No hace tanto tiempo me encontraba en la misma situación que
muchos de los que estáis leyendo este texto ahora mismo… De primera mano sé que
hay días complicados en los que dudas si serás uno de los poquísimos
afortunados en conseguir la ansiada plaza y alcanzar el sueño: ser PSICÓLOGO
INTERNO RESIDENTE.
Uno de los factores fundamentales para persistir en este
largo camino y seguir estudiando día tras día es la motivación, por eso, espero
que mis palabras ayuden a incrementar la vuestra aún más y que os esforcéis con
más ahínco (si es posible) en llegar a la meta.
Mi compañera Barbara os ha hablado de ese periodo de euforia (casi
de hipomanía) inicial tras recibir la noticia de que estás dentro y del difícil, a la par que gratificante proceso de elección de plaza, hoy yo os voy a hablar
de lo que viene después. ¿Qué ocurre cuando ya sabes cuál será el hospital en
el que pasarás los siguientes 4 años de tu vida? ¿Cómo son esos días previos a
la incorporación?
En mi caso esa euforia fue disminuyendo hasta convertirse en
una emoción de alegría sostenida, pero no eran los únicos sentimientos… Cuando
se hace oficial la fecha de tu primer día, empiezan a aflorar los temores y las
preocupaciones que hasta el momento habían permanecido totalmente ocultas tras
ese halo de felicidad absoluta, empiezas a preguntarte qué te deparará el
futuro, cómo serán las relaciones con los compañeros en el hospital… y, sobre
todo, esa pregunta que nos atormenta a la mayoría y para la que no tienes una
respuesta inmediata: ¿estaré preparada? Si bien, aún no tengo respuesta para
algunas de estas preguntas, otras han quedado absolutamente resueltas.
El pasado jueves fue el día de mi incorporación, no os
podéis imaginar el estado de nerviosismo en el que hice mi camino hacia el
Hospital Universitario Clínico San Carlos… Sin embargo, toda esa ansiedad
comenzó a disiparse cuando vi llegar a mi compañera a la puerta principal. Aún
no nos habíamos conocido en persona (habíamos compartido miedos e inseguridades
vía Whatsapp), pero al abrazarnos fue como si lleváramos toda la vida juntas.
Ahí estábamos las dos, “solas” ante el peligro, en un hospital enorme y
dispuestas a perdernos las veces que hiciera falta hasta llegar al auditorio
que estaría repleto del resto de residentes de las demás especialidades. La
palabra sola aparece entre comillas porque a priori no sabíamos cuál sería
nuestra acogida en una multitud constituida casi en su totalidad por médicos.
A
las 9:30 de la mañana comenzó el acto de bienvenida a todos los nuevos
residentes del hospital, en el cual se fueron cediendo la palabra sucesivamente
unos miembros de la jefatura a otros (gerente, director médico, vicedecano de
la Universidad Complutense de Madrid); sin embargo, no fue hasta las 12:00 que
acabó cuando nos llevamos la mejor sorpresa del día. Durante la charla,
habíamos tenido que subir por especialidades a recoger unos papeles al
escenario y, en ese momento, al parecer hubo gente que se fijó en nosotras… sí,
sí, en las PIRES. ¿Cómo nos dimos cuenta? A la salida, ¡¡vinieron en nuestra búsqueda!!
¿Quiénes? Pues nada más y nada menos que los cuatro futuros Médicos Internos
Residentes de Psiquiatría. Se presentaron, nos felicitaron, reconocieron lo
duro que es nuestro proceso y lo difícil que es para nosotros llegar hasta
allí; pero no queda ahí, esas muestras de admiración y aceptación se fueron
sucediendo a lo largo del día a medida que íbamos conociendo a gente
(neurólogos, cirujanos, pediatras…).
A lo mejor algunos de vosotros no entendéis mi perplejidad
inicial, pero hoy en día aún persisten en algunos sitios ciertas barreras entre
las figuras de psiquiatra y psicólogo y, aunque no esperaba un mal
recibimiento, desde luego no podía haber imaginado ni en mis mejores sueños la
bienvenida que nos dieron.
Desde el mismo instante en que se presentaron,
nuestros coR de psiquiatría se han esforzado en integrarnos con el resto de
médicos, incluirnos en grupos, planes, cañas de “afterwork”… en definitiva, nos
han tratado como si fuéramos uno más.
Ese día, nos hicieron una foto a todos los residentes de
primer año y creo que esa imagen capta una parte fundamental de la residencia a
la que a veces no le damos la importancia suficiente: EL GRAN POTENCIAL HUMANO
Y EL COMPAÑERISMO.
Esa misma tarde, mi coR y yo conocimos a los residentes
mayores de Psicología Clínica… ¿y qué deciros? Son simplemente perfectos.
Respecto a ellos confiaba plenamente en que su bienvenida sería extraordinaria,
a lo largo de las semanas previas ya se habían encargado de disipar cualquier
duda que pudiera tener sobre ellos. Han sido pacientes y serviciales, han hecho
de esa cuenta atrás un camino maravilloso en el que encontrarnos respaldadas y,
sobre todo, han sabido transmitirnos la ilusión y la expectación con la que
ansiaban nuestra llegada.
El 25 de mayo del 2017 fue el primer día de la que estoy
plenamente convencida de que será una de las mejores experiencias de mi vida.
Todo trabajo antes o después tiene su recompensa y el PIR es una de esas por
las que merece la pena luchar. Es el momento de romper con los prejuicios previos
(a veces infundados) y de relacionarnos con personas de nuestra especialidad
(con las que compartiremos la mayor parte del tiempo) pero también con otros
que están en una situación similar a la nuestra, deseando encontrar a personas
que quieran compartir este viaje con ellos.
En los próximos días os contaré como han sido los primeros
días a nivel profesional, pero hoy quería compartir mi felicidad con vosotros.
Gracias por leernos y un gran saludo para tod@s. ¡¡Mucha suerte y ánimo!!
LAURA PÉREZ LUNA , Residente PIR
¡¡¡Excelente Artículo!!! ¡Gracias por compartir tu experiencia!
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