un defecto o virtud
en diferentes ámbitos, ya sea política o religión. La obra de Dante no hace
sino representar un esquema, a la postre universal, sobre los valores
morales. La parte relacionada de forma específica con Seven es el tránsito por el purgatorio. Dividido en 7 cornisas,
cada una de ellas hace referencia a uno de los pecados capitales. A su vez,
en cada cornisa hay un ángel que representa una de las virtudes que
contrarresta cada pecado. En Seven
se nos muestra la obra de Dante como una guía axiomática para el homicida (Spacey). Así, sería necesario sufrir
para la redención. Los crímenes son el único camino para mostrar el mal
imperante y, a la vez, la obra con la que se conseguirá la salvación. La
inevitable consecución de estos objetivos provoca que la envidia hacia Mills
(Brad Pitt) le haga pecar. Tras pecar, y no conocer la virtud salvadora, la
única posibilidad de llegar al paraíso pasa por la muerte (previo
arrepentimiento). Mills, presa de la ira, satisface los deseos del asesino
ayudando a su fin último, la creencia de ir así al paraíso.
La obra de Dante es
utilizada por Mills y Spacey para conocer los pensamientos
del criminal. Pero, qué nos dice el psicoanálisis kleiniano. Melanie Klein hace hincapié en el estudio del
desarrollo del niño. No obstante, sus hipótesis acerca de la envidia sirven para establecer
lo acaecido con este pecado capital en la película.
La envidia actúa
desde nuestro nacimiento, antecediendo al sentimiento edípico de los celos. Ambos conceptos están
diferenciados:
·
Celos:
el objetivo es la posesión del objeto amado y la exclusión del rival, pero
basándose en el reconocimiento y aceptación
de un objeto separado y diferente al propio sujeto.
·
Envidia:
el objetivo es la incorporación y completa asimilación del objeto envidiado.
Ante el fracaso en este empeño la única solución es la destrucción. No habría
introyección de algo lo suficientemente bueno. La voracidad interviene
siempre junto a la envidia, caracterizándose por una vinculación totalitaria
con el objeto (exigencias insaciables hacia el mismo).
El audaz asesino
interpretado por Kevin Spacey
presenta una confrontación continua entre su Eros y su Tánatos. La
satisfacción de sus impulsos de muerte (agresión ante lo que considera
conductas malvadas/pecados capitales) derivan en el mal. En la
materialización de sus deseos, sus censuras (las que le provocan castigar a
los pecadores y, a la vez, no le dejan cometer pecados) se debilitan. Siente
envidia hacia Mills, hacia lo que representa la vida de éste, es decir, un
perfecto matrimonio, la pronta llegada de un vástago…, aspectos suficientes
para inducir el pecado. La envidia provoca que se intente incorporar y
asimilar el objeto amado/envidiado (en este caso la mujer de Mills). Ante la
imposibilidad de la introyección del objeto, la única posibilidad es la
destrucción (esta es la causa de que opte por el macabro final). La
realización de la agresión (proveniente de la satisfacción de Tánatos)
provoca un intenso sentimiento de culpa, únicamente superable a través de la
propia destrucción del yo. Es decir, ante la imposibilidad de incorporar el
objeto externo, sobre el que se ha descargado toda la libido y, por tanto,
recuperar la misma, la única solución es la propia aniquilación –nunca con el
pecado del suicidio-.
¿Qué te parece una
interpretación así del obrar del asesino desde la envidia kleiniana? Seguro que conoces más filmes con un trasfondo psicológico y
que te gustaría fueses comentados.
Bibliografía
|
Klein,
Melanie (1984). Psicoanálisis del desarrollo temprano. Barcelona:
Ediciones Paidós.
Link sinopsis
y crítica de la película
jueves, 3 de noviembre de 2016
La neurociencia nos enseña cómo un ejercicio nos puede convertir en personas más creativas
La creatividad es una aptitud que implica dar respuestas originales
o innovadoras a las problemas enfrentados. Frecuentemente se considera como un
rasgo innato de la persona, distinguiendo entre personas creativas y otras que
simplemente no lo son. Pero influye el estilo de vida que tenemos en cómo de creativos
somos y, ¿hay algo que se puede hacer para ser más creativo?
La realidad es que las últimas investigaciones en neurociencia nos
indican que el estilo de vida actual, en el que vamos corriendo de un lado para
otro, centrándonos en múltiples actividades al mismo tiempo (escribir un
mensaje por el teléfono mientras mantenemos una conversación con otra persona o
mientras andamos por la ciudad) disminuyen la creatividad de las personas. Por
otra parte, a la hora de trabajar existen dos factores que contribuyen a dar menos
respuestas creativas. Por una parte, la tendencia a centrarnos en aspectos
concretos de las tareas o trabajos a realizar, lo que se conoce como trabajo
por metas en los que lo que se espera de la persona es que complete una o
varias tareas relacionadas con un asunto. A esto le podemos sumar la frecuente
sensación de presión temporal por terminar dichas tareas, que, sin duda, aleja
cualquier posibilidad de solución que no vaya dirigida a solucionar la tarea
concreta de la que se trate. En este sentido, lo que los estudios sobre
creatividad indican es que este tipo de comportamientos activan áreas del
cerebro relacionadas con lo que se conoce como pensamiento convergente.
Lo que estos investigadores también descubrieron es que es posible
activar, como si de un interruptor se tratara, los circuitos cerebrales que se
relacionan con la creatividad o, mejor dicho, con los procesos creativos.
Cuando se analizó la actividad cerebral durante la práctica de meditación como
el mindfulness, se vio que se registraba un aumento de la actividad cerebral en
dichas zonas. Por ello, se instruyó a un grupo de voluntarios a realizar
mindfulness durante 15 minutos diariamente antes de comenzar a trabajar para
ver los efectos que esto producía. Durante estos 15 minutos el objetivo era
principalmente ponerse en contacto con sus sentidos y centrarse en la
respiración, dejando pasar los pensamientos que surgieran durante la
práctica. Cuando se analizaron sus
resultados se vio que esto conducía a un aumento considerable en la producción
creativa en sus trabajos, describiendo ellos mismos una sensación de estar más
conectados a una idea global de aquello que estaban haciendo, conectando a su
vez esa tarea con otras aparentemente no relacionadas. Este tipo de pensamiento
también conocido como pensamiento divergente facilita lo que comúnmente
llamamos creatividad, pero ¿cómo es esto posible? No hay nada de magia en todo
ello, de hecho, es algo que muchos artistas a lo largo de las historia han
realizado de forma natural al dar paseos por bosques o jardines y estando en
contacto con la naturaleza. Esto, de hecho, es una forma de meditación en sí
misma, pues la persona pierde el foco en algo concreto y se conecta a la
información que los sentidos le van proporcionando, lo que le permite
considerar nueva información. Quizá podamos aplicar algo de estos nuevos
avances a nuestro día a día, ahora que
sabemos que la meditación no solo mejora nuestra salud mental sino también
nuestra creatividad.
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