Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe
Aprovechar el tiempo y no perderlo en anteponer dificultades previas
a una imprevisible ocurrencia o elucubrando nimiedades que justifiquen nuestra
desidia e inacción. Cuántas veces focalizamos nuestra energía en la queja
y en divagaciones que excusan el alejamiento de lo que necesitamos,
agrandando los obstáculos e impidiendo alcanzar metas dada la ausencia de
esfuerzo. Disfrutar el tiempo implica no anclarse al pasado y ser
consciente del orden cronológico que puede seguir cualquier evento no
malgastándonos en acciones probablemente inconclusas sino en actos con objetivos
meridianos. Pensando así podemos tener opción de vencer las dificultades y
acercarnos a logros que no sean meramente granjerías materiales.
Considero que obrando con diligencia y eludiendo la dilación derrotamos la
inoperante duda que imposibilita el éxito.
Admitir el
funcionalismo subyacente a estos enunciados no quita señalar que a
la corta o a la larga, el tiempo todo lo alcanza, por lo que hay que
intentar llegar a un buen equilibro entre lo que nos atrae o impele por los
beneficios que conlleva, plantearse el modulable esfuerzo que supone así
como el tiempo a invertir para su logro. Al fin y al cabo la vida es breve y
nos plantea la necesidad de apurar el tiempo concedido para alcanzar nuestro
sino esperando la máxima de que todo se cumpla a su tiempo
pero grabándonos un sabio consejo como es que algo sólo se puede
cumplir si se busca. Siendo pragmáticos mostraremos dedicación,
produciremos, exprimiremos nuestros recursos y aplicaremos nuestros aprendizajes
no malgastando tiempo. Cuando el tiempo es aprovechado justificamos nuestra
existencia eliminando lo nimio y baladí, lo que nos orienta hacia lo original y
excepcional.
Hablar del
tiempo y su aprovechamiento trae a mi mente una de mis lecturas preferidas en la
infancia (admito que también en esta época). Imaginaos como me quedé cuando leía
La Máquina del Tiempo y pensaba que podría viajar al futuro o ¡qué
leches! retroceder para arreglar algún entuerto. Wells supuso el inicio
de mi admiración por la ciencia ficción y me acercó a la tentadora idea de
creer en los viajes a través del tiempo buscando el porvenir propio y ajeno.
El viajero de la máquina conoce en un futuro muy lejano a los Eloi,
pequeños seres vegetarianos que suponen una ramificación en la evolución de la
especie humana como también lo eran los Morlock. Los Eloi
estaban entregados a la vida placentera y carente de objetivos, convirtiéndose
en pasto fácil para los antropófagos Morlock en sus noches de
cacería. Qué inteligente y profunda es esta metáfora del conformismo frente a
la ambición, de la desidia contra el tesón, de la resignación ante la lucha o de
la oposición existente entre asumir y sublevarse. Pudiera parecer que es más
recomendable ser como los Morlock, escondidos en el subsuelo y
amparados por la oscuridad. Pero nada más lejos de la realidad si se aprovecha
el tiempo aprovechándonos de los demás. Otrora, tampoco parece recomendable
evolucionar hacia los Eloi, abocados a un destino aparentemente
inmutable. Organizar prioridades permite apreciar nuestro tiempo y
aprovecharlo, suponiendo una sana huida de empezar y no terminar, de
proponer pero no disponer o de sugerir sin concretar.
Kant
consideraba que el tiempo formaba parte de nuestro sentido interno,
proveyéndonos de la capacidad de intuirnos a nosotros mismos y otorgando orden a
nuestra realidad. Quizá no venga mal hacer una reseña, a modo de guiño, a
Nietzsche con su planteamiento del eterno retorno de lo idéntico,
que supone una conceptualización pesimista acerca de la imposibilidad de
revertir los acontecimientos futuros.
Admito una
ingente insumisión ante tal aseveración recomendando confianza y entrega
hacia la perseverancia y aunque el tiempo y la marea ni se paran ni
esperan, hay que poner al mal tiempo buena cara
evitando activamente el infortunio. Organizando y planificando tanto
nuestras necesidades como nuestros deseos viviremos la unicidad de los momentos
presentes y no nos convertiremos en un Eloi esperando ser
depredado por un Morlock. Y es que no hay tiempo recuperado
sino perdido a la espera de un mañana inexistente.
Lectura
recomendada
Wells, H. G. (1895, ed. 2005). La Máquina del Tiempo.
Barcelona: Editorial Juventud