lunes, 4 de abril de 2016

El colectivo que ha revolucionado la forma de entender la salud mental: “ Los Escuchadores de Voces”.


Hace ya casi un año vino a un Hospital de Madrid el psicólogo clínico Miguel Ángel Martínez Barbero a contarnos su experiencia de trabajar en un centro de día con un grupo de escuchadores de voces. La realidad es que pocos de los que estábamos aquel día en esa charla sabíamos bien qué era eso de los “escuchadores de voces”.

Lo que nos explicó fue algo que no dejó indiferente a ninguno de los asistentes. La idea de la partía es que escuchar voces no es en sí mismo un proceso patológico ni que implique necesariamente estar asociado a etiquetas diagnósticas como la esquizofrenia. Recordad que durante mucho tiempo se entendía que escuchar voces era un síntoma patognomónico de la esquizofrenia. Desde este colectivo se promueve todo lo contrario, en lugar de simplemente diagnosticar a una persona que tenga esta experiencia y medicarla, lo que se busca ante todo es dar sentido a estas voces. Es decir, intentar ver qué papel están jugando en la vida de esta persona y si las voces que oye o las alucinaciones que presenta tienen un significado particular. Nos explicaba cómo a algunas personas estas voces les tranquilizan y a otras les generan ansiedad, aunque en ocasiones la ansiedad es producida por el propio estigma asociado a escuchar voces o a tener alucinaciones del tipo que sea. En estos casos no eran las voces en sí las que generaban ansiedad, sino el que la persona se percatara de que estaba experimentando algo que socialmente era entendido como sinónimo de locura.

Nos explicó también que la mayor parte del deterioro que presentan las personas actualmente diagnosticadas de esquizofrenia se debe a los efectos secundarios de su medicación, que no es, en general, positiva a largo plazo. El psicólogo nos trasladó la experiencia de alguno de sus pacientes en los que, incluso la disminución de las voces que experimentaban por la medicación muchas veces era simulada ante su psiquiatra o psicólogo de referencia, por la falta de comprensión que en ocasiones encontraban en ellos o por el temor a más cambios en la medicación y a sus consabidos efectos.

Como os podéis imaginar, hablar de dosis mínimas o de medicar únicamente con ansiolíticos y en momentos puntuales, supuso un auténtico aluvión de críticas y preguntas por los residentes que estábamos en esta charla, acostumbrados a un enfoque muy diferente. A juicio de algunos dio argumentos y experiencias muy razonables, pero otras personas fueron más críticas con la visión presentada. La mayoría nos quedamos con una idea: las alucinaciones, así como otras experiencias que habitualmente forman parte de “lo patológico” merecen ser tenidas en cuenta, porque, ante todo, hablan de las vivencias de cada individuo.

Os dejamos el ejemplo de una persona “escuchadora de voces” y de cómo aprendió a vivir con ellas. Eso si, no sin antes haber sufrido el estigma de las etiquetas diagnósticas:

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