La creatividad es una aptitud que implica dar respuestas originales
o innovadoras a las problemas enfrentados. Frecuentemente se considera como un
rasgo innato de la persona, distinguiendo entre personas creativas y otras que
simplemente no lo son. Pero influye el estilo de vida que tenemos en cómo de creativos
somos y, ¿hay algo que se puede hacer para ser más creativo?
La realidad es que las últimas investigaciones en neurociencia nos
indican que el estilo de vida actual, en el que vamos corriendo de un lado para
otro, centrándonos en múltiples actividades al mismo tiempo (escribir un
mensaje por el teléfono mientras mantenemos una conversación con otra persona o
mientras andamos por la ciudad) disminuyen la creatividad de las personas. Por
otra parte, a la hora de trabajar existen dos factores que contribuyen a dar menos
respuestas creativas. Por una parte, la tendencia a centrarnos en aspectos
concretos de las tareas o trabajos a realizar, lo que se conoce como trabajo
por metas en los que lo que se espera de la persona es que complete una o
varias tareas relacionadas con un asunto. A esto le podemos sumar la frecuente
sensación de presión temporal por terminar dichas tareas, que, sin duda, aleja
cualquier posibilidad de solución que no vaya dirigida a solucionar la tarea
concreta de la que se trate. En este sentido, lo que los estudios sobre
creatividad indican es que este tipo de comportamientos activan áreas del
cerebro relacionadas con lo que se conoce como pensamiento convergente.
Lo que estos investigadores también descubrieron es que es posible
activar, como si de un interruptor se tratara, los circuitos cerebrales que se
relacionan con la creatividad o, mejor dicho, con los procesos creativos.
Cuando se analizó la actividad cerebral durante la práctica de meditación como
el mindfulness, se vio que se registraba un aumento de la actividad cerebral en
dichas zonas. Por ello, se instruyó a un grupo de voluntarios a realizar
mindfulness durante 15 minutos diariamente antes de comenzar a trabajar para
ver los efectos que esto producía. Durante estos 15 minutos el objetivo era
principalmente ponerse en contacto con sus sentidos y centrarse en la
respiración, dejando pasar los pensamientos que surgieran durante la
práctica. Cuando se analizaron sus
resultados se vio que esto conducía a un aumento considerable en la producción
creativa en sus trabajos, describiendo ellos mismos una sensación de estar más
conectados a una idea global de aquello que estaban haciendo, conectando a su
vez esa tarea con otras aparentemente no relacionadas. Este tipo de pensamiento
también conocido como pensamiento divergente facilita lo que comúnmente
llamamos creatividad, pero ¿cómo es esto posible? No hay nada de magia en todo
ello, de hecho, es algo que muchos artistas a lo largo de las historia han
realizado de forma natural al dar paseos por bosques o jardines y estando en
contacto con la naturaleza. Esto, de hecho, es una forma de meditación en sí
misma, pues la persona pierde el foco en algo concreto y se conecta a la
información que los sentidos le van proporcionando, lo que le permite
considerar nueva información. Quizá podamos aplicar algo de estos nuevos
avances a nuestro día a día, ahora que
sabemos que la meditación no solo mejora nuestra salud mental sino también
nuestra creatividad.
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