En este artículo contaremos la experiencia
de Alejandro Muriel Hermosilla, actualmente Psicólogo Interno Residente en el
Hospital General Universitario Gregorio Marañón, como voluntario de Psicología
Clínica en Brasil. Os dejamos con su
relato:
Después de terminar la carrera tuve la
oportunidad de irme a Brasil con mi pareja y, ante la perspectiva de que mi
estancia allí sería larga, decidí comenzar a buscar trabajo como voluntario de
psicología clínica en la ciudad donde vivía, Salvador de Bahía. Para los que no la conozcáis, esta es una de
las regiones más interesantes del país, por su naturaleza exuberante rodeada de
edificios históricos, playas vírgenes y por la amabilidad de su gente. Sin
embargo, también es una de las regiones más pobres y con más violencia, lo que
la podía hacer bastante peligrosa al caer la noche.
Al principio, encontrar algún sitio donde
trabajar de voluntario no fue nada fácil, mi nivel de portugués no era muy bueno,
no tenía apenas personas a las que poder acudir para preguntar por centros
donde colaborar y no sabía cómo funcionaban este tipo de cosas allí. Tras cerca
de dos semanas buscando todos los días y recorriendo la ciudad de arriba a
abajo, parecía que surgía algo que tenía muy buena pinta. Un conocido profesor
de neuropsicología que trabajaba en el Hospital
São Rafael, me ofreció colaborar en un proyecto que iba a comenzar con sus
alumnos y compañeros del hospital. Nada más decírmelo, me ilusioné por poder
colaborar en un proyecto que estaba por empezar y donde podría aprender de un
tema que me interesaba bastante. Sin embargo, para mi decepción, el día antes
de empezar a trabajar y con mi bata ya
comprada, me informaron desde la dirección de personal del hospital que no era
posible que colaborara como voluntario por tener visado de turista. No entendía
cómo, si no era una actividad remunerada, más bien todo lo contrario, me ponían
tantas pegas para poder colaborar. Pese a que este profesor y alguna otra
persona intentaron ver si se podía hacer algo, fue imposible.
Parecía que buscar un voluntariado iba a
ser más difícil de lo que yo hubiera pensado. Un día, mientras desayunaba, leí
en el periódico local sobre una organización que ofrecía servicios de neurología,
psiquiatría y psicología a personas sin
recursos. Me decidí a visitarla por si había suerte y, desde el principio,
además de mostrarse enormemente acogedores y amables, me dejaron claro su
disponibilidad para poder colaborar con ellos como psicólogo voluntario. Y así fue cómo empecé a colaborar durante
casi 6 meses en la Fundação de Neurologia
e Neurocirugia: Instituto do Cérebro.
La idea de su funcionamiento me parecía y
me parece, aún más hoy, extraordinaria. Todos los profesionales que trabajan en
la fundación eran adjuntos o residentes de alguna de las tres especialidades
que se ofrecían: neurología, psiquiatría y psicología. Algunos días a la semana
iban a atender a aquellas personas que, por su condición económica y/o por la
urgencia de su tratamiento, no podían costearse un plan de salud privado. La
rutina diaria para los voluntarios era bastante parecida al PIR o al MIR, pues,
al principio, pasábamos como observadores y luego íbamos teniendo algunos
pacientes a nuestro cargo. Pude pasar a sesiones de psicoterapia individual y
de familia, a evaluaciones neurológicas, neuropsicológicas y a consultas de
psiquiatría.
Cuando ya tuve los primeros pacientes a mi
cargo, tuve la suerte de tener supervisiones, que, en mi caso, eran dobles: de
los pacientes y de mi portugués!! Aunque con el tiempo fui mejorando mi manejo
del idioma, trabajar en esta asociación me permitió no sólo ver de cerca el
trabajo de profesionales de la salud mental, sino problemáticas sociales
extremas que, por suerte, pocas veces presenciamos en nuestro país. Se
producían situaciones que a cualquiera le ponían los pelos de punta, ya que,
aunque a la mayoría de pacientes se les dispensaban sus medicamentos de forma
gratuita, frecuentemente faltaban a las consultas por no tener medios para
pagar el trayecto desde su pueblo hasta la fundación. Pero también pude ver
cómo en estas situaciones se redoblaba el esfuerzo que hacían algunos
trabajadores, que iban con sus coches particulares a atender al domicilio de
los pacientes en peor situación. Y cuando hablo de pacientes, también hablo de
niños de muy corta edad que vivían en condiciones de pobreza extrema con
familias absolutamente desestructuradas. Realmente es en estas situaciones
donde la palabra resiliencia adquirió sentido para mí.
La experiencia no pudo ser más completa,
porque también me permitió participar en un proyecto donde se realizó una evaluación a la población
general de más de 60 años en riesgo de demencia, para concienciar a las
comunidades de la importancia de la detección a tiempo y de su tratamiento.
¡Hasta salimos en la televisión local y en los periódicos realizando el
MiniMental en las plazas o los centros comerciales! Entre otras muchas actividades,
podíamos asistir a las clases de psiquiatría de la Universidad de Medicina de
Salvador de Bahía, que tenía una estrecha colaboración con la propia fundación.
Después de casi 5 años de esa experiencia,
sólo se me ocurren cosas positivas y, sin duda, la volvería a repetir. Así que
animo a todos aquellos que pudieran estar interesados a ponerse en contacto con
ellos, porque seguro estarán encantados de recibiros.
Aprovecho para mandar un saludo y
reconocer el importantísimo trabajo que realiza el neurólogo Dr. Antonio
Andrade Filho, director de la clínica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario