lunes, 31 de julio de 2017

Un Mañana Inexistente

                    Por Dr. Juan Jesús Muñoz García, Profesor de Psicología Clínica de CeDe


Aprovechar el tiempo y no perderlo en anteponer dificultades previas a una imprevisible ocurrencia o elucubrando nimiedades que justifiquen nuestra desidia e inacción. Cuántas veces focalizamos nuestra energía en la queja y en divagaciones que excusan el alejamiento de lo que necesitamos, agrandando los obstáculos e impidiendo alcanzar metas dada la ausencia de esfuerzo. Disfrutar el tiempo implica no anclarse al pasado y ser consciente del orden cronológico que puede seguir cualquier evento no malgastándonos en acciones probablemente inconclusas sino en actos con objetivos meridianos. Pensando así podemos tener opción de vencer las dificultades y acercarnos a logros que no sean meramente granjerías materiales. Considero que obrando con diligencia y eludiendo la dilación derrotamos la inoperante duda que imposibilita el éxito.

Admitir el funcionalismo subyacente a estos enunciados no quita señalar que a la corta o a la larga, el tiempo todo lo alcanza, por lo que hay que intentar llegar a un buen equilibro entre lo que nos atrae o impele por los beneficios que conlleva, plantearse el modulable esfuerzo que supone así como el tiempo a invertir para su logro. Al fin y al cabo la vida es breve y nos plantea la necesidad de apurar el tiempo concedido para alcanzar nuestro sino esperando la máxima de que todo se cumpla a su tiempo pero grabándonos un sabio consejo como es que algo sólo se puede cumplir si se busca. Siendo pragmáticos mostraremos dedicación, produciremos, exprimiremos nuestros recursos y aplicaremos nuestros aprendizajes no malgastando tiempo. Cuando el tiempo es aprovechado justificamos nuestra existencia eliminando lo nimio y baladí, lo que nos orienta hacia lo original y excepcional.

Hablar del tiempo y su aprovechamiento trae a mi mente una de mis lecturas preferidas en la infancia (admito que también en esta época). Imaginaos como me quedé cuando leía La Máquina del Tiempo y pensaba que podría viajar al futuro o ¡qué leches! retroceder para arreglar algún entuerto. Wells supuso el inicio de mi admiración por la ciencia ficción y me acercó a la tentadora idea de creer en los viajes a través del tiempo buscando el porvenir propio y ajeno. El viajero de la máquina conoce en un futuro muy lejano a los Eloi, pequeños seres vegetarianos que suponen una ramificación en la evolución de la especie humana como también lo eran los Morlock. Los Eloi estaban entregados a la vida placentera y carente de objetivos, convirtiéndose en pasto fácil para los antropófagos Morlock en sus noches de cacería. Qué inteligente y profunda es esta metáfora del conformismo frente a la ambición, de la desidia contra el tesón, de la resignación ante la lucha o de la oposición existente entre asumir y sublevarse. Pudiera parecer que es más recomendable ser como los Morlock, escondidos en el subsuelo y amparados por la oscuridad. Pero nada más lejos de la realidad si se aprovecha el tiempo aprovechándonos de los demás. Otrora, tampoco parece recomendable evolucionar hacia los Eloi, abocados a un destino aparentemente inmutable. Organizar prioridades permite apreciar nuestro tiempo y aprovecharlo, suponiendo una sana huida de empezar y no terminar, de proponer pero no disponer o de sugerir sin concretar.

Kant consideraba que el tiempo formaba parte de nuestro sentido interno, proveyéndonos de la capacidad de intuirnos a nosotros mismos y otorgando orden a nuestra realidad. Quizá no venga mal hacer una reseña, a modo de guiño, a Nietzsche con su planteamiento del eterno retorno de lo idéntico, que supone una conceptualización pesimista acerca de la imposibilidad de revertir los acontecimientos futuros.

Admito una ingente insumisión ante tal aseveración recomendando confianza y entrega hacia la perseverancia y aunque el tiempo y la marea ni se paran ni esperan, hay que poner al mal tiempo buena cara evitando activamente el infortunio. Organizando y planificando tanto nuestras necesidades como nuestros deseos viviremos la unicidad de los momentos presentes y no nos convertiremos en un Eloi esperando ser depredado por un Morlock. Y es que no hay tiempo recuperado sino perdido a la espera de un mañana inexistente

Lectura recomendada
Wells, H. G. (1895, ed. 2005). La Máquina del Tiempo.  Barcelona: Editorial Juventud

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