Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe
El terrorismo es una amenaza global con innumerables consecuencias para todas las esferas
de la vida de los seres humanos.
En una sociedad en la que parece estar prohibido pararnos a meditar y
en la que de un día para otro se esperan grandes cambios, pocas veces
reparamos (más allá de en los momentos
iniciales) en el sufrimiento de las
personas afectadas directa o indirectamente por acciones terroristas. Sin
embargo, son numerosas las
consecuencias psicológicas y/o emocionales en las personas que logran
sobrevivir a acciones terroristas o que las han vivido de cerca.
La investigación en torno a las secuelas de las
víctimas de atentados terroristas arroja resultados concluyentes. Baca y
Cabanas (1997) investigaron en una muestra procedente de la Asociación de
Víctimas del Terrorismo de España. Del total de personas vinculadas a esta
asociación, lograron un porcentaje de respuesta del 60,14% a las encuestas
por correo que se proponían. El método seguido fue la utilización de
cuestionarios autoaplicados que estuviesen bien diseñados y contuviesen
instrucciones claras así como que no se incluyeran respuestas abiertas. La
muestra tenía un porcentaje algo superior de mujeres frente a varones, siendo
la profesión más frecuente de los encuestados/as, ser ama de casa, seguida de
guardia civil, militares, policía nacional y un resto de personas misceláneo
con profesiones de carácter civil.
Cabe reseñar que el número de víctimas directas de la muestra fue de
205 (un 47,2%) de los casos, 162 (37,3%) fueron los únicos afectados de su
familia y 43 (9,9%) tuvieron un familiar directamente afectado en el mismo
acto agresivo. Por otra parte, 229 casos (52,8%) eran familiares directos,
habiendo visto un 13,1% de ellos el atentado con sus propios ojos. Por
último, analizando la distribución de las víctimas directas (muertos y
supervivientes) que formaban parte de la AVT, el 51,2% de los casos eran
miembros de los cuerpos de Seguridad del Estado y el 30,2% tenían diversas
profesiones civiles, siendo un 13,6%
militares. El tiempo transcurrido entre el atentado y la investigación
realizada fue de un promedio de nueve años y medio, pudiéndose evaluar los
efectos crónicos de las acciones sufridas.
Las principales conclusiones del estudio fueron: 1) la existencia de una significativa y
consistente asociación entre ser víctima directa de atentado terrorista y el
riesgo de presentar alteraciones psicopatológicas; 2) se detectó mayor
presenta de síntomas específicos de patología entre las víctimas directas; 3)
la calidad de vida del colectivo de afiliados a la asociación era
significativamente inferior a la que presentaba la población normal; 4) las
personas que presentaban mayor riesgo de padecer trastornos mentales eran las
que tenían peor calidad de vida; 5) el ser padre o hermano de una víctima se
asociaba significativamente a mayor riesgo para la salud mental ; y 6) cuando
el apoyo familiar era percibido por la víctima como escaso, insuficiente o
nulo, aumentaba significativamente el riesgo de presentar alteraciones
psicopatológicas. Sintetizando los resultados, podría decirse que las
víctimas serían un colectivo claramente vulnerable a la probabilidad de presentar
consecuencias emocionales encontrándose afectación negativa en la calidad de
vida y, siendo asimismo agravantes, el parentesco próximo hacia las víctimas
y la falta de apoyo familiar percibida subjetivamente por los afectados.
En otro estudio realizado a raíz de los atentados
islamistas sufridos en Madrid en el año 2004, la Asociación de Ayuda a las
Víctimas del 11 de marzo abordó los problemas psicológicos 18 meses después (AV11-M,
2005). La muestra empleada fue de 120 personas seleccionadas por muestreo
probabilístico aleatorio simple y que eran víctimas directas o familiares de
las personas afectadas por esta barbarie. Se les aplicó un cuestionario que
recogía datos sociodemográficos, datos del atentado, aspectos acerca del
asesoramiento recibido, aspectos jurídicos, datos acerca de reinserción
laboral y social, aspectos sanitarios, familiares, económicos, otros datos acerca de las víctimas de Leganés, área
psicológica y área de investigación y lucha contra el terrorismo. Además, la
encuesta se aplicó en entrevista personal.
Analizando cualitativamente las secuelas
psicológicas de las víctimas de los atentados del 11 de marzo, aparecían cuadros de ansiedad elevada,
manifestaciones de ira, depresión y dificultad para trabajar en medios de
transporte públicos (relacionada con fobia específica y también cuadros de
agorafobia). Un 50% de las personas afectas por los atentados no recibían
tratamiento psicológico en el momento del estudio.
Por otro lado, se
constató la existencia de graves impactos en la vida familiar de estas
personas, debido a jubilaciones anticipadas, bajas laborales de larga
duración, cambios en la vida laboral y dificultades de comunicación.
Referente a los hijos menores, aparecían
signos de alerta elevados, temores nocturnos, sensación de inseguridad y
ambientes familiares alterados. En cuanto a la población inmigrante, diversos
factores de riesgo complicaban su adaptación tras el atentado sufrido. Estos eran
la precariedad laboral, la ausencia de red familiar, dificultades de acceso a
la vivienda y dificultades de integración social.
A modo de conclusión, el daño psíquico en las víctimas de atentados terroristas
se refiere tanto a las lesiones psíquicas producidas por el acto violento
como a las secuelas emocionales persistentes que interfieren en el
funcionamiento diario de las víctimas. Éstas sufren lesiones psíquicas de diversa índole moduladas por la vulnerabilidad
previa de la víctima (factores de personalidad y estrategias de afrontamiento)
siendo los síntomas y síndromes clínicos más frecuentes la depresión, estrés
postraumático, ataques de pánico, ira y agresividad, abuso de drogas, así
como conductas extremas de miedo y evitación (conductas fóbicas). Aunque
suene utópico, la paz es algo en lo que
debemos creer y trabajar puesto que es el camino hacia la verdadera libertad.
Artículo
de Referencia
Muñoz, J. J. y Navas, E. (2007). El daño
psicológico en las víctimas del terrorismo. Psicopatología
Clínica, Legal y Forense, 7, 147-160.
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