Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe
Ejercer con pasión la compasión o
ser ávidos, intrépidos y mostrar entrega en la consideración de los seres humanos.
Compadecerse implica concienciarse de los
demás y tradicionalmente se asocia a posicionarse por y para los otros
comprendiendo su sufrimiento y penurias desde una excelsa empatía que deriva en un
irrefrenable intento de eliminar cualquier atisbo de sufrimiento en la persona
compadecida en aras de mitigar sus desdenes. La vivencia compasiva habría de ser
consustancial a la humanidad y no un mero deseo egoísta hacia aquellas
personas conocidas (queridas) por
nosotros. No es onírico plasmar que toda persona que expresa empatía aumenta
exponencialmente sus posibilidades de ser solidaria, atenta y entregada a otros
seres humanos, enriqueciendo el matiz de lástima o pena que inviste a
la compasión y proveyéndola de una dadivosa abnegación empática.
La compasión como valor humano tiene innumerables
referencias filosóficas y literarias. Decía Nietzsche, con cierta inquina, que sólo había un psicólogo del cual
se podía aprender algo, y éste era Fiódor
Mijáilovich Dostoyevski. Admito mi predilección por las obras del último y,
entre ellas, para abordar la compasión,
me surge nombrar Los Hermanos Karamazov, donde aparecen diversos dilemas éticos
como el concepto del bien y el mal o
el papel del amor en nuestras vidas
dentro del contexto del avance ideológico nihilista
de la Rusia de la segunda mitad del siglo XIX. Partiendo del aparente
parricidio de Fiódor Karamazov, Dostoyevski
combina sabiamente su visión negativista de los valores vigentes. Tres son los
hermanos Karamázov y todas las sospechas homicidas recaen sobre el
ambicioso y hostil Dmitri (juzgado y condenado), en detrimento de Iván
(acérrimo ateísta) y Alekséi (la antítesis religiosa de
Iván). He de decir que hay un cuarto hermano llamado Pável (verdadero asesino
de su padre) surgido de la relación entre Fiódor y Lizaveta, quien no era su
esposa. Las dicotomías antitéticas de la obra muestran el poder de la compasión frente al tiñoso, mísero y
cicatero egoísmo. Señalaba Dostoyevski,
el
que se miente a sí mismo y escucha sus propias mentiras, llega a no saber lo
que hay de verdad en él ni en torno de él, o sea que pierde el respeto a sí
mismo y a los demás. Al no respetar a nadie, deja de querer, y para distraer el
tedio que produce la falta de cariño y ocuparse en algo, se entrega a las
pasiones y a los placeres más bajos. Nada más lejos de la realidad el
señalamiento del respeto hacia los otros como símbolo de una elativa compasión
protectora frente al nihilismo de
personajes como Fiódor, Dmitri, Iván o Pável.
La compasión
puede ser malentendida como algo propio de poderosos,
provocando su negación por los receptores quienes no la quieren experimentar dado
que supone una piadosa lástima ofensiva. Prefiero y considero algo más
oportunos otros planteamientos como el del Dalái
Lama, si quieres que otros sean felices, practica la compasión; si quieres
ser feliz tú, practica la compasión; o el castizo la compasión, buena siempre, es en
muchos casos la celestial precursora de la justicia de Concepción Arenal. Sin embargo, también
los matizo, ya que pienso que la compasión
se identifica más con poner empeño en ejercer y fortalecer la ya
nombrada empatía, insigne lugarteniente de la imprescindible interdependencia
humana. Esto supone mostrar afecto a los demás desde una
autenticidad evasiva de una instrumental necesidad de percibir alguna
recompensa a cambio, lo que es más propio del erróneo planteamiento de este
valor como un intercambio basado en la
equidad. Vista así, la compasión es
un valor
emocional que nos permite situarnos no sólo ante los conocidos, sino
ante el conjunto de los seres humanos, enriqueciendo nuestra calidad humana al
posicionarnos como garantes de un magnánimo y filántropo comportamiento
génesis de una armadura frente al cegador individualismo. Y es que ante lo dañino es mejor disponer de
ayuda y aunque el tiempo cura todas las heridas mejor estar rodeados de
seres compasivos que experimenten este valor, un menester necesario.
Lectura
recomendada
Dostoyevski, F. (1880, ed. 2011). Los Hermanos Karamazov. Madrid: Ediciones Simancas
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