martes, 6 de junio de 2017

Intolerable Intolerancia

Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe



Preguntarnos cuánto de intolerantes  podemos llegar a ser supone un ejercicio de autoanálisis no factible para un buen número de personas. Qué difícil respetar al otro, lo diferente a lo nuestro, ser indulgente ante lo que nos consume, afecta o molesta. Cuesta reconocer las diferencias, amoldarnos a las divergencias, normalizar la aparente anomalía o anquilosar nuestro escepticismo. La intolerancia define al alfeñique y es que cuando rechazamos lo diferente estamos proyectando una clara inferioridad bajo el oscurantismo de una aparente superioridad.

Pero cómo llegar a ser transparentes e investirnos de una compostura que aleje la obcecación de nuestras acciones. El rechazo a lo diferente se realiza en el contexto de un juicio de valor y, como señalaba Dostoievski sólo por el respeto de sí mismo se logra el respeto de los demás. Lo cierto es que en mi pensamiento está que si no hay un equilibrio interno nuestra proyección externa estará teñida de una déspota inflexibilidad, camino inicia e inequívoco hacia la intolerancia.

La intolerancia genera odio, agresión, deshumanización, conflicto, dolor y nos lleva a batallas nescientes. Por el contrario, quien es tolerante se cuestiona a sí mismo lo que deriva inexorablemente en la libertad de pensamiento y el crecimiento personal. En los tiempos que corren, la recomendación de un cuento infantil  puede parecer una perogrullada. Sin embargo, no hay nada más intelectual y valioso que recomendar historias que han forjado nuestros valores. En El Patito Feo se refleja el estigmatizador rechazo a lo diferente. El cuento de Hans Christian Andersen nos habla, indirectamente, de paralelismos actuales como el acoso escolar, laboral  o las actitudes discriminatorias que un buen número de individuos exhiben. La mofa y burla hacia las condiciones diferentes de otros, sean en la vertiente que sean, son una consecuencia de la dañina intolerancia. Sin embargo, poniéndonos en el papel del patito feo, la perseverancia, sacrificio o la motivación para crecer internamente derivan en la superación de nuestros límites, desarrollándonos y con la introyección de buenos sentimientos.

Abogaba Locke, en su Carta sobre la Tolerancia por aplicar este valor a la religión y la libertad de conciencia, estando guiadas ambas por el respeto y consideración tolerante de lo diferente. Como señalaba el filósofo, la fórmula es dejar de combatir lo que no se puede cambiar. Qué maravilloso es cuando asumimos que pueden existir diferencias que, lejos de separarnos, nos enriquecen, derivan en la asunción de que todos erramos y/o podemos sentirnos o ser débiles en algún momento. Opino que el límite superior de la tolerancia es el permisivismo. Ahí es donde se pierde lo virtuoso de la tolerancia dando pie a una pérdida de la libertad. Pero reincido en señalar la dificultad de ser tolerante, es decir, de encontrar la frontera entre el permisivismo y la tolerancia o, según considero, entre asumir y aceptar. La tolerancia se inviste de respeto, se engalana con la libertad y es génesis del vínculo social. El permisivismo desvincula, es irrespetuoso e  irreflexivo y supone la piedra angular de un aislante individualismo. Kant aportó un enfoque negativo de la tolerancia, en el sentido de que planteaba, de alguna manera, que el tolerante asumía una falsa creencia de poseer la razón pese al permitir enfoques divergentes. Es probable que quien tolera así incurra en permisivismo, porque si somos tolerantes  nos abrazaremos a la pluralidad. Este es el punto de tolerancia que nos alejará de la necesidad de acabar con lo ideológicamente diferente, aportándonos un valor vinculante y enriquecedor.


Y si en cualquier sitio se cuecen habas, prefiero no centrarme en el reproche hacia si es posible se cuezan o no en cualquier sitio; no vaya a ser que me burle de un patito que aunque de mayor desarrolló una belleza externa notable, ya partía de una interna e inconmensurable capacidad de adaptación, antitética a la intolerable intolerancia.

Lectura recomendada
Andersen, H. C. (1843, ed. 2006). El Patito Feo.  Sevilla: SL Kalandraka

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