El colectivo que ha revolucionado la forma de entender la salud mental: “ Los Escuchadores de Voces”.
Hace ya casi un año vino a un Hospital de
Madrid el psicólogo clínico Miguel Ángel Martínez Barbero a contarnos su
experiencia de trabajar en un centro de día con un grupo de escuchadores de
voces. La realidad es que pocos de los que estábamos aquel día en esa charla
sabíamos bien qué era eso de los “escuchadores de voces”.
Lo que nos explicó fue algo que no dejó
indiferente a ninguno de los asistentes. La idea de la partía es que escuchar
voces no es en sí mismo un proceso patológico ni que implique necesariamente
estar asociado a etiquetas diagnósticas como la esquizofrenia. Recordad que
durante mucho tiempo se entendía que escuchar voces era un síntoma
patognomónico de la esquizofrenia. Desde este colectivo se promueve todo lo
contrario, en lugar de simplemente diagnosticar a una persona que tenga esta
experiencia y medicarla, lo que se busca ante todo es dar sentido a estas voces.
Es decir, intentar ver qué papel están jugando en la vida de esta persona y si las
voces que oye o las alucinaciones que presenta tienen un significado
particular. Nos explicaba cómo a algunas personas estas voces les tranquilizan
y a otras les generan ansiedad, aunque en ocasiones la ansiedad es producida
por el propio estigma asociado a escuchar voces o a tener alucinaciones del
tipo que sea. En estos casos no eran las voces en sí las que generaban
ansiedad, sino el que la persona se percatara de que estaba experimentando algo
que socialmente era entendido como sinónimo de locura.
Nos explicó también que la mayor parte del
deterioro que presentan las personas actualmente diagnosticadas de
esquizofrenia se debe a los efectos secundarios de su medicación, que no es, en
general, positiva a largo plazo. El psicólogo nos trasladó la experiencia de
alguno de sus pacientes en los que, incluso la disminución de las voces que
experimentaban por la medicación muchas veces era simulada ante su psiquiatra o
psicólogo de referencia, por la falta de comprensión que en ocasiones
encontraban en ellos o por el temor a más cambios en la medicación y a sus
consabidos efectos.
Como os podéis imaginar, hablar de dosis
mínimas o de medicar únicamente con ansiolíticos y en momentos puntuales,
supuso un auténtico aluvión de críticas y preguntas por los residentes que
estábamos en esta charla, acostumbrados a un enfoque muy diferente. A juicio de
algunos dio argumentos y experiencias muy razonables, pero otras personas
fueron más críticas con la visión presentada. La mayoría nos quedamos con una
idea: las alucinaciones, así como otras experiencias que habitualmente forman
parte de “lo patológico” merecen ser tenidas en cuenta, porque, ante todo,
hablan de las vivencias de cada individuo.
Os dejamos el ejemplo de una persona
“escuchadora de voces” y de cómo aprendió a vivir con ellas. Eso si, no sin
antes haber sufrido el estigma de las etiquetas diagnósticas:
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